Del 'rechazo' editorial al superventas: la historia tras cuatro escritores españoles

Del 'rechazo' editorial al superventas: la historia tras cuatro escritores españoles

Publicar un libro y, encima, tener éxito no es nada fácil. Ni siquiera para quien sale en televisión.

Javier Castillo y Sonsoles Ónega.Suma de Letras-Mediaset

A Javier Castillo ya le conocen en Times Square (Nueva York). Parece un sueño hecho realidad y así es, porque conseguirlo le ha llevado a tocar las puertas de innumerables editoriales que no se las abrieron.

El malagueño de 33 años ahora es el tercer autor más vendido de España —por detrás de Fernando Aramburu y Arturo Pérez Reverte—, y sus libros están también en las librerías de otros muchos países. Ha tardado seis años en lograrlo.

Empezó a escribir su primera novela, El día que se perdió la cordura (Suma de Letras), en las idas y venidas en tren del trabajo —era asesor financiero—. Al terminarlo, del buen número de editoriales a las que lo envió, sólo le contestó una con el mensaje de que “ya le dirían algo”. Eso le hizo decidirse por subirla a Amazon: en dos semanas se había convertido en la número 1 de España, por encima de Ken Follet.

Vendía 1.000 libros diarios. Fue entonces cuando los roles se invirtieron y eran las editoriales las que se ponían en contacto con él. “La que hoy es mi editora me escribió un tuit pidiéndome que no firmara con nadie porque estaban muy interesados y dos días después me hicieron una oferta”, explicó el autor en Icon.

De ahí en adelante, sus novelas siempre han estado entre los títulos más vendidos. El escritor es para el mundialmente conocido Joël Dicker “el nuevo fenómeno de la literatura europea”.

Según el malagueño, para que un escritor pueda vivir de su profesión tendría que vender unos 15.000 libros al año. Él ha llegado a más de un millón de lectores sólo con El día que se perdió la cordura y sus dos primeras novelas serán adaptadas a una serie de televisión.

Como Javier Castillo, son varios los autores españoles que han pasado del ‘rechazo’ editorial y de buscarse la vida por sus propios medios a convertirse en escritores superventas.

Sonsoles Ónega

  Sonsoles Ónega en la gala 'TOP 100 Mujeres', en 2017.Carlos Alvarez via Getty Images

Parece que lo de que los autores con presencia en televisión lo tienen fácil para publicar es un mito, a juzgar por el caso de la presentadora de Ya es mediodía (Telecinco), Sonsoles Ónega. “Por eso me da rabia cuando dicen ‘mujer que trabaja en la tele y escribe es producto del marketing’. No. Cada una sabe por qué escribe y lo que ha padecido. Ni te imaginas lo que me ha costado llegar a una editorial”, explica la periodista, que se recuerda toda la vida escribiendo.

Escribía cartas de pequeña y luego relatos —“que creo que es un proceso por el que todo el mundo pasa”— que enviaba a concursos literarios con los que ha ganado algún premio pequeño.

“Pensaba que iba a ser escritora porque era lo que me gustaba. Escribí mi primera novela —Calle Habana, esquina Obispo—, que siempre digo que son 150 gramos de papel, y me recorrí todas las editoriales. Te hablo de 2001 y se publicó en 2005. La mandaba con todo el entusiasmo pensando que sería publicada a la primera porque confiaba mucho en ella. Nunca tuve suerte”, relata. Además, Ónega coleccionó las cartas de las editoriales, que decían todas lo mismo, “que no se ajusta a su colección”.

Pero si algo le caracteriza, dice, es la constancia, porque “el fracaso” es su “gasolina”. “Gané un premio enano de novela corta de una editorial pequeñita asturiana, pero no pasó nada con esa obra. No se distribuyó en ningún sitio, cuando todos tenemos la esperanza de verlo en La Casa del Libro en el escaparate, junto a Ken Follet”, comenta entre risas. Ahora está descatalogada y la periodista prefiere “no hablar de las miserias editoriales... porque nadie explica el porqué”.

Pensé 'esto es una maldición o alguien me está mandando un mensaje de abandona la literatura

Su segunda novela está inspirada en los atentados del 11M (Donde Dios no estuvo), que vivió como periodista, ya que deseaba rescatar los nombres que se quedaron en el sumario. “Tampoco tuvo ninguna fortuna, la publiqué con una editorial muy pequeñita y se lanzaron como 200 ejemplares. Seguí escribiendo Encuentros en Bonaval y aquí ya hay un cambio”. La autora se puso en manos de una agente literaria que le ayudó a llegar a la editorial Temas de Hoy.

Sin embargo, “no funcionó, y tengo la imagen grabada del día que me reuní con mi agente y me dijo que no habíamos cubierto el adelanto. Vi que era más difícil de lo que pensaba”, cuenta.

Fue entonces cuando escribió Nosotras que lo quisimos todo (7 ediciones), que se publicó en 2015 “antes de todo el ruido (en el buen sentido) feminista”. Alguien con quien Ónega tiene un amigo en común la hizo llegar a Planeta, donde casualmente trabajaba la persona que le publicó Encuentros en Bonaval, y ya vio “un poquito la luz”, que para ella “no es vender por ganar dinero, sino porque me lean. Se escribe para contar una historia a los demás”.

