Primavera adelantada, bloqueo meteorológico y cambio climático

Primavera adelantada, bloqueo meteorológico y cambio climático

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Fernando Valladares, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC)

El mes de febrero de este 2019 ha venido a batir varios récords atmosféricos con un largo periodo extremadamente seco y cálido. Estas semanas de anticiclón han sido el resultado de lo que en meteorología se conoce como un bloqueo en omega, por el parecido que guarda la imagen del fenómeno con la letra griega: las isobaras muestran un poderoso anticiclón central rodeado de dos pequeñas células de baja presión a los costados.

Debido a esta situación, se mantiene abierta una entrada inusual de aire caliente y seco proveniente de África y se interrumpe la circulación general que tiene un componente este-oeste y un gran dinamismo incluso en regiones como la mediterránea.

Los bloqueos se han dado siempre y en todas las latitudes. Existen varios tipos de bloqueos y varios índices para cuantificarlos. Dada la errática distribución en el tiempo y en el espacio de la mayoría de ellos, se consideran anomalías y su inclusión en los modelos generales del clima es muy imperfecta tanto por su complejidad como por el conocimiento aún fragmentario de las circunstancias que los propician.

Mapa de isobaras de un bloqueo en omega.

El bloqueo de febrero de este año, que se extiende y se extenderá algunos días más en marzo, nos deja la sensación de una primavera adelantada. No solo se ha adelantado la floración de los almendros, sino que estamos viendo mariposas y toda una bulliciosa vida animal y vegetal más propia del mes de abril que de febrero o principios de marzo.

No sabemos exactamente qué tiempo hará durante las próximas semanas, pero con seguridad vendrán situaciones más frías. Esperemos que vengan acompañadas de precipitaciones, ya que volvemos a estar en números rojos en el balance hídrico de la región mediterránea en este invierno que se acaba.

Este adelanto de la primavera ya ha traído consigo dos problemas: un aumento de las alergias y un disparo de los niveles de contaminación que ha hecho saltar las alarmas en más de una veintena de las grandes ciudades españolas, como Madrid, Barcelona, Murcia, Valladolid y Oviedo.

Además, ambos factores interaccionan, ya que las partículas PM10 (de entre 2,5 y 10 micras de diámetro) y, especialmente, las partículas más finas (las de menos de 2,5 micras) que se producen por los motores de combustión se acumulan ante la ausencia de viento y lluvias, amplificando las respuestas alérgicas al polen. Así que no solo tenemos una producción adelantada y anómala de polen, sino que sus efectos sobre la salud son más acusados, sobre todo, en las zonas urbanas.

El regreso a las condiciones térmicas propias de esta época del año también tendrá consecuencias negativas sobre muchas plantas, tanto silvestres como cultivadas. El frío y las heladas que vendrán causarán mayor daño en aquellas que ya han brotado que en las que no lo han hecho todavía. Con estas semanas de temperaturas más elevadas de lo habitual se ha roto la dormancia de muchas especies vegetales que normalmente no tendrían hojas ni flores y que estarían, por tanto, en una forma mucho más resistente al frío intenso que aún habrá de venir.

Este tipo de situaciones de plantas afectadas por el frío tras periodos anormalmente cálidos en el invierno y en la primavera temprana se ha documentado con frecuencia creciente durante las últimas décadas. El cambio climático está detrás de este incremento en la frecuencia de cosechas que se pierden y de bosques y matorrales nativos que mueren o disminuyen su crecimiento por un frío que llega tras periodos inusuales de calor adelantado.

Paradójicamente, estos fríos afectan a plantas y animales muy bien adaptados a ellos. No les sirve de nada en escenarios de cambio climático: su adaptación consiste precisamente en permanecer en formas de resistencia durante el invierno, y el calor temprano la desbarata al despertarlos antes de tiempo.

El calentamiento global que vivimos, con su indudable huella humana, implica no solo un aumento de las temperaturas, sino también una mayor variabilidad en el clima, de forma que los eventos extremos e inusuales (olas de frío y de calor, huracanes, sequías e inundaciones) se hacen más frecuentes e intensos.

Por ello, resulta muy tentador establecer una conexión directa entre las situaciones de bloqueo meteorológico y el cambio climático. Pero la evidencia científica no es concluyente a este respecto. De hecho, hay estudios que sugieren que el cambio climático podría atenuar algunos de estos bloqueos.

Así pues, aunque el cambio climático podría no encontrarse detrás de las situaciones meteorológicas concretas de bloqueo como las de este febrero de 2019, este fenómeno sí que es el responsable del adelanto generalizado de la primavera observado en todo el planeta durante las últimas décadas.

Fernando Valladares, Profesor de Investigación en el Departamento de Biogeografía y Cambio Global, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC)

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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