La educación después del coronavirus

La educación después del coronavirus

¿Eres profesor o maestro? Bienvenido a un nuevo mundo educativo sobrevenido con la crisis del coronavirus.

ROTTERDAM, NETHERLANDS - 2020/03/23: A child gets school lessons at home with the assistance of a digital tablet. The Dutch government has order all schools to be closed until further notice in attempt to control the spread of the COVID-19 Coron...SOPA Images via Getty Images

¿Eres profesor o maestro? Bienvenido a un nuevo mundo educativo sobrevenido con la crisis del coronavirus. ¿Estás usando Google Meet, Zoom o Google Classroom? ¿Eres más de Moodle? ¿Tus alumnos se conectan? ¿Te abruma o te sientes frustrado al hacerlo todo online? He conversado con Neil Selwyn, autor de ¿Es buena la tecnología para la educación?, con la intención de aprender a sobrellevar este confinamiento educativo que vivimos profesores, padres y estudiantes. Hubo una forma de educar antes del coronavirus. Esta entrevista trata sobre la educación durante el coronavirus… y también sobre lo que vendrá inmediatamente después.

ANDRÉS LOMEÑA: La crisis nos ha obligado a hacer una transición, en cuestión de días, de una educación presencial a una educación a distancia. ¿Cuáles son los mayores riesgos de esta rápida conversión y qué se puede perder en el camino?

NEIL SELWYN: Esto es un acontecimiento sin precedentes. Tenemos a alrededor de mil quinientos millones de niños literalmente fuera de la escuela. Ninguna persona o institución educativa esperaba esto, así que la respuesta no está planificada y está llena de problemas. He oído a algunas personas de la industria tecnológica de la educación que esto es un gran experimento u oportunidad para que las escuelas y universidades finalmente adopten las nuevas tecnologías. Pero esto no es un experimento ni una oportunidad: ¡Es una emergencia! Así que aunque seamos afortunados por tener herramientas online y tecnologías para ayudarnos, sería muy estúpido pensar que todo va a poder ser como antes. Lo que hagan las escuelas y universidades será de segunda división, pero eso es mejor que no hacer nada.

Hay muchas cuestiones que no se han planteado durante la fase inicial de esta repentina conexión a la educación digital. Mi gran preocupación es la llamada “brecha digital de los deberes”, el hecho de que grandes minorías de estudiantes no tengan buenos dispositivos o conectividad para hacer las tareas en casa. Antes de la crisis, sabíamos que casi uno de cada cinco jóvenes estadounidenses no tenían buena tecnología para completar sus deberes. Ahora que todo el mundo ha sido arrojado al mundo online, esto solo va a empeorar. Incluso familias con buenos recursos tienen ahora a sus niños o padres peleándose por el uso de los dispositivos o por el wifi. La idea de hacer toda una jornada de clases por videoconferencia es una quimera.

Y luego están las dificultades mentales, emocionales y sociales de intentar aprender online aislado de tu escuela, así como de tus compañeros de clase y profesores. Otra gran preocupación para mí es que las personas se van a quemar. Solo hemos hecho esto durante un par de semanas; después de un par de meses, los alumnos, los profesores y los padres estarán exhaustos. Aprender en línea es un trabajo mucho más duro que hacerlo de manera presencial. Es muy importante que todo el mundo se dé cuenta de esto y que no intente replicar el valor del trabajo que tiene un día “normal” en la escuela. ¡Necesitamos hacer menos, y hacerlo de forma distinta!

La buena noticia es que los profesores, los alumnos y las familias son buenos improvisando, adaptándose y resolviendo los problemas. Todo lo que acabo de mencionar está empezando a tratarse. Por ejemplo, las escuelas en la mayoría de los países están ofreciendo alternativas en papel, permitiendo a los padres recoger fichas de ejercicios para poder trabajar offline. Las familias y los colegios están organizando actos sociales en línea para que los niños se relajen y puedan jugar con sus compañeros de clase. Los gobiernos están trabajando con los proveedores de servicios para proporcionar acceso gratuito 4G y eliminar los límites de banda ancha para familias con problemas. Muchas personas están reaccionando rápidamente a esos problemas y están intentando hacer todo lo que pueden en una situación tan mala.

