La publicidad nos invade en el Metro de Madrid

La publicidad nos invade en el Metro de Madrid

La publicidad se está ganando a pulso una mala reputación entre la mayoría de las personas, y con bastante razón. Ya no sólo porque los anuncios sean la síntesis de lo peorcito de nuestro sistema (consumismo, estereotipos, violencia, racismo, clasismo...), sino porque cada vez tienen menos en cuenta la opinión y las necesidades reales de la gente. Se les ve el plumero, se nota a la legua que sólo buscan el beneficio económico, y esa no es precisamente una buena publicidad de sí mismos.

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En qué clase de personas nos hemos convertido si el concepto de malo, dañino y perverso lo llegamos a considerar bueno, beneficioso o justo. Ya sólo esta premisa debería hacernos temblar. "El fin justifica los medios", "Yo lo hago por dinero", "Es lo que pide el cliente" son las frases favoritas de aquellos que carecen de escrúpulos, esos a los que les importa un carajo el que tienen al lado porque no le ven como a una persona sino como un número. ¿Cómo te llamas? Siete noventa y nueve. Encantada, yo quinientos dos.

La publicidad se está ganando a pulso una mala reputación entre la mayoría de las personas, y con bastante razón. Ya no sólo porque los anuncios sean la síntesis de lo peorcito de nuestro sistema (consumismo, estereotipos, violencia, racismo, clasismo...), sino porque cada vez tienen menos en cuenta la opinión y las necesidades reales de la gente. Se les ve el plumero, se nota a la legua que sólo buscan el beneficio económico, y esa no es precisamente una buena publicidad de sí mismos.

Últimamente están muy de moda estas instalaciones site specific que consisten en llenar un espacio por el que tienen que pasar los viandantes: plazas, estaciones de metro, intercambiadores... Sales tranquilamente del tren después de un día de trabajo y te ves inmersa en la nueva película de animación 3D caminando por pasillos de selva amazónica, rodeada por cepillos y tostadoras flotantes sobredimensionadas o, como en esta última campaña de MAC, atemorizada por cientos de ojos gigantes maquillados que te observan sin pestañear hasta la mismísima salida.

La publicidad es la nueva forma de polución de las ciudades, y está sobrepasando los límites de salubridad.

Señores del Metro de Madrid, ¿de verdad es necesario que los ciudadanos tengamos que pasar por esto? ¿Qué será lo próximo, vestirnos de época con pelucas y miriñaques para ir a juego con la promoción?, ¿o recitar unas palabras mágicas para que se abran los tornos convertidos en la cueva de Alí Babá? Hasta el gorro del Ambient Marketing. Ustedes no están ambientando: están contaminando. La publicidad es la nueva forma de polución de las ciudades, y está sobrepasando los límites de salubridad.

Esta campaña de cosméticos MAC me recuerda a aquella escena de La Naranja Mecánica donde obligan al protagonista a mantener los ojos abiertos para ver determinadas imágenes, y el efecto que consigue es bastante similar: rechazo total. Me hace sentir intimidada, avasallada en mi espacio íntimo y personal. Por otro lado, tampoco queda claro el mensaje: ¿qué quieren decir todos esos ojos mirándonos?, ¿creen que por ver la marca vamos a salir corriendo a comprar a la tienda? Uups, acabo de pisar un ojo maquillado, ¿será una señal?

Algunos titulados en marketing asegurarán que el objetivo de la campaña se ha cumplido, porque se habla de ella (por favor léanse el primer párrafo de nuevo, quédense allí en bucle si hace falta). Otros dirán que lo mejor es no comentarla, porque les da mayor publicidad; y en este punto, también discrepo. Callarse nunca es la solución a nada, es meter la cabeza bajo tierra, dejar que pase y que siga pasando. Denunciar en alto este tipo de prácticas permite, por una parte, educar la mirada a otros espectadores y, por otra, lanzar un mensaje de rechazo al resto de marcas. La mala publicidad no es positiva. Puede que aumente el número de personas que ven la campaña, pero también aumenta la capacidad crítica de los consumidores, y eso es precisamente lo que necesitamos. No vamos a terminar con las malas prácticas del marketing, pero sí podemos reforzar nuestro filtro ante ellas. Esa es nuestra baza.

Por supuesto, también sirve denunciar mediante organismos oficiales como el Observatorio de la Publicidad, exigiendo la retirada de los mismos, o pedir hojas de reclamación al propio Metro de Madrid y dejar constancia de nuestra mala experiencia en el servicio.

Otra estrategia efectiva es hacer llegar a la marca lo que pensamos de su publicidad de una forma rápida, limpia y ocupando mucho menos espacio que ella: 140 caracteres. @MACcosmetics