Un acuerdo como el de Colombia es la llave para transitar de un escenario de violencia a un escenario de recomposición política, cultural y social donde las diferencias se resuelvan sin armas. Es un acuerdo de paz con democracia local, inversión social, redefinición territorial, participación política incluyente y con una salvaguarda ejemplar a los Derechos Humanos y el Estado de derecho. Lo demás, de verdad, es pura construcción discursiva de los enemigos de la paz.