A.L.: Diría que algunos profesores están trabajando en exceso y transfiriendo grandes dosis de estrés a la comunidad educativa y sobre todo al propio alumnado. ¿Cómo deberían ajustarse los contenidos, las metodologías y los objetivos?

N.S.: Cuando hablaba de quemarse, estaba pensando sobre todo en los profesores, que están en el filo de la navaja. Están replanteando la temporalización de las clases y piensan en formas de dar parte del currículo cuando todo se había diseñado para el formato presencial. Los profesores, sobre todo los de primaria, tienen poca experiencia enseñando online. Así que todo el mundo ha estado trabajando contra reloj para tener las cosas listas. Al mismo tiempo, los profesores de repente se sienten mucho más visibles (y mucho más responsables) con los padres y con sus superiores. Conozco a profesores que han estado recibiendo todo tipo de críticas de algunos padres por mandar demasiado trabajo, y también de otros por hacer demasiado poco. Asimismo, algunos profesores saben que sus trabajos están en la cuerda floja cuando golpee la recesión, así que tienen que “actuar online” para los claustros y equipos docentes. Así que no es sorprendente que algunos profesores parezca que están transmitiendo su estrés. No podemos culparlos por ello.

El principal consejo que tendría para cualquier profesor es que tenga la confianza de hacer menos de lo que normalmente haría y que intente hacer las cosas de una forma más simple. Esto significa no intentar dar clases enfocadas a un aprendizaje simultáneo. En lugar de eso, habría que plantear tareas que puedan hacerse al ritmo de los alumnos. Eso significa no agobiarse con hacer un seguimiento continuo del trabajo online y dejarles un poco de espacio. También quiere decir que los alumnos pueden autoorganizarse como grupo; no hay razón para que el estudiante no pueda formar grupos de trabajo para compartir contenidos y discutir ideas. Los profesores no pueden hacerlo todo. Los estudiantes (y sus padres) pueden llevar una parte de la carga.

Esto es un acontecimiento sin precedentes. Tenemos a alrededor de mil quinientos millones de niños literalmente fuera de la escuela.

A.L.: Italia se inclina por un aprobado general, aunque aún no se ha confirmado la decisión. ¿Es esa una buena forma de evitar la exclusión digital?

N.S.: Creo que es vital pararnos a pensar y tomar aire. Si podemos posponer los Juegos Olímpicos y la NBA, o cancelar Eurovisión, también podemos posponer o cancelar la incesante evaluación y calificación de los alumnos. En Australia ya hemos cancelado las pruebas NAPLAN de este año, que son algo de considerable importancia para los estudiantes de nuestro país. Otros países están hablando de permitir a las escuelas una calificación de apto para los absentistas, o permitir que estudien un año más. Si se mantienen los exámenes finales en condiciones de aislamiento, los estudiantes van a sufrir ansiedad e irán mal preparados ya que su resultado no será una representación justa de sus habilidades. Esto no es una situación normal, así que no deberíamos intentar mantener las rutinas habituales. El sistema continuará funcionando si relajamos las normas y rutinas de este curso académico.

A.L.: ¿Qué pasará con el nuevo ecosistema educativo digital? Me da que puede crearse una burbuja del e-learning y antes o después estallará. 

N.S.: Mucha gente de la industria tecnológico-educativa se está frotando las manos ahora mismo. Este podría ser el punto de inflexión que empuje a las escuelas y universidades a la esfera digital. Pienso en la frase “No desperdicies una buena crisis”. Parte de la ayuda de esta industria es bienintencionada, pero son empresas e inversores que están tomando posiciones para coger su porción del pastel del mercado. Cuando una empresa como Zoom da a las escuelas acceso gratuito a las videoconferencias, está siendo muy astuta. Las escuelas están haciéndose con plataformas y productos con los que no están familiarizados y no tienen tiempo para probarlos adecuadamente. Solo tardíamente descubrirán si en realidad no se ajusta a sus intereses o si implica riesgos enormes de protección de datos y seguridad informática.

