El MIDE, un museo del dinero y la economía único

El MIDE, un museo del dinero y la economía único

Un paseo didáctico y divertido por la economía, definida en el panel de bienvenida: "Las personas, como las familias y las sociedades, tenemos que decidir cómo utilizar mejor los recursos con los que todos contamos para satisfacer nuestras necesidades y deseos. La economía estudia este fenómeno".

En mi último viaje a México por trabajo reservé la mañana del domingo para visitar el Museo Interactivo de Economía (MIDE) de México, iniciativa del Banco de México (Banxico) y la Asociación Mexicana de Bancos (ABM).

Tenía muchas ganas de conocerlo. Sigo su cuenta en twitter desde hace años y mis ganas crecían con cada tuit de @MuseoMIDE leído. Tampoco eran pocas las recomendaciones de colegas que ya lo conocían. Pues bien, estoy encantada. Me atrevo a calificarlo como (i) el único en su condición -no hay otro museo en el mundo dedicado de forma exclusiva a la economía y el dinero, (ii) uno de los mejores en su apuesta por las nuevas tecnologías- el término interactivo está presente en todo momento, hasta más allá de la propia visita, que te puedes llevar a casa ya sea de forma impresa o electrónica, (iii) útil y necesario para entender el mundo que nos rodea y (iv) para todos los públicos.

El continente (antiguo Convento de Betlemitas, del siglo XVIII) es precioso, fruto de una rehabilitación exquisita de uno de los tantísimos tesoros patrimoniales que un gradualmente renovado centro del Distrito Federal de México regala al visitante, y a su gente.

El contenido, un paseo didáctico y divertido por la economía, definida en el panel de bienvenida de forma tan sencilla y rotunda que nadie puede sentirse excluido al leerlo: "Las personas, como las familias y las sociedades, tenemos que decidir cómo utilizar mejor los recursos con los que todos contamos para satisfacer nuestras necesidades y deseos. La economía estudia este fenómeno".

La visita arranca con dos conceptos de la definición anterior. Sostenibilidad (cómo utilizar mejor), y escasez (cualidad de los recursos con los que contamos).

El agua y el aire (limpios), la biodiversidad, o sea, los recursos con los que contamos, con los que hemos contado desde siempre, son escasos; el uso que hacemos de ellos para satisfacer nuestras necesidades y deseos es, hoy en día, muy mejorable.

En su relación con el medio ambiente, los seres humanos, como en otras muchas dimensiones de la vida, tendemos a procrastinar. El hecho de que el peso o la importancia que concedemos al presente (ahorita) en el mecanismo de toma de decisiones que todos tenemos incorporado es, por nuestra condición de humanos y por tanto miopes, entre otras dolencias, mayor que el peso e importancia que concedemos al futuro, que es lejano o muy lejano, y de tan lejano no lo vemos ni anticipamos y, por tanto, apenas empatizamos con él.

La procrastinación (dejar para mañana lo que bien podríamos hacer ahorita) es también una predisposición que tenemos a la hora de planificar nuestras finanzas personales que, por ser personales, caen ineludiblemente, por pereza que nos dé, en nuestro ámbito de responsabilidad.

Prácticamente desde que tenemos uso de razón nos vemos inmersos en la toma de decisiones económicas. El concepto de coste de oportunidad -lo que sacrificamos al elegir- aunque muy vapuleado por muchas de las decisiones de austeridad tomadas en los últimos tiempos por los administradores de los recursos públicos -está presente en nuestras vidas desde que somos chiquitos. Y su presencia crece y se ramifica conforme nuestra responsabilidad, generalmente asociada a la edad, aumenta: como estudiantes, como trabajadores, como progenitores, como adquirentes de bienes duraderos, como inversores, como asegurados, como ahorradores...

En ese maremágnum de situaciones es humanamente imposible tomar decisiones racionales porque (i) no somos computadoras y (ii) estamos rodeados de estímulos, emociones, recuerdos, distracciones y preferencias. Ello no es óbice para que seamos conscientes de la necesidad de tomar decisiones informadas, de planificar, de anticipar, de visualizar y de dibujar escenarios alternativos (posibles aunque puedan ser improbables) de nuestro futuro: la actual crisis ha evidenciado la existencia de escenarios alternativos que hasta hace poco eran totalmente improbables, y hoy sin embargo ya han irrumpido como escenarios base. El panorama de nuestra jubilación, y nuestra preparación para ella -no sólo en aspectos financieros, sino también vitales- es uno de estos escenarios que están gradualmente dejando de ser como lo han venido siendo en las últimas décadas. Y es un ejemplo claro de procrastinación que debemos comenzar a modificar: debemos planificar y realizar el ahorro suficiente para mantener nuestro ritmo vital, para cubrir nuestras necesidades y deseos cuando no generemos ingresos por nuestra actividad. Debemos ponernos en situación y no diferir el momento de empezar a actuar.

Volviendo a nuestro recorrido por el MIDE, pasamos el turno al ámbito del gran vigilante de la inflación (banco central) y al administrador de las finanzas públicas (administraciones públicas, grandes, medianas y pequeñas). Al respecto de este último rol aún hoy hay necesidad de entender -y si la hay, habremos de explicarlo mejor- que los impuestos son el precio que debemos pagar para vivir en sociedad. El principio de obligada solidaridad nos permite definirnos como sociedad civilizada, que confía en el mejor (ejem) gestor para la administración de los recursos de todos, para su asignación lo más eficiente y justa posible. La transparencia en dicha gestión es clave para que la confianza entre administrador y administrado, tan resquebrajada hoy, pueda recuperarse. Pero no cualquier transparencia: necesitamos que sea comprensible, accesible y en definitiva, útil. En mi opinión, la transparencia es sinónimo de querer explicar y hacerse entender, a menudo teniendo que recurrir a la pedagogía.

Terminamos la visita con una exposición temporal -que presumo derivará en permanente- para los pequeños consumidores, nuestro futuro, nuestra esperanza. Si los viejos consumidores tenemos hábitos hoy en día difícilmente modificables, sería racional dedicar buena parte de nuestros esfuerzos a formar a nuestros pequeños y pequeñas, ya nativos digitales, en la importancia de reconocer la escasez y la sostenibilidad. Y para ello es preciso -como ocurre con la tecnología- que su entorno sea acorde con las enseñanzas y mensajes, accesible, coherente y motivador.

Y ahí entra nuestra responsabilidad añadida como adultos. Si ya algunos se consideran "echados a perder" -aunque nunca es tarde- y otros enormemente insolidarios por el regalo envenenado que les hemos hecho fruto de la monumental deuda en la que hemos incurrido -que serán ellos los que habrán de pagarla en mayor medida que nosotros- volquémonos pues hoy en los jóvenes y niños para que sepan cómo utilizar mejor los recursos escasos que tienen y tendrán disponibles cuando sean ellos los administradores y administrados principales. Busquemos y pidamos ayuda para ello.

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Parque de México, Colonia Condesa, Ciudad de México.

Dado nuestro evidenciado escueto nivel de cultura económica y financiera y nuestra querencia por la procrastinación, es obvio que necesitamos apoyo para esta tarea. Desde aquí, un guiño a quien se sienta aludido para que nos ilumine con iniciativas tan estupendas como la que aquí describo y animo a conocer.