El olinguito, protagonista de la 'ciencia ciudadana'

El olinguito, protagonista de la 'ciencia ciudadana'

EFE

Hace ahora justo un año se producía el anuncio de que se había descubierto un nuevo animal en las selvas andinas. El del olinguito fue uno de los mayores descubrimientos de la historia reciente de la zoología. Y no solo porque sea encantador. Sus ojitos y su pinta de oso de peluche provocaron una oleada de 'ciencia ciudadana' que ha permitido saberlo casi todo del Bassaricyon neblina.

Cuando el equipo de científicos, capitaneado por un zoólogo del Smithsonian Institute mostró al mundo un breve vídeo de apenas unos segundos y las primeras fotografías del olinguito, apenas se sabía nada de él.

Y lo que se sabía no procedía de las selvas, su entorno natural, sino de los museos. El descubrimiento del olinguito es de esos que se puede llamar a la inversa. Los investigadores sabían que en algunos museos de historia natural, como el de Chicago, había pieles y osamentas de lo que ellos creían olingos, una especie de primo lejano. Pero el análisis de ADN demostraba que ahí afuera debía de haber otro animal emparentado pero de otra especie.

La expedición, que pasó varias semanas en la selva andina, entre Ecuador y Venezuela, sólo pudo fotografiar a un ejemplar aunque vieron unos cuantos más. Lo poco que averiguaron aparece en la revista Zookeys y en un artículo desacostumbradamente corto de la Wikipedia.

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Aunque pertenece a la orden Carnivora, el olinguito se alimenta principalmente de frutas y néctar de las flores y muy rara vez de insectos. Forma parte de la familia de los Procyonidae, la misma que la de los mapaches y los coatíes. Fundamentalmente nocturno, sólo tiene una cría a la vez.

Pero se desconocía todo lo demás. Su hábitat, de qué tipo de frutas se alimenta, cuáles son los árboles que prefiere para moverse, sus potenciales depredadores o un número aproximado de los ejemplares que hay. Su encanto ha ayudado a saberlo.

“Desde el día del nuestro anuncio, la información ha llegado como un torrente enviada por gente que ha aprovechado sus habilidades como fotógrafos u observadores para aprender más sobre este bello animal”, dice en una nota Kristofer Helgen, responsable de mamíferos del Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian y jefe de la expedición que descubrió al olinguito el año pasado.

Un año después, siguen llegándoles correos e imágenes de conservacionistas, turistas y habitantes locales. Con todos estos datos han podido establecer, por ejemplo, que el hábitat del olinguito, concentrado en las selvas de gran altitud, era en el pasado mucho más grande. Hoy apenas vive en el 42% del territorio que poblaba antes. El avance de la agricultura y la urbanización les está dejando sin espacio.

También han podido determinar las frutas de las que se alimentan y los árboles, unas pocas especies, donde prefieren vivir. Apenas bajan al suelo y se mueven de árbol en árbol. Además han confirmado que existen cuatro subespecies de olinguitos, aunque de dos de ellas apenas se sabe nada. Esta diversificación podría deberse a que, a pesar de vivir en una zona muy concreta, en la práctica las poblaciones viven muy aisladas entre sí.

Nombrado una de las especies más increíbles del año pasado, el olinguito además, está ayudando a conseguir fondos para las distintas reservas, como la de Mesenia-Paramillo en Colombia. Un dinero que también beneficia a otras especies de la zona. Así de increíble es este pequeño animal.