A pesar de las ambiciones de empresas e inversores, creo que la mayoría de las escuelas se las apañarán así un par de meses, pero no las veo “convertidas” al e-learning a largo plazo. De hecho, las experiencias actuales van a desalentar a muchos profesores y directores. Si yo estuviera trabajando para estas empresas, me estresaría porque la situación actual no nos dice nada bueno, ni siquiera en los mejores casos de e-learning. Hay muchas cosas que las escuelas pueden hacer con la tecnología, pero necesitan mucho tiempo y planificación. Cualquier cosa que organicen los colegios durante la pandemia va a ser improvisado y muy rudimentario.

Sin embargo, si tuviera que apostar, diría que el uso del aprendizaje a distancia se va a acelerar en las universidades. Muchas facultades ya hacían un bueno uso de los recursos online y este cambio forzoso empujará a la gente que aún era reacia a usar las plataformas. Veremos a alumnos que están más preparados para una educación online y profesores que se sienten más cómodos con un sistema mixto. No me malinterpretes: las universidades aún tienen que perfeccionar un producto totalmente online que no es para nada ideal, pero tienen ventaja sobre las escuelas.

La frase de Copérnico me parece adecuada: saber lo que no sabemos es el camino hacia el verdadero conocimiento. Esto es difícil de hacer cuando te quedas en Internet viendo vídeos de gatos y páginas de Facebook.

A.L.: El aprendizaje autodidacta y la ética Do It Yourself me parecen, al menos en parte, un fraude. ¿Cree que esto servirá de excusa para recortar en la educación pública?

N.S.: El entusiasmo en torno al DIY (Do It Yourself) es muy popular, pero la idea de que cualquiera pueda aprender de todo en Internet es una presunción peligrosa. Es verdad que YouTube es con casi toda seguridad la herramienta que proporciona una educación más influyente en estos momentos. Si quieres aprender a arreglar un ordenador, maquillarte o terminar un cubo de Rubik, YouTube es una fuente de información incalculable. También hay buenos cursos online y muchas oportunidades para entrar a formar parte de comunidades de personas con afinidades. Sin embargo, todas esas fuentes de aprendizaje tienden a beneficiar a una minoría que por lo general ha tenido un nivel alto de educación formal y que suele tener unos recursos económicos relativamente buenos. Además, esa minoría tiene tiempo y conoce el know-how para conseguir lo máximo de esas oportunidades online. Los más entusiastas con el aprendizaje autodidacta encajan en ese perfil de persona.

Por el contrario, las escuelas y universidades públicas ofrecen una gran oportunidad a las personas de todos los niveles socioeconómicos para que puedan aprender algo que de otro modo no sería posible. La educación pública te enseña conocimientos que necesitas para tomar la dirección adecuada. Si te quedas con tus propios dispositivos, tiendes a encontrar solo cosas que ya sabes. La frase de Copérnico me parece adecuada: saber lo que no sabemos es el camino hacia el verdadero conocimiento. Esto es difícil de hacer cuando te quedas en Internet viendo vídeos de gatos y páginas de Facebook. ¡Las escuelas y universidades públicas tienen su razón de ser!

A.L.: La idea de nativos digitales es un timo. ¿Alguna idea para la alfabetización digital? 

N.S.: Es cierto que las generaciones actuales no tienen un conocimiento intuitivo de ciertas tecnologías digitales. Se nota sobre todo cuando tienen que usar las tecnologías digitales con una intención educativa. Los jóvenes puede que estén muy adiestrados en las redes sociales y en los juegos, pero están muy desorientados cuando se trata de distinguir las fuentes de autoridad o cuando tienen que trabajar de forma autónoma en plataformas educativas online. Es muy importante que los educadores no crean que los alumnos sabrán superar cualquier aprendizaje online. Los estudiantes necesitan apoyo. Creo que las universidades y las escuelas pueden buenos lugares para aprender diferentes formas de alfabetización digital. Algunas implican saber cómo funciona la tecnología, abrir la “caja negra” del software que usamos. Esto conlleva algún conocimiento de algoritmos y código. Al mismo tiempo, los estudiantes pueden desarrollar una conciencia crítica de los datos, de cómo las plataformas online que usamos generan datos sobre nosotros y quién o cómo se usan esos datos. La alfabetización digital tiene que enseñar a protegernos contra distintas formas de explotación; hay que adquirir la habilidad para tomar decisiones informadas y saber cómo funcionan las plataformas que están aprovechándose de nuestra presencia. Este tipo de cosas solo puede aprenderse con tiempo y al margen del frenético uso corriente de las tecnologías. Las clases son un lugar ideal para reflexionar sobre cómo relacionarnos con las nuevas tecnologías.

