Activismos, sororidad y ética del conflicto entre mujeres

Activismos, sororidad y ética del conflicto entre mujeres

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Una vez más llegamos a los 16 días de activismo por el fin de la no violencia contra las mujeres. La lucha por el reconocimiento de las mujeres como personas, esto es, como sujetas de derechos y agencia sobre sus vidas es de larga data y encuentra hitos a lo largo de toda la historia de la humanidad. Esta lucha se hace aún más critica en los tiempos que vivimos, en los cuales el avance del conservadurismo, el fundamentalismo religioso y la hiper complejización y feminización de los problemas sociales, demandan un esfuerzo mayor.

El lema de este año es "Que nadie se quede atrás: Pongamos fin a la violencia contra las mujeres y niñas". Si bien esta es una demanda a los poderes patriarcales que dificultan el acceso de las mujeres a sus derechos humanos y una vida sin violencia, también es saludable llevarlo al interior de los movimientos de mujeres, para provocar una reflexión respecto a la forma como los feminismos y las mujeres participantes en ellos se relacionan entre ellas y con las dinámicas de poder, privilegios y representaciones que las involucran.

Hace un tiempo, la feminista F. C. una mujer trans, fue el target de bullying y acoso en redes sociales que duró meses, el cual incluyó difamación en Twitter y Facebook, artículos en blogs y websites y cartas a organizaciones de mujeres e instituciones públicas en las cuales se solicitaba prohibir su presencia en los espacios de activismos.

Las mujeres todavía peleamos entre nosotras con las armas del patriarcado

¿Quienes hacían esto? Feministas que habían sido sus amigas ¿Por qué? Desacuerdos relacionados con el activismo. F.C. fue marginalizada e incluso perdió oportunidades laborales. Lo más grave fue la profunda depresión que la afectó y la soledad en que tuvo que vivirla.

Casos como este no son extraños, son expresión de la destructiva socialización a que nos someten para complacer y reproducir el patriarcado a costa de nuestra integridad como mujeres. Somos el resultado de siglos de pedagogía para la desconfianza entre mujeres, validación y reproducción de nuestra opresión y condicionamiento a la competencia mutua. Declararnos feministas no cambia esto en lo absoluto.

Las mujeres todavía peleamos entre nosotras con las armas del patriarcado. Esta es la raíz de nuestra incapacidad para lidiar con los conflictos entre nosotras de una manera no deshumanizante: Sólo podemos dar de lo que tenemos y mientras tengamos identidades de objetos y no podamos desarrollar empatía de género, las mujeres seremos expertas agentes de misoginia.

El patriarcado entra en conflicto para vencer al oponente y las mujeres hemos aprendido estos paradigmas para relacionarnos entre nosotras. Aún si se lograra la total erradicación de la opresión femenina, el conflicto existiría. No obstante, esto es positivo, si pensamos en el conflicto como una oportunidad pedagógica, una instancia para ejercer una ética de resolución de problemas que tenga como centro el respeto a nuestra condición de humanas diversas e igualmente diferentes.

Me molesta la violencia machista con sus bemoles materiales y simbólicos, pero también la reproducción de la exclusión patriarcal en los feminismos, la censura a las opiniones e identidades disidentes, el extractivismo intelectual, la formación de camarillas para perjudicar a otras, la usurpación de luchas, lenguajes y resistencias para beneficio particular de alguna. Estas prácticas son anti-mujer y lo más peligroso para el avance de las luchas de las mujeres, es que las mismas mujeres limiten ese avance. Tan importante como aprender a luchar y a unirse, es aprender a pelear para no quebrarse ni quebrar a otras.

La controversia no debería ser un evento extraordinario y trágico, sino un espacio de deliberación y aprendizaje, simplemente porque entre quienes se ven como iguales no hay oponentes, sino interlocutoras, por lo tanto, nos da la oportunidad de validar los saberes y experiencias de cada una, lo que hace posible explorar nuevos paradigmas para resolver los conflictos. Esta mirada del conflicto como parte de la construcción de movimiento, considera cómo influyen en esto la historia personal, el privilegio, las dinámicas de poder y el control del conocimiento.

Muchas cosas que las mujeres- feministas o no- hacemos no son feministas, sino algo mejor: expresiones de nuestra humanidad

No siempre vamos a encontrar puntos en común, pero esto no nos hace menos personas ni nuestras luchas menos legítimas: Se puede colaborar o estar de acuerdo en el desacuerdo, si decidimos ahorrarnos la infame presencia del Feministómetro. Muchas cosas que las mujeres- feministas o no- hacemos no son feministas, sino algo mejor: Expresiones de nuestra humanidad. No deberíamos renegar de ellas.

Romper con la socialización negativa significa comprometerse con nuevas prácticas y esto puede ser en sí mismo una fuente de conflictos. Por ello, este cambio en la forma de confrontar entre mujeres no es posible sin la sororidad, sin un acuerdo explicito y estratégico de colaboración entre mujeres en el contexto patriarcal basado en el principio pro-humanización, que posibilita la acción de respeto entre nosotras para discutir sin excluir ni destruir.

La idea radical de que las mujeres somos personas es la noción básica del feminismo

Es fácil ser 'sororal' con quien nos cae bien, con quien se nos parece o asimila nuestras ideas. El verdadero desafío es lo opuesto. A veces me critican por hablar de sororidad siendo tan díscola. Desde chiquita me acojono fácilmente con propios y extraños y mi educación con las monjas no lo solucionó en lo absoluto. Y esto, aunque no lo crean, me hace antipática pero no menos dispuesta a dar y recibir sororidad; porque no se trata de quererse para toda la vida, de ser buenita 24/7, de intercambiar tarjetas Hallmark o de encontrarse razón en todo.

Es una estrategia política, un conjunto de acciones pensadas en función de objetivos, partiendo por el básico: Sobrevivir en sociedades misóginas. No me interesa un mirada feminista donde yo no me vea humana. La idea radical de que las mujeres somos personas es la noción básica del feminismo. Personas, por lo tanto, seres falibles, imperfectas, con áreas rugosas, momentos de duda y retroceso, con traumas y espacios vacíos. Aceptar nuestra humanidad diversa, contradictoria y conflictiva es un paso fundamental hacia esa liberación en hermandad que se nos muestra a menudo muy miope y esquiva.

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