Esa publicación le abrió una ventana a los lectores, y llegó Después del amor (17 ediciones), que ganó el premio Fernando Lara. “Así te das cuenta de por qué se venden libros: la maquinaria, la promoción, la inversión en viajes... voy a cualquier feria, los libros se venden en las plazas. Mil besos prohibidos (10 ediciones) aterrizó con el aval de Después del amor”, explica.

Aunque ya tenía ese aval, a Sonsoles Ónega le daba pánico en ese momento lo que sigue temiendo a día de hoy, “que lo siguiente no guste o que no cumpla con las expectativas generadas en el lector”.

“De momento mantengo cierta fidelidad en el lector, pero los comienzos son horribles. Vende prestar al lector la atención que se merece. A alguien que compra un libro hay que hacerle una reverencia. Mi primer Sant Jordi me tocó firmar al lado de Ken Follet, que tenía una cola kilométrica y seis asistentes para entregarle el libro abierto por la página de la firma con un pósit con el nombre de la persona en cuestión, y yo creo que firmé uno o dos”, recuerda. Entre risas explica que pensó “esto es una maldición o alguien me está mandando un mensaje de abandona la literatura”.

Me arrodillo ante el lector que pierde su tiempo y hace una cola con calor, con lluvia o con viento

Pese a ello, hay algo que tiene clarísimo: el lector es soberano y decide dónde hace una cola, “por eso, me arrodillo ante el que pierde su tiempo y hace una cola con calor, con lluvia o con viento”.

La periodista también ha firmado en salas de centros comerciales en las que “no había nadie”. “Estábamos una señora y yo y le decía: usted decida qué quiere que hagamos, si charlamos o tomamos un café. Ella se reía, miraba a los lados extrañada y yo decía: mire, a usted nunca le ha ocurrido esto, pero a mí tampoco, no pasa nada”, cuenta entre risas (luego empezó a acercarse más gente que estaba en la zona de librería).

“Necesitamos lectores que lean lo que les guste, mejor o peor, y necesitamos escritores que no necesariamente tengan que ser como dice la élite de la crítica literaria. Gente que lea, que nos elija en lugar de una pantalla”, reivindica.

También los hay que dicen ‘yo no leo bestseller’, estigmatizando los superventas. “Vaya, ¿pero a usted le gustaría escribir uno? ¿Escribe para minorías? Luego leerán los programas electorales...”, bromea.

En estos momentos, Sonsoles Ónega tiene la cabeza a mil. “Estoy en esa fase desbordante de ideas, al mismo tiempo que me digo ‘no voy a saber contarlo, ordenarlo, encontrar la voz narradora, voy a dilapidar mi estilo, no tengo estilo, soy una impostora’... pero bueno, esto me pasa también en el plató”, explica (carcajada incluida).

Marcos Chicot

  Marcos Chicot en la gala del Premio Planeta en 2016.Miquel Benitez via Getty Images

Antes de convertirse en el superventas que es a día de hoy, Marcos Chicot movía sus novelas por todos los circuitos: concursos literarios, autopublicación, formato digital...

Escribía como hobby, sin pensar nunca en que llegaría a convertirse en una profesión, de hecho quería seguir escribiendo aunque sólo fuese para él.

En 1998 publicó Diario de Gordon, una novela que presentó a un concurso literario en 2006 y ganó. “En ese momento vi que tenía sentido lograr una cierta difusión, aunque no me ganara la vida con ello”.

Chicot es economista y psicólogo clínico, y decidió dejar la empresa en la que trabajaba en 2004 para seguir con su carrera como psicólogo y dedicarse a la literatura.

“Me gusta la novela histórica, escribir y divulgar. Tenía más tiempo y decidí estudiar asignaturas de la carrera de Filosofía”, explica. Ahora puede presumir de haber convertido en bestseller una novela histórica que habla de matemáticas (El asesinato de Pitágoras), una historia aparentemente muy de nicho. Es el ebook en español más vendido de la historia.

“Fue una sorpresa. Era una novela muy ambiciosa, requería todo el tiempo del mundo, poder equilibrarlo, siendo riguroso pero dándole también el toque de la ficción. Se puede contar cualquier cosa si encuentras la forma de contarlo. Cuanto más haga el escritor menos hace el lector, así que contar las matemáticas de manera sencilla llega, y aprender sin esfuerzo es gratificante”, relata.

El año 2009 cambió la vida del autor y su trayectoria como escritor. Su primera hija, Lucía, nació con Síndrome de Down y ese fue también el comienzo del libro que le hizo despegar. “Lo dejé todo, aunque fuese una locura, para dedicarme solo a mi hija y a escribir”, comenta: “Con 23 años ya tenía una carrera profesional prometedora y mi suegro me dijo ‘pero esto que estás haciendo, ¿vas a conseguirlo?’. Yo le contesté ‘es prácticamente imposible’, y me miró como si estuviese loco, pero mi hija me dio toda la energía del mundo”.

