'Horizontes neoliberales en la subjetividad': unos apuntes sobre el libro de Jorge Alemán

'Horizontes neoliberales en la subjetividad': unos apuntes sobre el libro de Jorge Alemán

¿Por qué deberías comprar este libro? Pues uno de los muchos puntos buenos de este libro es que el argumento se expresa con con mucha economía del lenguaje, parsimonia y elegancia. Pero además, me parece que uno de los placeres este trabajo es que es un libro de teoría de verdad. No es un conjunto de meras opiniones teóricas, o un intento de interpelación ideológica fingiendo ser teoría; he aquí una construcción teórica verdadera.

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¿Por qué deberías comprar este libro? Voy a empezar hablando de su estilo. Se sabe que Alemán es poeta; pues uno de los muchos puntos buenos de este libro es que el argumento se expresa con mucha economía del lenguaje, parsimonia y elegancia. Pero no es simplemente una cuestión de expresión. El libro también es elegante en el sentido matemático. ¿Qué quiero decir con esto? Me parece que uno de los placeres de este libro es que es un libro de teoría de verdad. No es un conjunto de meras opiniones teóricas, o - aún peor- un intento de interpelación ideológica fingiendo ser teoría; he aquí una construcción teórica verdadera. Ahora voy a pasar al contenido de esta construcción. ¿Qué tiene de novedoso? La primera respuesta es sencilla: esta es la versión más plena y completa que Alemán ha publicado hasta la fecha de su tesis original, radical y -¿por qué no?- polémica, de que el capitalismo no es una hegemonía.

La idea aquí es que la fase neoliberal del capitalismo representa un cambio cualitativo y no un cambio meramente cuantitativo en la cultura humana (de la misma manera en que los marxistas ortodoxos solían decir que la acumulación cuantitativa en un momento dado produce un salto cualitativo). Bajo esta fórmula, el capitalismo neoliberal no contiene contradicciones, no tiene exterior, no puede entrar en crisis. Al nivel de las relaciones sociales de producción, el discurso capitalista que Alemán teoriza (siguiendo una intuición de Lacan) implica que, en vez de ser explotados directamente por el otro, o de elegir ser explotados por ese otro, los trabajadores de hoy se explotan a sí mismos.

¡Se ve que es una tesis radical! No lo aceptarían, por ejemplo, los tres interlocutores privilegiados que se incluyen en el libro: Slavoj Žižek, Ernesto Laclau y Alain Badiou. Tampoco lo aceptarían los intelectuales orgánicos de Podemos, que han leído a Alemán y que lo que sí comparten con Alemán es la alternativa política que promueve; me refiero a la hegemonía populista.

Esta propuesta puede parecer extraña para el pensamiento político europeo. En el libro, Alemán comenta que "el término populismo ha adquirido en la izquierda europea una nueva legitimidad teórica y política". Esta afirmación me parece ligeramente optimista. España aparte, "populismo" sigue siendo una palabra peyorativa en Europa, quizás en parte porque aquí se asocia con la derecha, mientras que en América Latina -el continente de Alemán- se asocia con la izquierda. Esta diferencia cultural quizás también explica por qué los que abogan por este término lo oponen a la tecnocracia; de ahí que la izquierda europea reciente se asocie con una lógica tecnocrática, de la misma manera en que la derecha en América Latina se asocia con esa misma lógica. Otra diferencia quizás más importante - y esto es algo que también se menciona en el libro - es que en Europa el populismo tiene otro enemigo mucho más complicado e interesante: el jacobinismo. Pero quedémonos con el populismo por ahora.

Es posible que para muchos laclauianos, el proyecto de Alemán pueda constituir un suplemento necesario para el proyecto de Laclau.

En el libro de Alemán se presentan dos posiciones posibles sobre el populismo: que el populismo es necesariamente de izquierdas, que es la posición del autor, o que el populismo puede ser de izquierdas o de derechas, que es la posición de Ernesto Laclau, con quien Alemán se identifica bastante (En el libro se ignora más o menos la tercera opción posible: que el populismo es necesariamente de derechas). Según Laclau, que un populismo sea de derechas o de izquierdas depende esencialmente de la fase en la que se encuentra la construcción del pueblo relevante. Hay que reconocer que los seguidores políticos de Laclau en general quieren crear un populismo de izquierdas. Pero no pueden garantizarlo; y por eso una parte lógica del argumento de Laclau es que igual que puede haber un populismo de izquierdas, también puede haberlo de derechas, dado que, según él, hay una pluralidad de demandas en el campo social que pueden articularse o bien con un proyecto novedoso (de izquierdas) o con un proyecto ya existente (de derechas). En cambio, en este libro Alemán identifica la hegemonía populista necesariamente con lo novedoso.

