El segundo referéndum sobre la independencia de Escocia: ¿tragedia o farsa?

El segundo referéndum sobre la independencia de Escocia: ¿tragedia o farsa?

La ministra principal de Escocia, Nicola SturgeonEFE

Hay un comentario muy famoso de Marx: "Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa." Obviamente, soy consciente de que es fácil sobreutilizar esta cita, porque puede aplicarse en demasiados contextos. Por otro lado, es lo que se me ha venido a la cabeza cuando he escuchado esta semana que el Partido Nacionalista Escocés está planeando un segundo referéndum sobre la independencia. El primer referéndum tuvo lugar en 2014. Fue un proceso muy serio y la campañas fueron muy animadas. Todas las fuerzas políticas en Gran Bretaña opinaron al respecto. Una unión de 300 años estaba en peligro. Al final, los escoceses tomaron una decisión sobria de quedarse dentro de la Unión. En cambio, es difícil no ver el segundo referéndum como una absurdidad.

La premisa del nuevo referéndum es que cuando los escoceses votaron por primera vez, no sabían que el Reino Unido iba a salir de la Unión Europea. Y como la mayoría de ellos (62%) votaron por quedarse en la UE, se argumenta que deberían tener otra oportunidad de decidir si quieren seguir en un Reino Unido que va a divorciarse de Europa. Se podría contestar que cuando votaron por primera vez, los escoceses sabían perfectamente que el referéndum sobre la Unión Europea era inminente y lo incluyeron en sus cálculos, pero es cierto que no esperaban el resultado que se produjo (como tampoco lo esperaba el resto del establishment político) y, de ahí, es razonable pensar que deberían opinar por segunda vez. Además, Escocia es una nación en sí misma y, en realidad, está dentro de su derecho tener un referéndum sobre la independencia cuando quiera. Aun así, un segundo referéndum sigue pareciéndome una cosa extraña.

El argumento político básico de los nacionalistas escoceses siempre ha sido el mismo: las opiniones del pueblo escocés (que son 5 millones de personas; hay 65 millones en el Reino Unido en su conjunto) no están adecuadamente representadas en el parlamento de Westminster. Cuando consideras que Escocia tradicionalmente ha votado al Partido Laborista en las elecciones generales y, pese a ello, el Reino Unido ha acabado normalmente con gobiernos del Partido Conservador (el de Thatcher, por ejemplo), este argumento también parece razonable.

Sin embargo, defender que los escoceses deberían intercambiar esta situación –de representación limitada pero real en Londres- por la nula representación que tendrían en Bruselas (no sólo porque la legislación en Europa emana de la Comisión Europea, que no ha sido elegida democráticamente, sino también porque incluso en el caso –por ahora hipotético- de que se reestructurase todo el sistema político en Europa, tener que negociar políticas con 27 otros países parece muy poco práctico al nivel democrático) me parece un argumento curioso.

Con el segundo referéndum en Escocia, el tema de la Unión Europea está siendo usado –una vez más- para minar la posibilidad de tener un Gobierno socialista en Reino Unido.

Si añadimos el problema de que no está garantizado que una Escocia independiente pueda acceder a la Unión Europea –incluso si ninguno de los 27 países vetara su accesión (¿el Gobierno español, por dar sólo un ejemplo, la aceptaría, teniendo en cuenta la situación en Cataluña?), el proceso es largo y su resultado final no se puede conocer todavía- y el hecho de que, incluso en el caso de que lo consiguiesen, tendrían que aceptar la moneda única -que promete hacer mucho daño a su economía-, es difícil entender por qué los nacionalistas escoceses querrían padecer el dolor de la cabeza que implicaría ganar un segundo referéndum sobre la independencia.

Es difícil de entender, a menos que uno piense que los nacionalistas están haciendo un juego de estrategia política. Quizás lo que realmente desean no es ganar el segundo referéndum, que implicaría un desastre inmediato para su país; aparte de los factores ya mencionados, tendrían que vivir sin los subsidios para su economía que vienen del resto del Reino Unido, los cuales necesitan ahora más que nunca, dado que su economía está muy debilitada debido al bajo precio del petróleo, que es un componente muy importante de ella). Tal vez lo que más desean los nacionalistas escoceses es posicionarse como el único partido en Escocia que apoya sin reservas a la Unión Europea, lo cual les daría una ventaja electoral frente a un Partido Laborista que ha aceptado el resultado del referéndum. ¿Por qué es importante esto?

El apoyo al nacionalismo en Escocia creció dramáticamente después de 1997, cuando los escoceses votaron a un Gobierno laborista, algo que habían añorado durante muchísimo tiempo, y lo que recibieron fue el de Tony Blair, que ni siquiera es un socialista democrático. Actualmente, los nacionalistas tienen 56 de los 59 escaños de Escocia en el parlamento de Westminster y han conseguido posicionarse a la izquierda del Partido Laborista durante la época de Blair y sus epígonos. Pero ahora, la situación ha cambiado.

Es posible que la gente en Escocia esté empezando a intuir que los nacionalistas escoceses son – y en realidad, siempre han sido- amigos del capitalismo británico (e internacional: este partido hizo todo lo que pudo para facilitar la construcción del campo de golf de Donald Trump en Escocia al principios de este siglo). Justo en el mismo momento en el que el Partido Laborista, bajo el liderazgo de Jeremy Corbyn, ha adoptado una política explícitamente antineoliberal, casi por primera vez en décadas. Por otro lado, los laboristas han decidido que no va a sabotear el voto para salir de la Unión Europea, y es esto lo que ha dado una nueva oportunidad a los nacionalistas escoceses: por luchar contra el Brexit, pueden presentarse como más progresistas e internacionalistas que el Partido Laborista (como si el internacionalismo tuviera algo que ver con la Unión Europea).

Creo que hay una lección importante aquí. A pesar de lo que dicen muchos izquierdistas bienpensantes por todo nuestro continente, a veces la contradicción entre una política socialista en casa y la de la Unión Europea es directa. En Gran Bretaña, ahora, el sistema bipartidista está funcionando exactamente como debería, es decir, democráticamente. Hay una división ideológica importante entre los dos posibles partidos de gobierno. En principio, los británicos no necesitan la Unión Europea para rescatarles del neoliberalismo, ya que uno de los dos partidos principales en Gran Bretaña se ha posicionado claramente en contra de ello. Dicho de otra manera, los británicos están a sólo un paso de tener un gobierno antineoliberal. Se puede decir que es muy, muy difícil que el Partido Laborista gane las elecciones generales. Estoy de acuerdo, especialmente dada la campaña brutal que ha hecho todo el establishment británico contra Corbyn, sobre todo dentro del propio Partido Laborista. Aun así, es innegable que sólo hace falta un paso para hacerlo, y tampoco requiere la mediación de todo el continente europeo.

El problema, por supuesto, es que para tener un Gobierno socialista, los británicos van a necesitar la presencia y la ayuda de los escoceses. En suma, con el segundo referéndum en Escocia, el tema de la Unión Europea está siendo usado –una vez más- para minar esa posibilidad. De nuevo, en uno de los territorios de Europa, tenemos una elección clara entre una política antineoliberal y la Unión Europea. Invirtiendo a Marx, quizás podemos decir que la verdadera farsa fue el primer referéndum sobre la independencia de Escocia. La tragedia empieza ahora.