“Hay pacientes que en su baja han ocultado el diagnóstico de viruela del mono por el estigma”
Entrevista a Eloy Tarín Vicente, dermatólogo en el 12 de Octubre y coautor de un importante estudio sobre 'monkeypox', una enfermedad que no deja de soprenderlo.
El pasado mes de mayo, cuando la pandemia por covid empezaba a salir de la mente y de la vida de la mayoría de los españoles, una nueva y desconocida amenaza –al menos en Occidente– comenzó a preocupar, primero a médicos y pacientes, y después al resto de la población: era la viruela del mono. Enseguida, se establecieron conclusiones algo precipitadas y estigmatizantes, que asociaban esta enfermedad al colectivo LGTBI.
Casi cuatro meses después, se ha avanzado significativamente. Aunque siguen descubriendo aspectos nuevos cada día, los expertos conocen mucho mejor la dolencia, y la vacunación progresa. Pero también hay datos negativos: los casos continúan aumentando, España sigue a la cabeza de contagios en Europa –más de 6.400 desde que comenzó el brote–, y el estigma y los estereotipos todavía pesan.
Siendo España uno de los primeros países en registrar estas infecciones, también es uno de los lugares donde más se está estudiando la viruela del mono o monkeypox. Una investigación realizada por los hospitales 12 de Octubre (Madrid), Germans Trias y Vall d’Hebrón (Barcelona), publicada en la revista The Lancet, reveló hace unas semanas los principales hallazgos observados en 181 pacientes, entre otros que “el contacto piel con piel es la causa más probable de transmisión” de la enfermedad.
El HuffPost ha charlado sobre el tema con el doctor Eloy Tarín Vicente, dermatólogo en el 12 de Octubre y uno de los autores de este estudio. Tarín confiesa que, después de muchos años estudiando y tratando infecciones de transmisión sexual, la llegada de la viruela símica ha reforzado su interés por “montar en el 12 de Octubre una unidad de atención holística para este tipo de enfermedades, de pacientes y de necesidades”.
¿Qué estáis viendo principalmente estos días en pacientes con viruela del mono? ¿Qué es lo que más os ha sorprendido en este tiempo?
Desde el primer momento, a mí me sorprendió todo. Vi casos muy precoces en el hospital, de los de la primera y segunda semana de mayo, y vimos que era algo totalmente distinto a lo que conocíamos, incluso distinto a brotes previos, no sólo en cuanto a la forma de contagio –es más por contacto físico íntimo directo piel con piel, y no tanto respiratorio–, sino también por la clínica [síntomas]: es más suave, sigue un orden determinado, se agrupa en unas zonas determinadas y luego se disemina. Nos está gustando mucho estudiarlo.
Además, no sabemos si es que antes pasábamos cosas por alto, pero por ejemplo ahora vemos más amigdalitis, unas formas [de enfermedad] que en su punto de entrada dan lesiones y tumefacción importante en amígdalas, igual que hemos visto proctitis [inflamación de la mucosa rectal] cuando la entrada del virus se ha dado por vía sexual anal receptiva. Esto lo habíamos visto con enfermedades como clamidia, gonorrea, que producen unas proctitis muy dolorosas y con mucha fiebre. La viruela del mono es una enfermedad bastante llamativa, bastante sorprendente. Ahora tenemos muchos proyectos abiertos de investigación.
Dices que os está “gustando mucho” estudiar esta enfermedad.
Desde el punto de vista médico, es una enfermedad que se manifiesta de manera muy llamativa. Luego, las complicaciones que tiene, las proctitis, son muy dolorosas. Cuando no se conocía esto, los tratamientos que se daban no eran los más adecuados. Ahora se han hecho protocolos muy elaborados de cara a analgesia escalada para las proctitis, que realmente son un sinvivir.
¿Es el síntoma más doloroso que estáis viendo?
Es absolutamente doloroso. Las lesiones en la piel pueden picar, pueden escocer, pueden ser asintomáticas y que simplemente se vean… pero las proctitis traen a los pacientes de cabeza, en cuanto a picor insoportable, en cuanto a dolor que necesita múltiples analgésicos combinados y aun así no termina de mejorar… Es la complicación más dolorosa de esta enfermedad cuando se adquiere por sexo anal receptivo.
Entonces, ¿las proctitis sólo se producen cuando la transmisión se da vía sexo anal?
Generalmente, es un síntoma de puerta de entrada, por sexo anal u oroanal. No estamos viendo casos en los que el virus entre por otra vía y afecte a ese tejido [rectal] al diseminarse.
Comentas que incluso estáis viendo una posible evolución en los síntomas. ¿Preocupa que el virus pueda estar mutando, o sería precipitado plantear esto?
Creo que es precipitado hablar de eso, pero hay varios estudios en marcha para tratar el tema de inmunología y secuenciación, y vamos a ver cuáles son las diferencias con variantes previas que han producido otros brotes, y establecer conclusiones sobre esa base. También hay estudios que van en la dirección de ver si el virus muta intrahuésped, si hay un cambio desde el inicio hasta el fin, etcétera.