Mi objetivo era crear un fondo para el futuro de mi hija. Con el Planeta sentí alivio por la parte económica y satisfacción por conseguir difundir el tema del Síndrome de Down

Marcos Chicot se dio un plazo de dos años para escribir El asesinato de Pitágoras y, además, pensó que podría dar marcha atrás en cualquier momento y retomar su trabajo, pero la crisis económica se fue agudizando. No consideró que el libro era redondo hasta tres años después de haberlo comenzado.

“Quedó entre los finalistas del premio Planeta y no se publicó, así que pensé en la autopublicación. En ese momento el mercado era muy pequeño en España y pensé que no daría nada porque necesitaba una gran editorial para vivir”, recuerda. Pero se equivocó.

Al día siguiente de su publicación en digital alcanzó el número 1 de ventas, y así se mantuvo un tiempo. Fue el ebook más vendido del año, pese a competir con el fenómeno de Cincuenta sombras de Grey. “La autopublicación es muy democrática, aunque es muy cruel el ranking porque se actualiza cada hora y cuesta mantenerse ahí. Los ebook no desaparecen, y se vuelven a vender, los libros desaparecen de las librerías cuando se dejan de vender, o hay que pedirlos. Cuando vas a una entrevista en la radio ves cómo de repente la gente compra mucho ese día en ebook”, detalla.

Tal fue el éxito, que llegaron antes las editoriales extranjeras que las españolas, “porque están pendientes de los principales idiomas, los más hablados”, aunque Chicot era “un escritor sin trayectoria que sólo había hecho sus pinitos”.

“El asesinato de Pitágoras es un fenómeno puro de boca a boca. Son los lectores y los blogs literarios los que empezaron a recomendarla como locos. Intenté publicar en papel por mi cuenta y distribuí algunos libros”, cuenta el autor.

Su siguiente obra fue La hermandad, que “funcionó bastante bien”, pero no se vendió tanto como la anterior: “Yo me lo juego todo a una carta porque tardo años en escribir una novela. Así es como me planteé El asesinato de Sócrates, y la presenté de nuevo al Planeta, que es el mayor trampolín en el mundo hispanohablante”.

El asesinato de Sócrates (11 ediciones) quedó como primer finalista y automáticamente el autor duplicó su base de lectores. “Además del empujón inicial, sigue funcionando”, explica.

Su último libro es el reciente El asesinato de Platón (de momento con dos ediciones), el que tiene más valor cultural. “Después de cuatro años estoy agotado, no se si me voy a reponer alguna vez”, bromea.

El éxito lo tiene desde hace unos años, pero ya lleva más de dos décadas escribiendo en las que lo ha intentado todo. “Antes habían más premios y estaban mejor dotados. Ahora la autopublicación ha cogido empuje y las editoriales son imprescindibles. Lo fundamental es estar en todas partes”, analiza.

Y así ha sido su caso. Incluso le llamaron de Italia y le premiaron por la difusión de la cultura mediterránea. “Mi objetivo era crear un fondo para el futuro de mi hija. Con el Planeta sentí alivio por la parte económica y satisfacción por conseguir difundir el tema del Síndrome de Down. Siempre incluyo una carta al final de cada novela sobre ello”.

“Sí, princesa, papá ha escrito este libro para ti”, escribe en su web.

Fernando Gamboa

El consagrado escritor de aventuras venía del mundo editorial ‘normal’, pero no le gustó la experiencia y se decantó por autopublicar en Amazon en 2011, cuando hacerlo tenía cierto halo de desprestigio.

Llegó y besó el santo. Su primer libro autopublicado, La última cripta —que ya había publicado antes en una editorial convencional— se empezó a “vender como churros”, compitiendo con fenómenos como El Código Da Vinci. Es la novela más vendida de la historia de Amazon España.

Ahora está a punto de publicar su décimo título y ya le leen en Francia, Alemania, Italia y Estados Unidos. Él mismo ha montado su negocio: ha contratado a un portadista, un corrector y una persona de marketing. Y coincide en algo con Marcos Chicot: “Los lectores saben que los libros siempre están ahí, que no son tan efímeros como en las librerías”.

 

Pasó de percibir “muy poco dinero” a poder ganarse la vida escribiendo. Ahora, las editoriales han empezado a mostrar su interés por publicar sus novelas, aunque su respuesta fue ‘no’, tras negociar sin éxito “un modelo híbrido”, publicando en digital por su cuenta y en papel bajo el sello editorial.

Actualmente es jurado del Premio Literario Amazon Storyteller, del que él mismo fue finalista en 2014.

Todas estas historias no son hechos aislados: el mismísimo Stephen King pasó por lo mismo. Recibió docenas de cartas de editoriales que rechazaron su primera novela, Carrie. Las respuestas no desprendían simpatía: “No estamos interesados en la ciencia ficción que trata utopías negativas. No venden”. Se equivocaron, sus libros sí venden: más de 350 millones de ejemplares.