Siempre Pessoa

Siempre Pessoa

Por Antonio Colinas

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La poesía auténtica, verdadera, de los poetas que ya se fueron, siempre ha sido el resultado de superar la dura prueba del paso del tiempo, de una decantación. Esa prueba ha sido superada por Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935) con creces y además, entre nosotros, avalada por una serie de valiosas ediciones, de ayer y de hoy, entre las que debemos destacar la última que se ha publicado. Me refiero a la Antología Bilingüe Pessoa múltiple, editada por el Fondo de Cultura Económica y con estudio previo, traducción y notas de Jerónimo Pizarro, profesor de la Universidad de los Andes, de Bogotá, y Nicolás Barbosa.

Es muy significativo el calificativo de "múltiple", aplicado al título de este libro, pues si hay un poeta polífónico, conscientemente variado, autor de cambios y de voces, este es Pessoa. Me refiero a que hay autores "monocordes" fieles a una única y valiosa voz propia; autores, decimos, de "un único y valioso poema que se repite"; pero hay otros que apuestan por esa libertad extrema que supone añadir voces a su voz, diversidad de temas y tonos al natural y fluido proceso de escribir. Y, a veces, para remarcarlos, utilizan los heterónimos. En este caso, el autor originario siempre es el mismo, e igualmente valioso, pero su voz, –gracias a un poderoso don creativo– se muta y transforma en otras voces.

Esto que digo es primordial y muy llamativo en Pessoa y excelente ejemplo de ello es esta antología que recomendamos. Es cierto que cada uno solemos preferir –de acuerdo con nuestros gustos de lectores–, uno sólo de este Pessoa de Pessoas, pero la admiración hacia su labor siempre es global por la originalidad y destreza del poeta portugués.

En mi caso, siempre son los poemas del heterónimo Alberto Caeiro –cuidador de rebaños, como Hesíodo, el primer poeta europeo– desde que leí, hace ya muchos años, la versión que de sus poemas nos ofreciera Ángel Crespo en la colección Adonais (1957). Luego vino mi lectura en portugués de los mismos gracias al regalo que de la obra de Pessoa me hiciera otro gran traductor y poeta, José Bento. Desde entonces, he tenido a los poemas de Caeiro, como una de las cimas de la poesía de todos los tiempos, y es así por su sintonía con otras culturas, específicamente con las de Extremo Oriente y, aún más concretamente, con el pensamiento taoísta.

Pero no hay que olvidar el resto de los libros de Pessoa (los de Reis y Campos), polifónicos por dos razones: a veces por las que imponen los heterónimos (paganismo, neoclasicismo, vanguardia), pero también por aventurarse en otros campos como son los de sus Poemas franceses, Fausto, Rubayatas o los Poemas juveniles. Lo importante es cuanto ya hemos comenzado señalando: la bondad de esta precisa edición que revela esa voz de voces que es la poesía de Fernando Pessoa –autor total si pensamos en su Libro del desasosiego–, genial ya desde ese prodigioso fruto de juventud, esa muestra de sabiduría radical, sencillísima y pura, que fueron los poemas de su Alberto Caeiro.

***

El siguiente es el poema El misterio de las cosas, ¿Dónde está?

El misterio de las cosas, ¿dónde está?

¿Dónde está que no aparece

al menos para mostrarnos qué es misterio?

¿Qué sabe el río sobre esto y qué sabe el árbol?

Y yo, que no soy más real que ellos, ¿qué sé sobre esto?

Siempre que miro las cosas pienso lo que los hombres

piensan de ellas,

río como un arroyuelo que suena alrededor de una piedra.

Pues el único sentido de las cosas

es que ellas no tengan ningún sentido oculto.

Es más extraño que todas las extrañezas

y que los sueños de todos los poetas

y los pensamiento de todos los filósofos,

que las cosas en realidad sean lo que parecen ser

y no haya nada que comprender.

Sí, he aquí lo que mis sentidos aprendieron solos:

las cosas no tienen significado: tienen existencia.

Las cosas son el único sentido oculto de las cosas.

Cuando no te tenía

Cuando no te tenía

amaba la Naturaleza como un monje sereno a Cristo...

Ahora amo la Naturaleza

como un monje sereno a la Virgen María,

religiosamente, a mi modo, como antiguamente,

pero de otra manera más conmovida y cercana...

Veo mejor los ríos cuando voy contigo

por los campos hasta la orilla de los ríos;

sentado a tu lado observando las nubes

las observo mejor...

Tú no me arrebataste la Naturaleza...

Tú no me cambiaste la Naturaleza...

Trajiste la Naturaleza hasta mi lado,

en virtud de que existes la veo mejor, pero igual,

en virtud de que me amas, la amo del mismo modo, pero más,

en virtud de que me escogiste para tenerte y amarte,

mis ojos clavaron más tiempo en ella

que todas las otras cosas.

No me arrepiento de lo que otrora fui

porque aún lo soy.

Solo me arrepiento de no haberte amado otrora.

*Antonio Colinas (León, España, 1946). Su último libro es Memorias del estanque(Siruela).

Este artículo fue publicado originalmente en la web de WMagazín, la revista literaria online dirigida por el periodista Winston Manrique Sabogal, un espacio para conversar con sosiego sobre literatura, donde él es cronista de encuentros, reportajes y entrevistas a ambos lados del Atlántico, y los lectores son los coautores, con sus lecturas y comentarios.