Resolviendo la paradoja de Habermas

Resolviendo la paradoja de Habermas

Entrevista con la filósofa Isabel Gamero.

Portada de 'La paradoja de Habermas'.DADO EDICIONES

Jürgen Habermas es uno de los últimos titanes de la filosofía. A sus noventa y dos años, el pensador alemán ha dialogado con casi todas las grandes figuras de la filosofía contemporánea: Jacques Derrida, Richard Rorty, Niklas Luhmann o John Searle. Si no te dicen nada estos nombres, basta con leer a Habermas para condensar sus teorías; si no te atreves con Habermas, prueba a leer el magnífico libro que la filósofa Isabel Gamero ha publicado sobre él: La paradoja de Habermas (Dado Ediciones, 2021). Y si necesitas una breve introducción al libro, aquí tienes esta entrevista:

Me sorprende que un libro con tanta envergadura teórica se lea de forma casi lúdica, como Rayuela, y me sorprende aún más que dedique la obra íntegramente a Habermas, que para mí escribe de una manera muy árida, cuando su estilo es fresco, ágil y muy claro. Encima dice que le chocó la mala comprensión que Habermas hace de Wittgenstein. Y a pesar de todo, se empeña en diseccionar su pensamiento. ¿Hablamos entonces de un filósofo confuso, difícil, o simplemente su obra tiene tantos niveles de interpretación que se necesita una exégesis como la suya?

Se me ocurren dos ideas para responder a su pregunta. Por un lado, Habermas es uno de los filósofos actuales que más ha escrito (tanto en cantidad como en temas diferentes), y para mí, era necesaria una sistematización y aclaración de sus ideas. Mi intención al escribir el libro fue facilitar la explicación de la propuesta habermasiana sin que sea necesario consultar todos sus libros. Por otro lado, la forma de escribir de Habermas no es la más clara (usa un lenguaje muy filosófico, con muchos términos técnicos y especializados, dialoga con numerosos autores y autoras, no solo del ámbito filosófico, y da la impresión de que hay que saber de filosofía, teoría política, sociología, derecho o teología para comprender algo). Aquí aparecen complicaciones y paradojas, porque este autor pretende aclarar los procesos comunicativos humanos y lo hace con una forma de escribir poco accesible, que no llega a cualquiera. Así que me propuse explicar su teoría para que quedara más clara, para que la pudiera comprender cualquiera.

Me siento cómoda con la categoría de “filosofía del lenguaje cotidiano”. A mi juicio, hasta la propuesta filosófica más oscura se puede explicar (o se debería poder explicar) con palabras sencillas, de nuestro lenguaje cotidiano.

La propuesta teórica de Habermas (ideal y normativa) es, según argumenta, incompatible con la realidad (compleja, donde prima el desacuerdo y el disenso). Ese idealismo se le ha achacado siempre a Kant, y Habermas es un digno continuador de él. La paradoja de Habermas consiste en que sus dos aproximaciones teóricas, la acción comunicativa y el mundo de la vida, no son consistentes la una con la otra. La verdad es que pienso en los discursos de odio de Twitter o en los tertulianos de la telebasura y me da un poco la risa con la razón dialógica habermasiana. ¿Será que la teoría crítica ha muerto, como llegó a escribir Peter Sloterdijk?

Sin duda, no es el mejor momento para la teoría crítica. En la época de la cacofonía de voces encontradas en internet, en los ataques verbales entre políticos o en el auge de la extrema derecha y la posverdad, un discurso que se pretenda crítico, razonado y superador de las contradicciones para llegar a consensos y entendimientos lo tiene difícil. Ahora bien, la teoría crítica nació justo para responder (con tozudez y vocación utópica) a otros momentos complicados. Piense que surgió en Alemania, al inicio del nazismo, de la mano de un grupo de pensadores judíos, que vieron su mundo desaparecer; algunos (como Benjamin) murieron por el camino y otros (como Adorno y Horkheimer) tuvieron que exiliarse a EEUU. Y pese a todo, siguieron confiando en la razón, en las palabras, en los argumentos…

La teoría crítica siempre ha sido muy consciente de vivir en épocas muy complicadas, emerge de estas dificultades y asume la obligación de seguir confiando e intentándolo. No se rinde, porque renunciar sería aceptar que los discursos de odio han triunfado.

Quiero preguntarle por la teoría de la herradura porque es habitual equiparar populismos de izquierdas con populismos de derechas, o contraponer la extrema derecha de VOX con formaciones como Bildu. ¿Sirve esta cuestión para vislumbrar la paradoja de Habermas? Dicho de otro modo, ¿cumplen o incumplen estas formaciones las normas de la deliberación de la misma manera o unos se alejan del debate razonado más que otros?

