El urbanismo social de mercado, la respuesta de la ciudad a la crisis

El urbanismo social de mercado, la respuesta de la ciudad a la crisis

El urba­nismo social de mer­cado que pro­pongo es un plan­tea­miento simé­trico a la eco­no­mía social de mer­cado que lleva lar­gas déca­das con­so­li­dada en la polí­tica eco­nó­mica euro­pea y que ha con­se­guido las mayo­res cotas de bie­nes­tar y pro­greso del con­ti­nente.

Pasada una década desde el momento álgido de la bur­buja inmo­bi­lia­ria y empe­zando a ver la luz a la salida del túnel de la cri­sis que pro­vocó su explo­sión, esta­mos ante las últi­mas opor­tu­ni­dades de plan­tear­nos cuál debe ser la res­puesta de la socie­dad y de cada uno de los agen­tes que inci­den sobre las polí­ti­cas urba­nís­ti­cas a los erro­res del pasado que tan­tas veces hemos ya enumerado.

A lo largo de todos estos años de dura cri­sis se han publi­cado innu­me­ra­bles tex­tos de crí­tica a los tiem­pos dora­dos del urba­nismo del nuevo mile­nio en los que se han diag­nos­ti­cado los males y propuesto cómo sanar­los, desde pers­pec­ti­vas irre­con­ci­lia­bles. De una parte, los pos­tu­la­dos ultralibera­les, defen­so­res de la libe­ra­li­za­ción del suelo y de la edi­fi­ca­ción, del lais­ser-faire urba­nístico, que defien­den que sólo la maxi­mi­za­ción de los intere­ses par­ti­cu­la­res y la ausen­cia de las admi­nis­tracio­nes de todo el pro­ceso urba­ni­za­dor (e incluso de la pla­ni­fi­ca­ción), resol­ve­ría la corrup­ción urbanís­tica e incluso las difi­cul­ta­des de acceso a la vivienda. Por otro lado, los mar­xis­tas, que defienden la mar­gi­na­ción de los agen­tes pri­va­dos e incluso la modu­la­ción de los dere­chos de pro­pie­dad como solu­ción a todos los males del urba­nismo pre­vio a la crisis.

En cam­bio, tanto unos como otros obvian que sus solu­cio­nes son incom­ple­tas. Así, los ultra­li­be­ra­les pare­cen igno­rar que, espe­cial­mente en el ámbito de la orde­na­ción del terri­to­rio, es impo­si­ble ejer­cer efec­ti­va­mente los dere­chos indi­vi­dua­les sin una correcta defensa de los intere­ses colec­ti­vos; mien­tras que los mar­xis­tas, por su parte, cul­pan a los empre­sa­rios y a los pro­pie­ta­rios de una ansia espe­cu­la­dora que no le reco­no­cen a las admi­nis­tra­cio­nes, quie­nes ejer­cie­ron irres­pon­sa­ble­mente su potes­tad pla­ni­fi­ca­dora cega­das por el rédito eco­nó­mico (y político).

La res­puesta a la cri­sis urba­nís­tica debe lle­gar, sin duda, en forma de ter­cera vía, con una forma dife­rente de abor­dar la pla­ni­fi­ca­ción y la acción urba­nís­tica en nues­tras socie­da­des. Debe arti­cu­larse desde el posi­cio­na­miento cen­trado del huma­nismo occi­den­tal, como un urba­nismo social de mer­cado, que aúne la defensa irre­nun­cia­ble de los intere­ses colec­ti­vos con la pro­tec­ción de los intere­ses indi­vi­dua­les, en actua­cio­nes cen­tra­das en la con­se­cu­ción de la jus­ti­cia social y ambien­tal. El urba­nismo social de mer­cado que pro­pongo es, por lo tanto, un plan­tea­miento simé­trico a la eco­no­mía social de mer­cado que lleva lar­gas déca­das con­so­li­dada en la polí­tica eco­nó­mica euro­pea y que ha con­se­guido las mayo­res cotas de bie­nes­tar y pro­greso del con­ti­nente.

La res­puesta a la cri­sis urba­nís­tica debe lle­gar, sin duda, en forma de ter­cera vía entre el ultraliberalismo y el marxismo, con una forma dife­rente de abor­dar la pla­ni­fi­ca­ción y la acción urba­nís­tica en nues­tras socie­da­des.

La clave del mismo se encuen­tra en la justa pon­de­ra­ción de los dife­ren­tes intere­ses, con la pri­ma­cía de lo colec­tivo -que tiene tam­bién una mani­fes­ta­ción individual-, sin por ello menos­pre­ciar los dere­chos indi­vi­dua­les. Para ello es impres­cin­di­ble una doble fun­da­men­ta­ción téc­nica de las deci­sio­nes urba­nís­ti­cas, que deben de dejar de estar mar­ca­das por el inte­rés político-electoral o eco­nó­mico, por un lado, y social, por el otro, enten­dida no sólo como el res­peto a los dere­chos socia­les y colec­ti­vos -que tam­bién- sino, espe­cial­mente, como la inte­gra­ción de los resul­ta­dos de la par­ti­ci­pa­ción pública en los pro­ce­sos urba­nís­ti­cos, mediante una exé­ge­sis pro­fe­sio­nal de los mismos.

Éste urba­nismo social de mer­cado, que es una filo­so­fía y no tanto una meto­do­lo­gía, debe ser el para­guas bajo el que los com­pro­mi­sos deon­to­ló­gi­cos y éti­cos de téc­ni­cos, res­pon­sa­bles públi­cos, acto­res eco­nó­mi­cos y ciu­da­da­nos asu­man la rele­van­cia de su fun­ción y la ejer­zan con res­pon­sa­bi­li­dad; obrando de una forma dife­rente a las que, hasta ahora, han des­ta­cado por ser mayo­ri­ta­rias. Sólo así podre­mos des­atran­car el urba­nismo de la pro­funda cri­sis de valo­res que lleva años ata­cán­dole, devol­vién­dole su dig­ni­dad y su fun­ción de dis­ci­plina impres­cin­di­ble para el pro­greso de las sociedades.

Para mayor información:

SORIANO I PIQUERAS, V. ¿Es posi­ble afron­tar la cri­sis urba­nís­tica desde el huma­nismo occi­den­tal? El Urba­nismo Social de Mer­cado como res­puesta. Laturbe: Revista euro­me­di­te­rrá­nea de cien­cias de la ciu­dad, del terri­to­rio y del medio ambiente, 2015, nº 10.