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La psicología define el carácter de todos los que duermen abrazados a la almohada

La psicología define el carácter de todos los que duermen abrazados a la almohada

Para algunas personas puede tener un efecto relajante y de sensación de seguridad.

Mujer de sesenta años durmiendo.Getty Images

La función de la almohada en nuestra vida parece que va mucho más allá de la comodidad que nos proporciona al dormir o incluso de ser el objeto ideal de nuestras consultas cuando tenemos que reflexionar. Pero, aparte de consultar cosas con la almohada, como se suele decir, ésta puede tener otro estupendo fin, según la psicología, el de hacernos sentir seguros y ayudarnos a revivir momentos de apego pasados, lo que puede ser reconfortante y tranquilizador.

Es decir, a menudo, dicen los expertos que nos abrazamos a la almohada al dormir buscando seguridad o compañía. Incluso dicen que las personas que tienen esta costumbre suelen valorar mucho la intimidad y el afecto. Suelen ser personas cariñosas, dicen los psicólogos, y cercanas con las personas de su entorno y en sus relaciones personales.

También es verdad que este acto puede interpretarse precisamente con la búsqueda de ese afecto o seguridad cuando no se tiene o se echa de menos. Y suele ocurrir más cuando estamos viviendo una situación de ansiedad o de estrés emocional, buscando en ese abrazo paliar la sensación quizás de soledad. Pero lejos de ser algo melancólico o absurdo, como pueden pensar algunas personas, el abrazarnos a ella puede ayudarnos a tranquilizarnos, a relajarnos y sentirnos reconfortados. Algo, además, importante durante el sueño.

Hay expertos que siempre han relacionado este hábito con la infancia y nuestro desarrollo emocional durante ella. La razón es la misma que decíamos antes, el revivir situaciones pasadas que nos hacen sentir seguros o cuidados, lo que puede resultar positivo y reconfortante. Así que debemos cuidar a nuestra almohada y abrazarnos a ella todo lo que nos haga falta y quizás hacer aposta, en esos momentos, el ejercicio de acordarnos de situaciones placenteras que nos gusta revivir.