Una de las cosas potencialmente más interesantes en el libro Horizontes neoliberales es esta disimetría que introduce entre la izquierda y la derecha (que es de inspiración lacaniana y se basa, al fin y al cabo, en la teoría de la diferencia sexual en Lacan). Por esa razón, es posible que para muchos laclauianos, el proyecto de Alemán pueda constituir un suplemento necesario para el proyecto de Laclau.

Pero aquí se complica el tema, porque esta conclusión tiene un corolario importante: supone una conexión muy íntima entre la clínica y la política. Según la formulación que Alemán presenta en este libro, el capitalismo neoliberal refleja precisamente el tipo de malestar psíquico que el psicoanálisis pretende tratar. Esencialmente, el capitalismo es la depresión. Esta es una idea muy dramática y, otra vez, bastante polémica. ¿Quiere decir, por ejemplo, que el psicoanálisis es anti-capitalista? Este punto podría discutirse mucho.

Plantea, además, otra cuestión importante. En varios momentos, el libro critica la pretensión historizante de Byung-Chul Han. Pero la conexión tan fuerte que se presenta en el libro entre la política y el psicoanálisis creo que nos obliga a preguntar sobre la historicidad del propio psicoanálisis. ¿Es el psicoanálisis un destino? ¿Es el capitalismo un destino? Esto nos lleva, inexorablemente, al tema de lo eterno, que se menciona varias veces en el libro.

Alemán menciona en un momento dado que los griegos antiguos tenían inconsciente. De la omnipresencia del inconsciente, Alemán deduce que su fórmula política fundamental (que a mí personalmente me encanta) de "Soledad: Común" es algo que pudiera surgir en cualquier momento y en cualquier lugar. Tengo dos dudas en relación con esta idea.

Ha habido un debate en Podemos recientemente sobre la dicotomía institución/calle. Francamente, me parece una discusión bastante estéril.

En primer lugar, dado que Alemán aboga por el estatuto ahistórico del inconsciente, más sus efectos políticos, no entiendo por qué critica tan rotundamente la idea de Badiou de que el comunismo es una 'Idea eterna'. Menciono esto en parte porque es evidente que la palabra comunismo viene de 'lo común', que también sale en la fórmula Soledad: Común. Y el comunismo no es el populismo, obviamente. Lo común no es el pueblo. Teniendo en cuenta, entonces, que según Ernesto Laclau, el teórico preeminente de la hegemonía populista, ésta tiene condiciones históricas de emergencia muy específicas, mi primera pregunta es si Alemán cree que existe una diferencia importante entre el concepto de la hegemonía populista y la de la Soledad: Común.

Mi segunda duda tiene que ver con la cuestión de la institución (que también se menciona varias veces en el libro). Si la posibilidad de una Soledad: Común es eterna, entiendo que esto quiere decir que la tarea política debe retomarse una y otra vez. Esto es lo que Alemán llama la dimensión instituyente de la política. Como bien explica el libro, es en este sentido que la política produce institución. Pero mi pregunta es: ¿en qué momento se funda esta institución?

Ha habido un debate en Podemos recientemente sobre la dicotomía institución/calle. Francamente, me parece una discusión bastante estéril. Creo que todo el mundo sabe que la política produce institución (los únicos que no creen esto son los anarquistas, pero son pocos). La cuestión más urgente es la de si meternos en instituciones ya existentes o crearnos nuevas instituciones en el mismo momento de hacer la política. Carlos Fernández Liria, en su libro En defensa del populismo, explica que él está muy contento con las instituciones que ya existen. Pero esto es lo que solíamos llamar "revisionismo", ¿no? Me gustaría terminar este punto con una cita de una gran pensadora política: Esperanza Aguirre. Me acuerdo de que antes de las elecciones al Ayuntamiento de Madrid el año pasado, Aguirre dijo algo como: "Si votas a Ahora Madrid, habrá un sóviet en cada esquina de la ciudad". Parece que ella ha captado algo fundamental en el debate sobre la institucionalización de la política: ¿habrá una nueva institución para acompañar la política nueva?