Cuando señalas las diferencias entre este brote y los anteriores, ¿hablamos de casos previos de viruela del mono, o a la viruela ‘clásica’?
Me refiero en comparación con la propia viruela del mono. Con la viruela antigua, nada que ver. La clínica era muy florida. Era una enfermedad muy grave de la que sólo se acordarán los nacidos antes de los 80, o quienes lean los tratados de aquel entonces. En cuanto al propio monkeypox, hay diferencias con respecto a lo que vemos ahora. Antes la transmisión era predominantemente respiratoria, mientras que ahora parece que el virus tiene predilección por transmitirse de esta otra forma, y que ha encontrado en el contacto íntimo un nicho a través del cual propagarse eficazmente.
¿Qué tratamiento se está dando a los pacientes?
Principalmente, control de los síntomas. Tratamiento analgésico en casos en los que hay fiebre, malestar general, y en las proctitis, escalada analgésica progresiva hasta controlarlo o hasta que remita. Se trata de aliviar el dolor y el síntoma, porque no hay una gran disponibilidad del fármaco dirigido para extender su uso a nivel poblacional, y tampoco se utiliza en los casos más leves.
¿Hasta qué punto están protegidas las personas que recibieron la vacuna de la viruela clásica?
Hacen falta más estudios en este sentido. Tenemos casos de monkeypox en pacientes vacunados, en un rango de edad muy amplio. Generalmente, han pasado años desde esa vacunación, y la inmunidad vacunal acaba perdiéndose con el paso del tiempo, o con la debilitación del sistema inmune ante casos de inmunosupresión. Hemos tenido casos de vacunados nacidos antes de 1980, así que no podemos establecer conclusiones en este sentido. El monkeypox no es una enfermedad tan grave como podía ser la viruela, pero hay pacientes vacunados que desarrollan el cuadro completo: malestar general, fiebre, lesiones en puerta de entrada y lesiones diseminadas posteriormente.
¿Los procesos de aislamiento se han hecho de forma correcta en España? Hay quienes opinan que no.
Dentro de que el libre albedrío es el que es, y tiene que serlo, porque si no estaríamos en otro tipo de sistema, lo que toca es apelar al sentido común, tanto de pacientes como de contactos de pacientes. Tratamos de que haya un conocimiento sobre cómo son estas lesiones para evitar que haya un contagio por contacto inadvertido con ellas, y apelar a la responsabilidad individual de los pacientes, de cara a, habiendo lesiones activas, evitar que haya contagio por contacto con estas, o bien en domicilios –compartiendo toallas–, o bien en el ámbito de relaciones íntimas.
Y en la vacunación, ¿ha habido errores? ¿Podría mejorarse este abordaje?
La estrategia inicial de administrar la vacuna a contactos de pacientes generalmente no evitaba que luego estos contactos desarrollasen síntomas. Nuestro estudio apunta que el periodo de incubación tiene una mediana de siete días, aunque varía según las formas de manifestación. Cuando aparecen lesiones en puerta de entrada –área genital, perianal u oral–, el periodo suele ser más cortito, de unos cinco días. Cuando aparece en forma de amigdalitis o proctitis, este periodo suele ser más largo, de unos diez días.
Dicho esto, es complicado que tras la administración de una vacuna se pueda generar una respuesta inmunitaria protectora que evite el desarrollo de la enfermedad si el contagio ya ha tenido lugar. Es decir, la enfermedad se desarrolla antes de que el organismo haya podido establecer sus mecanismos de respuesta [por la vacuna]. La estrategia actual, al disponer de más dosis de vacuna, es aparentemente más acertada para generar protección de cara a contactos que puedan darse.
En un principio se criticó bastante la manera de informar sobre el brote, incluso en el caso de organismos sanitarios, porque podía crear estigma en la comunidad LGTBI y acabar complicando el acceso a consultas por parte de potenciales pacientes. ¿Cómo valora esto?
Creo que sí se ha sentido ese malestar [entre la comunidad LGTBI y los pacientes]. Por ejemplo, cuando contactaba con algún paciente para hacer seguimiento telefónico, algunos me recibían ya a la defensiva, como: ‘Menuda persecución la que estáis montando’. Les respondía que sólo me interesaba por su bienestar, tratando de enterarme de cómo funciona esto para poder entender mejor los procesos. Sé también de pacientes que en su baja médica han ocultado el diagnóstico, o han argüido otra causa –infección por covid o lo que sea– como motivo de la misma. El covid está visto de otra forma que el monkeypox.
Estamos implicados en algunos estudios que abordan más esta esfera psicológica, emocional, respecto al paciente con monkeypox y cómo este interactúa con la sociedad respecto al diagnóstico. Desde luego, es una situación complicada. Es bastante estigmatizante, tanto la propia enfermedad en el sentido literal, por las cicatrices, como la sociedad en un sentido más amplio, respecto al diagnóstico y lo que puede conllevar. La sociedad asocia el monkeypox a un colectivo, pero, por suerte, las enfermedades no son de nadie. Hay factores de riesgo, hay pacientes y hay necesidades a las que dar cobertura, pero poco más.