"Elena Fortún fue una de las escritoras que más vendió, pero no la conocemos nada. A Celia sí, pero a ella muy poquito"

"Elena Fortún fue una de las escritoras que más vendió, pero no la conocemos nada. A Celia sí, pero a ella muy poquito"

Entrevista con María Montesinos, que novela la vida de la escritora en 'Te llamaré Celia'.

Portada de 'Te llamaré Celia', de María Montesinos.EDICIONES B

Ya sea por los libros o por la posterior serie de televisión, varias generaciones de españoles han crecido con las historias de Celia, esa imaginativa niña del Madrid de los años 30, creada por Elena Fortún. Pese a lo familiar que resulta el personaje y el gran éxito que tuvo la colección de cuentos, para muchos es desconocida la figura de su autora que, para empezar, ni siquiera se llamaba así, sino Encarnación Aragoneses.

El pseudónimo lo tomó de la novela Los mil años de Elena Fortún, escrita por su marido, Eusebio, militar de profesión pero cuya pasión era el teatro. El cómo le llegó a ella también el interés por escribir y cómo se inició en ello lo cuenta María Montesinos —autora de la trilogía compuesta por Un destino propio, Una pasión escrita y Una decisión inevitable— en su última novela, Te llamaré Celia (Ediciones B), que acaba de llegar a las librerías.

En sus páginas, cuenta cómo fue ese difícil matrimonio, marcado por la muerte de su hijo Bolín, así como la amistad de Elena Fortún con otras intelectuales de la época o su amor por una mujer en unos años en los que aquello era impensable.

¿Qué te hizo aproximarte a la figura de Elena Fortún?

Mi anterior trilogía había estado ambientada en la Restauración monárquica, en el siglo XIX, y había empezado a mirar un poco los años 20 porque me parecía una evolución normal, aparte de que es una época que me atrae mucho. Viendo documentación, me encontré con Elena Fortún, que no sabía que ella había vivido en esa época, tenía la idea de que era más tardía. Empecé a investigar y me pareció que tenía una vida superinteresante y que podía ser un buen motivo para empezar a meterme en esa época de la historia de España.

¿Habías leído los libros de Celia? ¿Te habían marcado de alguna manera?

Leí uno de pequeña, pero la verdad es que no me acordaba. No me marcaron especialmente, pero creo que llegué un poco tarde. Mi madre, por ejemplo, que tenía dos libros en casa, se acordaba perfectamente, le encantaban. Al meterme en la figura de ella sí que me he leído todos y la verdad es que siguen vigentes, son ya no sólo para niños, sino para adultos: son divertidos, superrecomendables para la infancia incluso de hoy. Y sus libros más de adultos también. Yo estoy recomendando los de Celia a todo el mundo; Celia en la revolución me parece además maravilloso para conocer cómo fue la Guerra Civil en Madrid desde el punto de vista de ella y de una autora que intentó ser bastante neutral, en el sentido de contar lo que ella vio.

Tanto los de Celia como los otros libros de Elena Fortún, ¿crees que están suficientemente valorados?

La verdad es que no. Pasa como con lo que viene de aquella época, y de las mujeres en concreto, que han pasado al olvido. Ya no sólo porque son libros infantiles y es cierto que ha cambiado el panorama, pero también por la figura de Elena Fortún y otras mujeres de aquella época. Me he sorprendido muchísimo al descubrir a otras amigas suyas, que hicieron un círculo bastante interesante y del que no conocemos apenas nada. Es muy injusto; la figura de Elena Fortún, que fue una de las escritoras que más vendió durante décadas en España, porque vendía sus libros a montones, ahora ha pasado casi, casi al olvido y estamos empezando a recuperar un poquito su memoria, pero vamos, que no la conocemos nada casi a ella. A Celia sí, pero a ella muy poquito.

  La escritora María Montesinos.ASÍS G. AYERBE / EDICIONES B

Y tiene una vida apasionante... a ti te ha dado para una novela.

Y eso que sólo he contado los años en los que ella se convirtió en escritora, porque fue tardía. Empezó a meterse un poco en el mundo de la escritura con 38 años, después de que muriera su hijo pequeño, Bolín, con 10 años. Tuvo una crisis, una especie de pequeña depresión y se replanteó su vida. Empezó a escribir poquito a poco, fue autodidacta; ella siempre había leído muchísimo, había escrito cuentecitos en un cuaderno, porque era una fabuladora bestial, y en una de esas, María Lejárraga, que era amiga suya, leyó sus cuentos y fue la que se los presentó a Torcuato Luca de Tena para que los viera y, a partir de ahí empezó a publicar en Gente Menuda, el suplemento de Blanco y Negro.

¿Hay algo que hayas descubierto sobre ella que te haya cautivado especialmente?

A mí ella me parece un personaje increíble. Su educación había sido muy básica, porque se murió su padre muy pronto y su madre tampoco era muy proclive a que fuera al colegio. Cuando llegó casi a los 40 es cuando empezó a formarse, a escribir, y a mí lo que me encanta es que tuvo muchísimas inquietudes y siempre tuvo esa búsqueda personal, literaria, sexual (en esos años ella tuvo inclinaciones sexuales lésbicas)... Fue una mujer que siempre buscó mejorar, estudió la teosofía, luego volvió a la religión, leyó un montón...