A.L.: Quizás se está perdiendo una batalla cultural por despreciar a nuevos comunicadores como los Youtubers y los Instagramers.

N.S.: Tengo cuarenta y seis años y durante el confinamiento he visto muchos vídeos de TikTok hechos por gente de mi edad. También estoy en muchos grupos de WhatsApp de gente de mediana edad que da el salto a plataformas online. Esto me sugiere que las plataformas que antes estaban bien vistas ahora han pasado de moda, y que la cultura popular se ha vuelto a desplazar a otro sitio. No hay nada peor que gente de mi edad intentando llegar a las plataformas populares solamente por el placer de estar ahí. Hay gente que aún lee artículos largos, compra libros, ve documentales y consume formas culturales más tradicionales con las que ya estábamos familiarizados. También es importante que la gente de mi generación preste atención a esas expresiones culturales. En Reino Unido, hay personas atacando a los ingenieros de telecomunicaciones y quemando torres 5G por memes conspirativos que circulan sobre esta tecnología y el COVID-19.

No me parecen acciones banales: esos memes están consiguiendo que la gente haga cosas peligrosas. Lo mismo con las fake news y las tergiversaciones en torno al coronavirus, el cambio climático, Trump y algunas otras cuestiones de nuestra época. Es vital que gente como tú y como yo sepamos asimilar esos modos de circulación de la información. También es importante asegurarse de que esas formas de comunicación contengan algún consejo o información razonable. Así que sería genial si mágicamente pudiéramos traducir parte de esta entrevista en un meme que se hace viral y lo comparten millones de personas. Pero sería una lástima si eso es todo cuanto hiciéramos. Hay oportunidades para escribir memes y también libros, aunque hace falta mucha habilidad para moverse en esos dos registros.

Tampoco podemos confiar en los proveedores de Internet para que conservemos nuestros servicios esenciales.

A.L.: Denos algún consejo de profesor, aunque la sirena haya anunciado el final de la clase.

N.S.: Espero que estemos aprendiendo algo durante el confinamiento. Me contentaría con que las experiencias actuales generen una conversación más amplia sobre la necesidad de tratar Internet y las grandes plataformas como utilidades públicas básicas. No podemos confiar en una empresa privada como Amazon para que entregue material sanitario esencial. Tampoco podemos confiar en los proveedores de Internet para que conservemos nuestros servicios esenciales. Necesitamos pensar cuidadosamente en la responsabilidad del Estado para que haya servicios de Internet de alta velocidad y de bajo coste para todos. Bernie Sanders decía que su plan de acceso a Internet para todos los estadounidenses costaría ciento cincuenta mil millones de dólares. Parece un pequeño precio a pagar. Con esta crisis podemos ver que Internet es un derecho humano básico: usémoslo como el primer paso para cambiar nuestra forma de vivir conectados.

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Andrés Lomeña Cantos (Málaga, 1982) es licenciado en Periodismo y en Teoría de la Literatura. Es también doctor en Sociología y forma parte de Common Action Forum. Ha publicado 'Empacho Intelectual' (2008), 'Alienación Animal' (2010), 'Crónicas del Ciberespacio' (2013), 'En los Confines de la Fantasía' (2015), 'Ficcionología' (2016), 'El Periodista de Partículas' (2017), 'Filosofía a Sorbos' (2020), 'Filosofía en rebanadas' (2022) y 'Podio' (2022).