Gracias por creer en dragones

Gracias por creer en dragones

No es ningún secreto que los Emmy nunca han visto con buenos ojos cualquier serie que se inscriba dentro de la tradición de la ciencia-ficción o la fantasía. Que los Emmy hayan decidido reconocer finalmente Juego de Tronos abre una brecha histórica para la ficción de género. ¿Cuáles son los motivos?

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No es ningún secreto que los Emmy nunca han visto con buenos ojos la ficción de género. Del mismo modo que el Muro separa los Siete Reinos de las tierras salvajes de más allá, los prejuicios de los premios más prestigiosos de la televisión han ignorado tradicionalmente cualquier serie que se inscriba de un modo más o menos claro dentro de la tradición de la ciencia ficción o la fantasía. Géneros que, desde algunas tribunas, se consideran menores, a las antípodas del prestigio de los grandes dramas catódicos, indignos de recibir honores y aplausos.

La lista es larga, y no nos vamos a entretener en ella. Va de Star Trek a Battlestar Galáctica, e incluye interpretaciones inolvidables como el Walter Bishop de John Noble en Fringe. La ficción de género puede formar parte de la televisión, pero cuando se trata de ganar premios, que se quede al otro lado.

Y entonces va Juego de Tronos y salta el muro.

Que los dos showrunners de la serie suban al escenario y den las gracias "por creer en dragones" no es una cuestión anecdótica. En una sola frase, David Benioff y D.B. Weiss han visibilizado este prejuicio con el que se encuentran constantemente series como Juego de Tronos. Sí, es la serie de los dragones, y es también un drama excelente, y es una lástima que a estas alturas todavía haya que convencer a alguien de que ambas afirmaciones pueden convivir en la misma frase.

Que los Emmy hayan decidido reconocer finalmente la calidad que atesora Juego de Tronos abre una brecha histórica para la ficción de género que parecía que ninguna serie conseguiría abrir. ¿Cuáles son los motivos que han llevado a los Emmy a ceder en esta ocasión?

El precedente de Lost como serie de género que ganó el Emmy al mejor drama (en el año 2005) hace pensar que puede ser una cuestión de éxito superlativo. En ambos casos se trata de fenómenos globales que tienen un alcance fuera de lo común, una fuerza centrífuga que no pueden parar ni siquiera los prejuicios de una parte del jurado. Puede que la quinta temporada no haya sido la más brillante de Juego de Tronos, pero es innegable que su popularidad es mayor que en años anteriores y que supera ampliamente el seguimiento minoritario que se asocia a la ficción de género.

Ayuda a la causa de Juego de Tronos que sea una serie emitida por HBO, cadena que por sí misma es sinónimo de prestigio (no en vano este año se ha llevado los tres grandes premios de los Emmy: drama, comedia y limited series) y hogar habitual de las series asociadas a la alta cultura que tanto gusta premiar en este tipo de galardones.

"La arrolladora victoria de Juego de Tronos es el resultado de una renovación profunda en el seno de los Emmy"Y no hay que pasar por alto el tramo final de Mother's Mercy, el episodio por el que Juego de Tronos ha ganado los premios al mejor guión y la mejor dirección, que culmina con una larga escena que va construyendo una tensión abrumadora que llega a límites insoportables y que está por encima de cualquier distinción de género.

Pero por encima de todo, la arrolladora victoria de Juego de Tronos es el resultado de una renovación profunda en el seno de los Emmy, cuyo sistema de votación ha cambiado este año, pasando de los llamados blue ribbon pannels (formados por una docena de miembros) a un nuevo sistema que ha abierto la votación de la ronda final a un número más grande de miembros de la Academia de las Artes y las Ciencias de la Televisión (potencialmente 18.000 votantes).

