Distopia, enajenación y utopía sobre la PAZ en Oriente Próximo

Distopia, enajenación y utopía sobre la PAZ en Oriente Próximo

"Los palestinos necesitan dignidad, su tierra, un trabajo, un horizonte de paz y seguridad"

Un padre lleva en brazos a su hijo, herido en GazaAnadolu via Getty Images

La paz es el gran anhelo de muchos de los pueblos que habitan Oriente Próximo. Si miramos bien en el mapa de la región podemos ver distintos conflictos bélicos: Siria, Iraq, Yemen, Líbano, Palestina son países árabes que acaban de salir de una guerra o que se mantienen en ella. También otros países no considerados dentro de esta área, como Libia, un estado fallido en conflicto permanente, tiene relación con los países citados por ser un país árabe, aunque no se encuentre en la geografía de Oriente Próximo. Teniendo este mapa en la cabeza deberíamos plantearnos nuestras políticas de cara a estos países tan castigados en materia migratoria, securitaria, de inclusión social y, sobre todo, poder entender la frustración de sus poblaciones.

Desde que el 7 de octubre Hamás cometiera atentados terroristas atroces en Israel, se inició una ola de desesperación y honda preocupación por parte de la sociedad israelí, no ya solo por los asesinatos cometidos sino por las personas que fueron secuestradas. Hemos sido testigos del profundo dolor de las familias y hemos sentido una gran satisfacción con la liberación de 69 personas por parte de la milicia islamista en Gaza durante los cuatro días que duró el alto el fuego. Hamás debe liberar a todas las personas secuestradas.

La indignación por parte de la sociedad israelí e internacional es palmaria, tanto por lo sucedido a nivel humanitario con el asesinato de miles de civiles y los secuestros, como por la sensación de una falta de seguridad, en un territorio cuya prioridad es securitaria, y de gran intranquilidad de cara al futuro.

La respuesta del gobierno de Netanyahu -que tras la crisis se ha convertido en un gobierno de unidad nacional-, fue invadir Gaza con el objetivo de acabar con Hamás. Hoy, 5 meses después, más del 70% de las infraestructuras de la franja de Gaza están destrozadas. Más de 1,7 millones de personas, según la UNRWA, que representan el 80% de la población, han sido desplazadas -hasta el mes de febrero de este año-, en un tiempo récord y en una de las regiones más densamente pobladas del planeta: una superficie de 360 km cuadrados con unos dos millones de habitantes. El número de personas fallecidas desde la ofensiva del ejército israelí es -según un artículo de las Naciones Unidas y en base a las cifras del Ministerio de Salud Local-, de 27.400 personas, hasta febrero de este año (esta cifra es mayor ahora, más de 30.000). El 70% de los muertos son mujeres y niños.

Unicef da cifras -contabilizadas hasta el 16 de febrero- en las que apunta que cada día mueren o resultan heridos más de 400 niños en la Franja de Gaza. Además, más de 63.740 palestinos resultaron heridos, entre ellos al menos 10.878 niños, y hay miles de desaparecidos, que probablemente estén heridos o muertos bajo los escombros. Por no citar el gran número de niños huérfanos y personas mutiladas.

Además, el número de periodistas fallecidos supera los 70. Y también han muerto más de 110 trabajadores de la ONU.

La estrategia militar de Netanyahu no ha conseguido ni acabar con Hamás a día de hoy, ni liberar más rehenes. Pero sí una destrucción sin precedentes. ¿Cómo puede ser que nos parezca normal estas cifras de muertos y que los gazatíes vivan en campos de refugiados dentro de Gaza, los controles para entrar y salir o el alto porcentaje de desempleo? Los asentamientos ilegales en otras zonas, como en Cisjordania, también constituye una cuestión sangrante y contraviene las resoluciones de Naciones Unidas. ¿Cómo hemos llegado a este grado de deshumanización tan trágico?

Cerrar los ojos ante este drama humanitario es producto de una enajenación constante a la hora de analizar el conflicto palestino-israelí. En primer lugar, debemos evitar la categorización del conflicto en clave musulmanes vs judíos y viceversa. De hecho, hay un gran movimiento judío y de rabinos ortodoxos que no son sionistas y han apoyado el fin del conflicto y un alto el fuego en Gaza. No es un tema religioso. Sería, además, importante no olvidar a los cristianos palestinos víctimas también de esta tragedia. Es un conflicto político entre palestinos e israelíes que debe resolverse por medios diplomáticos.

