Dar un portazo

Dar un portazo

Enero es un mes con mala prensa. A las facturas atrasadas se unen los pactos postelectorales, los propósitos imposibles de Año Nuevo y el colesterol malo. Si además añadimos las cuentas que cada cual tiene pendientes con la vida, la cosa no pinta bien. Pero también es un gran antídoto contra la rutina de que todo siga igual.

5c8b1a0d2400006b054cd906

Imagen: ISTOCK

Enero es un mes con mala prensa. A las facturas atrasadas se unen los pactos postelectorales, los propósitos imposibles de Año Nuevo y el colesterol malo. Si además añadimos las cuentas que cada cual tiene pendientes con la vida, la cosa no pinta bien.

Tener un plan para sortear los días más largos del año no es tarea fácil, pero hay estrategias que funcionan. Por ejemplo, cambiar la maceta de una planta y colocarla frente a tu ventana da energía y ganas de desayunar. Correr por un parque veinte minutos y hacer doscientos abdominales puede hacerte sentir tan ligera como un pluma de garza real. Y eso está bien. Las garzas reales no son precisamente la clase de aves que se crían en cautividad. Ir al cine sola un día entre semana a ver la película que te dé la gana porque te apetece encontrarte con Juliette Binoche en el Polo Norte, o con Carey Mulligan en el Londres de 1913, sin que nadie te recuerde a la salida el mundo real, es un ejercicio de autonomía muy estimulante que todo el mundo debería probar alguna vez. Comprar té o curry en polvo ayuda a levantar el ánimo.

Sin embargo, ir a las rebajas con una cuñada suele acabar fatal. Construir algo con las manos, pintar o barnizar un mueble antiguo, enmarcar una lamina de Hammershoi y buscar su sitio por todas las paredes de la casa hasta encontrarlo, contribuye a hacer del mundo un lugar más habitable. Leer cualquier artículo de John Berger ensancha el horizonte hasta el infinito, aunque tu ventana dé a un sótano interior, porque la luz entra a veces por donde menos te lo esperas. Tentar a la suerte o jugar a las cartas por lo general no sirve para nada. En cambio, conducir por una carretera comarcal, cantando un bolero de Chavela Vargas, es una forma de resistencia. Mirar fotos de André Kertész o de Diane Arbus ayuda indiscutiblemente a ver las cosas de otra manera. Pero escuchar un buen podcast también. Aprender a decir que no es fundamental y ahorra una cantidad enorme de quebraderos de cabeza. Tomar vitaminas cuando estás agotada a veces también funciona.

Sin embargo, soportar descalificaciones o insultos sólo sirve para perder la partida. Da igual que procedan de un marido, de un compañero de instituto, de un jefe o de un amante que no sabe estar a la altura. El menosprecio y la humillación sólo producen daño. Un daño de la peor especie que mina la autoestima y rompe la psique. El daño ejercido desde una posición de poder es el equivalente doméstico al terrorismo de estado. Frente a este tipo de enemigo no es suficiente Chavela Vargas. Tampoco Hammershoi, ni André Kerestz, ni siquiera John Berger. Lo único que funciona en estas situaciones es dar un portazo a lo Joan Crawford. Y soltar con tu mejor murmullo juvenil:

- Que te den, tío.

Enero es un gran antídoto contra la rutina de que todo siga igual. No pasen de puntillas por el calendario, háganse ese favor.

Este post fue publicado originalmente en Cartelera Turia

  5c8b1a0d360000ba1a6c7653