Me resulta difícil contestar porque, dependiendo del momento o la obra, Habermas respondería a esta pregunta de una forma u otra. En su Teoría de la acción comunicativa (de los años 80) rechaza cualquier argumento o idea interesado (u orientado a fines estratégicos y egoístas) en nombre de una situación ideal de habla donde hemos dejado atrás intereses partidistas para alcanzar el mejor acuerdo posible para todas las personas involucradas en un debate. En ese momento, entiendo que no aceptaría ningún extremismo y defendería un consenso democrático y neutral que a mí me resulta difícil (y no sé si existente).

Posteriormente, en los 90 (por ejemplo, en La inclusión del otro) proyectó una idea de Europa unificada y democrática, integradora de las diferencias, y se mostró crítico con propuestas independentistas y separatistas. En ese momento, entiendo que criticaría propuestas como la de Bildu, pero no porque las considerara paralelas a la extrema derecha, sino porque se dirigen solo a las reivindicaciones de una región y renuncian a ser Europa, que es lo que Habermas más valoraba. La pregunta que queda abierta aquí es si la extrema derecha tiene esta vocación europeísta o solo busca sus propios objetivos, para los suyos; yo entiendo que lo segundo, que a la extrema derecha no le importa nada Europa, pero esto son interpretaciones mías. Hasta donde sé, Habermas no se ha referido a este tema.

A partir del nuevo siglo, este autor ha propuesto una nueva teoría en busca de una sociedad postsecular que tenga en cuenta nuestras diferencias (ideológicas y religiosas) y haya cabida para cualquier grupo que no sea extremista (esto es, que esté abierto al diálogo y que no renuncie a los principios básicos de la democracia). En este sentido, critica propuestas (que yo veo más características del populismo de derechas que del de izquierda) que niegan el pluralismo religioso y proyectan una sociedad unificada, en nombre de una supuesta identidad nacional, fija e inmóvil, que no se hace cargo de la diversidad de nuestras sociedades actuales. Supongo, entonces, que sería más crítico con la extrema derecha que con la izquierda.

Habermas parecía encantado con Macron hace unos años. No sé si mantiene ese idilio, ni sé si responde al supuesto europeísmo del presidente de la República, pero dado el actual contexto político francés, me interesa saber qué ventanas de oportunidad pudo ver el alemán en el francés. ¿Le cuadra esa postura, viniendo de un viejo socialdemócrata?

Esta defensa de Habermas de Macron se dio justo en el marco de las propuestas europeístas que expliqué en la respuesta anterior. Imagino que Macron (al menos en sus primeros momentos) encarnaba los valores democráticos, europeos y republicanos que tanto le entusiasman a este filósofo. En este momento, no sé cuál sería la opinión de Habermas sobre el presidente francés. Ahora bien, las críticas recientes de Macron a la presencia de la religión islámica en Francia entrarían en contradicción con la idea de la sociedad postsecular y el pluralismo religioso que Habermas viene defendiendo desde hace unos años, así que entiendo que ahora mismo el filósofo alemán sería más crítico con Macron. Por otra parte, pobre Habermas, a sus noventa y dos años, parece que le pedimos que siga opinando de todo.

Usted ha escrito sobre la gestación subrogada. Intuyo la posición de Habermas en el asunto. ¿Se atreve a aventurarse sobre lo que él sostendría o quiere aportar la suya?

Partiendo de que Habermas es un kantiano en el siglo XXI, entiendo que sostendría ninguna persona puede ser tratada como objeto, ni usada como medio para un fin de otras personas, especialmente cuando este fin es egoísta y está atravesado por intereses económicos. Es decir, que rechazaría la gestación subrogada, especialmente cuando forma parte de un negocio donde hay una diferencia económica y de poder entre las partes prácticamente insuperable. Entiendo que propondría un horizonte ideal donde no habría tales diferencias, por lo que no sería necesario que ninguna mujer “alquilara” su cuerpo para gestar. Para mí, este horizonte ideal no es alcanzable, por lo que mi respuesta no sería proponer horizontes ideales donde ya no se darían injusticias ni desigualdades, sino implementar medidas a nivel legal para prohibir esta práctica y su mercantilización.

Habermas saca nuevo libro este año. ¿Queda algo significativo por decir?

Pensé que no, que ya estaba agotado; y sin embargo, sus obras más recientes, tanto los dos tomos de Auch eine Geschichte der Philosophie (2019) como Ein neuer Strukturwandel der Öffentlichkeit und die deliberative Politik (2022) no han dejado de aportarme nuevas ideas y de sorprenderme.

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Andrés Lomeña Cantos (Málaga, 1982) es licenciado en Periodismo y en Teoría de la Literatura. Es también doctor en Sociología y forma parte de Common Action Forum. Ha publicado 'Empacho Intelectual' (2008), 'Alienación Animal' (2010), 'Crónicas del Ciberespacio' (2013), 'En los Confines de la Fantasía' (2015), 'Ficcionología' (2016), 'El Periodista de Partículas' (2017), 'Filosofía a Sorbos' (2020), 'Filosofía en rebanadas' (2022) y 'Podio' (2022).