'Greenwashing'
Ahora todos dicen ser verdes, hacer políticas verdes y ser devotos de la economía verde. El lavado de cara ha llegado hasta el PP de Isabel Díaz Ayuso. Ver para creer.
La pseudociencia y el negacionismo climático resisten numantinamente en España gracias a la extrema derecha, son el último bastión al que se agarran. En su cuestionamiento del cambio climático, Vox señala recientemente en el Congreso de los Diputados; “Que se caliente un poquito más el planeta, evitará muertes por frío. El cambio climático no es una amenaza para la supervivencia”.
Originales en esto no son, la verdad. Mariano Rajoy en 2007 afirmaba sobre cambio climático: “Yo de este asunto sé poco, pero mi primo que es físico supongo que sabrá … ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?... no podemos convertir esta cuestión en el gran problema mundial”.
Como en tantas cuestiones, el límite que separa al PP de Vox es una delgada línea azul
El gobierno del PP trajo una involución climática; eliminación del fomento de las energías renovables, creación del impuesto al sol, incumplimiento sistemático de todos los compromisos medioambientales de la UE, ninguna política activa sobre descarbonización, la economía circular no se implanto y bajada drástica las inversiones para mitigar el cambio climático.
El Gobierno de Pedro Sánchez ha tenido que realizar una labor ingente en materia legislativa, de planificación y estrategia junto a políticas activas en estos tres años. Desde el lenguaje, por fin, se empezó hablar de ley de cambio climático, estrategia de movilidad sostenible y de algo aún más importante; el presente y futuro de nuestro país pasa por la transición ecológica de la economía.
El “greenwashing” del sector empresarial ha sido notorio y anticipado al del PP. Las grandes corporaciones, con matices y reticencias, han comprendido que el futuro pasa inexorablemente por esa transición a una economía verde y sostenible. Saben que es una necesidad para sus propios beneficios, aunque tratan de “estirar el chicle” del modelo en que han vivido décadas, son plenamente conscientes que ese pasado nunca más volverá. Probablemente piensan más en economía, a secas, que en su categoría de verde, pero el paso dado ya no tiene vuelta atrás.
De hecho, y tal como refleja el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia de la UE, las inversiones vendrán esencialmente de proyectos y actuaciones en el campo de la transición ecológica y la digitalización. El plan aprobado para nuestro país de 140.000 millones de euros, con el impulso decidido y comprometido del Presidente del Gobierno, obtiene un sobresaliente de la Comisión Europa debido a su compromiso serio y riguroso con la transición ecológica de España.
Ahora, algunos se autoproclaman poseedores de la etiqueta “verde” dentro de la política española, especialmente en la izquierda. Para mí, las etiquetas se demuestran a través de las políticas y acciones que se desarrollan cuando se tiene la responsabilidad de gobernar. Una cosa muy distinta es decir, y otra, es hacer. Y es un hecho irrefutable que, por el conjunto de medidas legislativas, políticas públicas y su decidida visión transformadora para el futuro del país, el partido verde en España es el PSOE.
Los socialistas además añadimos un concepto y políticas, que no son etiquetas, a esa transición ecológica; debe ser justa. Que alcance a todos y todas sin dejar a nadie atrás, es nuestra ideología.
El “greenwashing” que ha iniciado el PP resulta sonrojante si recordamos lo que no hicieron cuando debían desde los gobiernos, y si repasamos la hemeroteca en los casos concretos de Almeida y Ayuso suponen un insulto a la inteligencia; del “acabaremos con Madrid Central” al hurto a Vitoria de “green capital” por parte de Almeida o de “la contaminación no mata a nadie” al “hay que preservar la naturaleza” de Ayuso.
Siempre la derecha española acaba asumiendo todo aquello que reniega inicialmente, lo hace tratando de eliminar su valor político al grito de “eso no tiene ideología”. La extrema derecha que es fiel a su condición, lo llama “consenso progre”.