Es fundamental, del mismo modo, no confundir el judaísmo con el sionismo, así como tampoco debemos identificar a toda la sociedad israelí con el gobierno de Netanyahu. La sociedad israelí es rica y diversa y sí hay una parte de la sociedad israelí que cree en los dos estados, que quiere paz y seguridad.

En segundo lugar, Occidente no puede hablar de democracia y paz en otras regiones del mundo y no entender que lo que está ocurriendo en Gaza, como ha expresado el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, es una cuestión de derechos humanos. El alto el fuego y trabajar por el fin del conflicto de manera inmediata debería ser la prioridad. Es curioso que se tilde de valiente a Pedro Sánchez -que lo es- por pedir lo justo y necesario.

Quizá sería importante la lógica de una utopía cercana, poner fin a un conflicto que lleva demasiados años entre poblaciones que tienen más en común que menos. Tanto árabes como israelíes son semitas, comparten territorio y lugares sagrados. La paz debe ser el objetivo prioritario. El presidente Pedro Sánchez ha liderado la iniciativa de una conferencia de paz que puede poner sobre la mesa las necesidades de ambos países y conversaciones sobre la paz y el reconocimiento del estado palestino. No obstante, el presidente Pedro Sánchez ya anunció hace unos días que impulsará en el Congreso el reconocimiento por parte de España del Estado palestino antes del final de la legislatura. Biden y otros líderes, ya hablan también de la solución de los dos estados en la actualidad. No perdamos esta oportunidad.

En España, ya en 2014 tanto PSOE como PP apoyaron una Proposición no de Ley para promover de manera coordinada en el seno de la Unión Europea el reconocimiento del Estado Palestino como Estado soberano para que los israelíes y palestinos puedan coexistir en paz, seguridad y prosperidad. Y en esta legislatura, los socialistas hemos vuelto a presentar otra iniciativa parlamentaria abogando por la solución de los dos estados. Es fundamental también hablar del día después del conflicto y del derecho de los palestinos a decidir.

Recientemente el Comisionado de la UNRWA, Philippe Lazzarini, estuvo en el Congreso para explicarnos la situación en Gaza y la relevancia que tiene la agencia para los refugiados palestinos. Existe una investigación sobre algunos trabajadores de la agencia que presuntamente pudieron estar implicados en el ataque terrorista del 7 de octubre con Hamas. Habrá un informe hacia finales del mes de abril. Mientras esta investigación sigue en pie, España, al contrario que algunos países, no ha dejado de financiar a la UNRWA. El ministro Albares anunció durante la visita del Comisionado un aumento de 20 millones de euros para la agencia. También desde el Grupo Parlamentario Socialista hemos registrado iniciativas en el Congreso de los Diputados para apoyar a la UNRWA. El trabajo que realizan es fundamental para el acceso a la ayuda humanitaria, la educación y la asistencia sanitaria. No es de recibo que la ayuda humanitaria por vía terrestre no esté llegando y haya personas falleciendo por inanición. La ayuda aérea no es eficaz, e incluso han muerto personas por el impacto de la ayuda humanitaria desde el aire. Esto incrementa la deshumanización de la población gazatí. Es imperativo un alto el fuego inmediato.

Pero los palestinos no necesitan solo políticas asistencialistas, no pueden seguir siendo parte de una ocupación dilatada en el tiempo. Los palestinos necesitan dignidad, su tierra, un trabajo, un horizonte de paz y seguridad. Edward Said decía que “la Paz duradera solo puede lograrse a través de la justicia y la restitución de los derechos robados”.

Las resoluciones de ONU deben cumplirse por parte de Israel. La estabilidad en la región es fundamental para combatir a milicias como Hezbollah (que también es un partido político islamista en Líbano), Hamás (movimiento islamista que gobierna la franja de Gaza desde 2006) o la Yihad Islámica, cuya presión con el lanzamiento de cohetes es constante y debe evitarse a toda costa. La incertidumbre debe dejar de ser el sino de este conflicto.

Si esto no sucede, ni los palestinos ni los israelíes vivirán en paz. Las consecuencias tendrán un balance positivo para los extremismos religiosos y para el terrorismo. El futuro de una sociedad distópica en Oriente próximo será realidad. Pero no por los acontecimientos ineludibles de la historia sino porque será el mayor fracaso consciente de la humanidad. 

Hana Jalloul Muro es portavoz de Exteriores del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso y secretaria de Política Internacional y Cooperación al Desarrollo del PSOE.