No molesten al humoristo

No molesten al humoristo

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Hay una nueva moda en la ciudad. Consiste en que cuando alguien te manifiesta su descontento con algo que has hecho, en lugar de aceptar la autenticidad de su gesto y asumir tu parte de responsabilidad, le dices que se ha hecho el ofendido/a. Dicen que es la bomba para quemar calorías, es como lo de echar balones fuera, pero sin sudar. También dicen que proporciona grandes dosis de placer instantáneo con beneficios visibles para el cuerpo: ausencia total de remordimientos, estabilización del ritmo cardiaco, mejora la calidad del sueño... Normal. La conciencia, esa vocecita que te avisa cuando haces algo incorrecto, se queda totalmente anestesiada y no sólo eso: además se regocija en el mal ajeno. Ya que en la expresión "hacerse el ofendido" no hay más sujeto causante que aquel que finge su propia desgracia. Cuidado porque esta nueva droga engancha.

Pero no sólo no admitimos la legitimidad de un cabreo (manda huevos) sino que nos molesta que alguien ose tosernos. No sólo yo no admito que te he molestado, sino que tú me estás molestando a mí por haberte molestado. Sí, esta maniobra requiere un nivel de pericia muy superior al típico 'dar la vuelta a la tortilla'. Hay que darla, pero de campana, tres veces seguidas. Para triunfar en este estilo se puede tirar de frases hechas tipo: "eres una exagerada", "ese comportamiento no es propio de ti", "pierdes la compostura", "estás montando el circo".... Lindezas como las que le han dedicado periodistos deportivos de todo el mundo con artículos que podrían ser la guía perfecta para todo aquel que quiera iniciarse en el arte del revés, pero no de raqueta. Ellos sí se puede despachar a gusto con la tenista porque son hombres y no les resta.

"En la expresión "hacerse el ofendido" no hay más sujeto causante que aquel que finge su propia desgracia"

"¡Si es que ya no se va a poder ni hablar!". Atentos que aquí viene otra modalidad: cuando alguien te sugiere que tus palabras han sido hirientes ¡ni se te ocurra dudar! Hay que sacar pecho, levantar barbilla y lanzar adjetivos como "moralizante", "puritanismo" o "radical". Esto deja noqueado unos segundos al contrincante y te asegura la victoria absoluta, pero advertimos: su uso continuado puede provocar un drástico aumento de peso, que te salgan escamas y convertirte en dinosaurio. Y si no que se lo pregunten al colectivo gitano, que se ha manifestado recientemente por los chistes de dudoso gusto del cómico Rober Bodegas. ¡Si es que ya no se va a poder hacer comedia! se han quejado algunos humoristos, para acto seguido jugar la baza de lo de hacerse el ofendido, ¡perdón! El ofendidito. Según Pantomima Full, el dúo del que forma parte el propio Bodegas, y muchos de sus compañeros (qué casualidad que no hay mujeres ni gitanos entre ellos) quienes tienen algo que revisarse no son quienes hacen los chistes sino los que no se ríen. A esto se le llama rizar el rizo.

¿Pero es que nadie puede aceptar un enfado sin cuestionarlo? Habrá algo de sinceridad, digo yo, en ese sentimiento humano. Nos sobra demasiado ego y nos falta empatía. Quizás no se trata sólo de un chiste, ni tampoco de un gesto, quizás se trata de que llevamos años colmando el vaso. Abramos el encuadre y analicemos cuántas veces esos a quienes llamamos "los ofendiditos" y "las ofendiditas", como Serena Williams o el colectivo gitano, han tenido que tragar saliva y soportar que les miren mal, que les insulten, que les traten sin respeto o de manera desigual. Es comprensible que en algún momento exploten; lo extraño sería que no lo hiciesen. Por otro lado, nada justifica las amenazas ni tampoco los malos modos de quienes se ofenden. No se puede exigir respeto y al mismo tiempo perderlo. Enviar a la cárcel a quien ofende tampoco es la solución. ¡Un poquito de cordura por favor!

"Según Pantomima Full, quienes tienen algo que revisarse no son quienes hacen los chistes sino los que no se ríen. A esto se le llama rizar el rizo"

En lugar de rechazarlo todo y continuar discutiendo, no estaría nada mal que por una vez nos escuchásemos. De todo esto podemos aprender que la cultura también puede servir para superar creencias y estereotipos rancios. Que cuidar las formas y revisar contenidos conlleva un esfuerzo, pero quizás sólo sea necesario al principio, hasta que aquello de mirar por los demás lo tengamos más integrado. Que podemos intentar equilibrar un poco más la balanza y dirigir los zascas hacia otro lado para vaciar un poco el vaso de quienes soportan demasiado. También podemos aprender a pedir disculpas (bien por ti Rober Bodegas, ahí te has marcado un tanto) porque igual que el derecho a cabrearnos también tenemos el de equivocarnos... Al fin y al cabo, somos seres humanos.