Ella es el centro de tu libro, pero también aparecen otras mujeres como Zenobia Camprubí, Victoria Kent... Haces un retrato de figuras femeninas y también del feminismo de la época.

No creo que se pueda explicar la figura de Elena Fortún sin sus amigas alrededor. Ella, cuando llega a Madrid, se incorpora a este grupo de mujeres que no eran modernas, porque habían llegado tarde a la modernidad. Elena Fortún se quejaba de que había nacido diez años tarde, porque le hubiera encantado ser joven en los años 20; pensaba que su vida habría sido muy diferente y no se habría casado. Cuando llega a este círculo de María Lejárraga, Zenobia Camprubí, María de Baeza, Carmen Baroja, Isabel Oyarzábal, María de Maeztu... todas son mujeres mayores, han pasado los 40, y tienen una formación intelectual muy alta. Ella al principio se siente un poco fuera, pero como tenía tanta inquietud, empieza a formarse, a salir con ellas, participa en la fundación del Lyceum, que fue importantísimo para su crecimiento literario. Allí se dio cuenta de muchos temas de los que antes no sabía: política, derechos, la igualdad. El feminismo que hubo un poco en aquella época tuvo su germen en el Lyceum. Yo no podía explicar su vida sin todas estas mujeres a su alrededor que la ayudaron tanto, que la apoyaron y tejieron una red enorme.

La sororidad de la que se habla ahora, ¿no?

Efectivamente. Por eso me da rabia que a todas esas mujeres que fueron artistas, intelectuales, filósofas, científicas... no las conocemos, no sabemos apenas nada de ellas. Hay una profesora, Nuria Capdevila, que dice que es nuestra geneología perdida, los referentes que nunca hemos tenido. Referentes femeninos y feministas que nos han hurtado a las mujeres de después.

¿Alguna de ellas te inspirará para futura novela?

Probablemente sí, porque ya estoy mirando cosas. La época me gusta, y más bien en temas de ciencia, que creo que es otra asignatura pendiente, las mujeres en la ciencia, que hay unas cuantas que bien se merecen una novela.

Mencionas escenarios como la calle Caracas, la Residencia de Señoritas. ¿Cuál era ese Madrid de Elena Fortún?

Un Madrid muy literario o intelectual, por así decirlo, porque ella se movía no sólo por el Lyceum, que fue el lugar de encuentro de todas ellas, también la Residencia de Señoritas, que para el feminismo de la época fue clave. Allí no sólo iban las jóvenes que se estaban formando, sino también fue un punto de crecimiento cultural y de ideas políticas. Había conferencias de un nivel altísimo: estuvo Marie Curie, estuvo Gabriela Mistral... María de Maetzu tenía un poder de convocatoria y trajo a personalidades muy interesantes: Menéndez Pidal, Juan Ramón Jiménez... Y había una parte de Elena Fortún que es el teatro, al que su marido estaba muy vinculado; estuvo muy conectada con el Madrid teatral del Círculo de Bellas Artes.

¿De ella quedan herederos o familiares? ¿Has estado en contacto con ellos, conocen de tu libro o no es el caso?

Elena Fortún, que yo sepa, no tiene familia directa, porque el hijo que le quedaba, Luis, se exilió en Estados Unidos con su nuera, no tuvieron hijos y además él se suicidó unos años después de que muriera ella. Y su marido, Eusebio, también se suicidó. Creo que Eusebio tenía dos hermanos, pero la verdad es que no sé cómo ha ido esa rama de la familia. Matilde Ras, que fue su amor en aquellos años, sí que tenía unas sobrinas y les escribimos para que nos dieran permiso para reproducir la carta final de despedida de Elena Fortún.

¿Y has tenido feedback de estas sobrinas?

No han contestado, no conseguimos contactar con ellas.

En tus libros, tus protagonistas son mujeres. ¿Te han colgado la etiqueta de 'literatura para mujeres' y qué piensas de ella?

Las etiquetas tienen una función yo creo que más comercial. Yo escribo las historias que me apetecen, que sí, que a lo mejor son de mujeres, pero también es un poco extraño, porque al final no hay una literatura masculina y una literatura femenina. Personalmente sí pienso que hay una mirada femenina al mundo, que a veces se refleja en nuestros libros. Que mis protagonistas sean mujeres... es que me parece que también son personajes muy interesantes e intento que se le dé un poco de visibilidad a mujeres de las que no hemos sabido nada. No me molesta, porque realmente da igual, pero si es para menospreciar la obra de las mujeres que escriben este tipo de literatura, entonces sí me molestaría.

Se acerca la Feria del Libro, ¿tienes alguna recomendación de alguno o de alguna autora?

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Un proyecto de Ikea

He leído a Alba de Céspedes, que me ha encantado, autora italocubana de Una esposa ejemplar y El cuaderno prohibido. Me ha fascinado, porque retrata también el mundo de la mujer italiana después del fascismo. Y ahora estoy leyendo uno que me está encantando, Antes de que llegue el olvido, de Ana Rodríguez Fischer, que es maravilloso, de dos poetas durante la época de la Revolución Rusa, la relación que tenían y el ambiente de represión cultural que sufrieron.

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