La entrada de nuevas voces explica también hitos históricos como la victoria de Viola Davis como mejor actriz de drama por How To Get Away with Murder. Es la primera actriz afroamericana que ha logrado ganar en esta categoría en toda la historia de los Emmy, algo que se ha encargado de recordar, señalando que las actrices negras tienen menos oportunidades que las actrices blancas. "No puedo ganar un Emmy por un papel que simplemente no existe".

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La renovación de los Emmy también ha incluido la modificación de diversas normas que tenían el objetivo de adaptar los premios a los últimos cambios experimentados por las series. Principalmente, el aumento de series en formato antológico, cuya clasificación generó una fuerte controversia el año pasado cuando True Detective fue nominada como mejor drama, y que este año se han incluido con las miniseries dentro de la nueva categoría de las limited series; y también la difícil clasificación de las dramedias, que han querido resolver con una nueva regla absurda basada en el metraje por episodio y que ha hecho que Jeffrey Tambor ganara el Emmy al mejor actor de comedia, cuando el papel que realiza en Transparent, aunque brillante, está lejos de ser humorístico.

El aumento del número de nominados en las principales categorías y la nueva norma del 2% en las categorías interpretativas han facilitado que nuevos nombres se sumaran a las listas de candidatos, aunque en las categorías principales ninguno de los nominados debutantes ha logrado hacerse con la estatuilla.

Los Emmy siguen teniendo un problema con las series británicas, que a menudo aparecen nominadas porque se emiten en Estados Unidos a través de BBC America pero que en la práctica tienen pocas posibilidades, al ser demasiado desconocidas. Excepto casos como Sherlock en 2014, por lo general las producciones inglesas se quedan en la anécdota de la nominación. Es el caso de Tatiana Maslany, que competía como mejor actriz, o de Wolf Hall, candidata a mejor limited series. Ambas se han ido con las manos vacías.

La regeneración de los Emmy también ha pasado por decir adiós a las viejas glorias. Y aunque muchos esperaban que, en su año de despedida, Mad Men se despidiera por la puerta grande, la academia no ha tenido piedad con los publicistas. Sólo Jon Hamm ha logrado premio por parte de Mad Men, y la sensación es que se lo ha llevado porque no había un rival lo bastante fuerte como para hacerle frente, y porque además era su octava nominación por interpretar a Don Draper: con casos similares como los de Hugh Laurie o Michael C. Hall, los Emmy han hecho bien evitando que se repita la misma historia. De este modo, se ha invertido lo que había sucedido en años anteriores, en los que Mad Men se lo llevaba todo y su protagonista se quedaba sin obtener reconocimientos.

El batacazo de Modern Family ha sido todavía más duro. Tras ganar cuatro años consecutivos, ha pasado una gala sin un solo premio. Veep, que ha ganado como mejor comedia, es claramente la nueva favorita de los Emmy en esta categoría.

Con esta victoria, ha caído el último bastión que le quedaba a las cadenas tradicionales, que habían ganado tradicionalmente la categoría de comedia (con la única excepción de Sexo en Nueva York en el 2001) ante los canales del cable. Estos últimos han resistido el empuje de los servicios en streaming, que sólo se han llevado seis premios: los cinco de Transparent, de Amazon, y uno de Orange is the New Black, de Netflix.

Al otro lado de la moneda, la victoria sin paliativos de Olive Kitteridge, que ha ganado seis Emmys (de los ocho a los que estaba nominada). En condiciones normales, ocuparía todos los titulares de la noche. Pero la academia se ha encargado de que Juego de Tronos superara esta cifra, ganando un total de 12 galardones, sumando los que se ha llevado durante la gala y los Emmy creativos que se anunciaron hace una semana.

El resultado es que es la serie que más premios se ha llevado en una sola edición en toda la historia de los Emmy, superando ampliamente el récord que The West Wing había conseguido en el año 2000. Quince años después, los políticos de la Casa Blanca han sido sustituidos por guerreros, espadas, enanos y, sí, dragones.

Toni de la Torre es autor de los libros Series de culto y La vida según Sheldon. Síguelo en Twitter @tonidelatorre