El inicio de una revolución extraordinaria

El inicio de una revolución extraordinaria

Activistas a favor de la legalización del aborto en Buenos Aires, Argentina, el 9 de agosto de 2018.NurPhoto via Getty Images

La marea verde que cubrió Argentina y toda la región nos ha dejado sacudidas, inspiradas y cuestionándonos. Ha sido sin duda un momento histórico en las movilizaciones a favor de los derechos humanos de las mujeres, que algunas ya denominan como la nueva ola del movimiento feminista.

Aunque recientemente en algunos parlamentos del mundo ha habido otras discusiones sobre el derechos de las mujeres a decidir sobre su cuerpo (como la que ocurrió en Irlanda), ninguna había generado tanto interés ni expectación como la de Argentina. La clave, lo que marca diferencia, es que en Argentina la discusión salió de los recintos legislativos e inundó las calles, alimentó las sobremesas, las charlas en el transporte público, los chats, las plataformas digitales, los traslados a pie y las esperas en los andenes.

En Argentina tomaron las calles millones de mujeres, igual las madres que durante décadas ha ocupado la Plaza de Mayo, que las adolescentes de 15 años que hace suya la voz combativa de muchas que ahora les heredan su pañuelo verde. Imágenes que cimbran, que simbólicamente dicen mucho y que ayudan a redimensionar los términos del debate.

No es novedad que el aborto sea uno de los temas en los que más haya costado avanzar en materia de derechos humanos de las mujeres. Aunque progresivamente la tendencia es hacia leyes menos restrictivas y hacia la despenalización, lo cierto es que queda un largo trecho por andar.

A diferencia de otros temas que en materia de derechos humanos de las mujeres registran un progreso sostenido (al menos en lo normativo), como ocurre con la violencia contra las mujeres, en el tema de aborto los avances han sido muy lentos y los riesgos de retrocesos siempre están latentes. Queda entonces preguntarse qué razones de fondo impiden el avance.

En el trasfondo del debate se encuentra el llamado mandato de la maternidad que culturalmente cae como lápida sobre las mujeres. Las mujeres, de acuerdo a este mandato, debemos siempre, por naturaleza y en todo momento, tener el deseo de ser madres por sobre cualquier otro deseo (si es que otro deseo nos es permitido).

Es quizás por eso que lo que ocurrió en Argentina es tan relevante; a pesar que la ley no pasó, hay un aire de esperanza y energías renovadas.

Nuestro destino en la vida es ser madres y debemos cumplir con él, por ello quienes interrumpen un embarazo están transgrediendo ese destino, ese rol que se nos ha asignado en la vida como el más importante.

La criminalización del aborto es una forma de lo que Michel Focault llamó un "dispositivo de control" en este caso sobre la sexualidad y la reproducción. Estos dispositivos de control diseñados desde el poder (del Estado, de las élites) hacen que se mantenga el estatus quo y las relaciones de poder que generan situaciones de opresión y subordinación.

Asimismo el aborto se sigue viendo como un tema religioso y/o de ideología, no como un tema de salud pública, de justicia social y de derechos humanos. Es decir, si el debate se da en el terreno ideológico o religioso cada quien defenderá sus creencias, si se discute como un asunto de salud pública, de justicia social y de derechos, es entonces el Estado el que tiene que regular en aras del bienestar de su población.

El debate del aborto es un debate sobre las normas culturales, sobre el papel del Estado, sobre lo que queremos ser como sociedad. Es quizás por eso que lo que ocurrió en Argentina es tan relevante; a pesar que la ley no pasó, hay un aire de esperanza y energías renovadas.

Lo que las argentinas lograron fue comenzar a cambiar la narrativa con el hashtag #AbortoLegalYa: del discurso dicotómico del "a favor o en contra" al discurso del legal o clandestino; del discurso de la vida del producto de la concepción a salvar la vida de las mujeres que mueren por abortos clandestinos (las mujeres pobres); del discurso de una imposición a una ley que no obliga a nadie y que salva vidas. Con el ya viejo lema feminista de educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto para no morir las argentinas han hecho historia y, como dijo en un reciente artículo Claudia Piñeira, "el aborto ya es ley, lo decidió la sociedad".

Un cambio de narrativa similar se logró en la Ciudad de México cuando, después de una larga lucha, se logró despenalizar el aborto hasta las 12 semanas de gestación. Socialmente la discusión en Argentina está en un lugar muy distinto, ha quedado de manifiesto que el costo político de votar en contra es alto y el movimiento feminista argentino vive un momento histórico con un apoyo social sin precedentes.

En México nos preguntamos cómo lograr movilizaciones tan masivas como las de Argentina.

Los procesos de cambio y transformación cultural son incrementales y no son lineales. Para Argentina sí ha habido un día después de la no aprobación de la ley: miles de argentinos y argentinas haciendo fila para renunciar a la Iglesia católica, debates públicos sobre otras alternativas legales o qué hacer para avergonzar a las y lo senadores que votaron en contra.

La movilización social argentina, tan plural, tan dinámica, tan de todas y todos, ha sido muy inspiradora y ha detonado nuevos procesos de diálogo en países de la región: en México nos preguntamos cómo lograr movilizaciones tan masivas como las de Argentina, en Chile un grupo de diputadas ya están pensando en presentar un proyecto de ley. La región de América Latina respira una revolución y esa revolución es feminista.

Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' México.