Suicidio, nueve cosas que hemos aprendido

Suicidio, nueve cosas que hemos aprendido

En el Día Internacional de la Prevención del Suicidio preguntamos a supervivientes, familiares y profesionales de la salud mental. Todos coinciden, hay que hablar más del tema.

Artist GND photography via Getty Images.

No, el suicidio no es “querer morirse”

Aunque pueda sonar contradictorio, los intentos de suicidio no tienen tanto que ver con una decisión de acabar con tu propia vida, sino más bien con verse incapaz de superar un sufrimiento durante mucho tiempo. “Mis intentos de suicidio han venido derivados de depresiones. Solo quería dejar de sufrir porque estaba horrorosamente mal. Eso solo lo sabe quien ha pasado por ello”, cuenta José Luis, quien ahora forma parte de la directiva de AFES, una asociación de personas con trastorno mental y familiares en Tenerife.

José Luis dice haber superado ese “agujero negro” con “algo de suerte” y mucho apoyo psicológico. Y lamenta cómo la sociedad en general no está preparada para hablar de esto. “Si tocas el tema con naturalidad, la gente enseguida da un paso atrás”.

Una naturalidad que también reivindica y practica María Jesús de León, miembro de la asociación andaluza Ubuntu, y que ha perdido a dos familiares por suicidio. “Primero crees que hay una voluntariedad en querer morirse. Pero poco a poco entiendes que esa persona estaba atrapada, que en ese momento no podía pensar en nada, y que si pudiera volver atrás no lo haría”.

Los datos: un problema mundial

Según cifras de la OMS, cada año en el mundo se suicidan alrededor de 700.000 personas, siendo así una de las principales causas de muerte en el mundo, sobre todo en la franja de edad entre 15 y 29 años. Además, por cada una que consuma el suicidio podría haber cerca de 20 que lo hayan intentado en algún momento.

Uno de los numerosos estereotipos que rodean este tabú es que afecta sobre todo a la población de los países ricos. Pero lo cierto es que se produce, en mayor o menor medida, en todos los lugares del mundo, y tres de cada cuatro ocurren en países de ingresos bajos o medios.

Entre los países de la Unión Europea, España se sitúa en el grupo de menos tasa de muertes voluntarias por cada 100.000 habitantes (8), al igual que Malta, y solo por encima de Italia (6), Grecia (5) y Chipre (4). Y no, los países nórdicos no encabezan la clasificación (otro lugar común falso). Finlandia, Suecia, Dinamarca y Noruega aparecen en la mitad de esta tabla con índices comprendidos entre el 10 y el 13. El líder europeo de esta trágica tabla sería Lituania (30) seguido de Eslovenia, Letonia y Hungría.

España, una muerte cada dos horas y cuarto

Juan, Alicia, Marcelo, Jennifer, Sergio… Así hasta 3.941 vidas. Una media de once muertes cada día. Una cada dos horas y cuarto. Es el resumen de los últimos datos disponibles, los de 2020, un año en el que las muertes por suicidio crecieron un 7% respecto al año anterior.

Con 300 muertes anuales, el suicidio es, después del cáncer, la principal causa de fallecimiento en la juventud española. Y aunque sean las mujeres las que más veces tengan ideas suicidas, son los hombres quienes más las llevan a cabo, en tres de cada cuatro ocasiones. Además, muchos piensan que todas estas cifras pueden ser inferiores a las reales debido a que en ocasiones es imposible saber si el fallecimiento fue accidental o no.

  630f90442600003800b57badGráfico del Observatorio del Suicidio en España (fsme.es)

Aún falta por ver los efectos a largo plazo que ha tenido la pandemia en la salud mental en general, y en el suicido en particular. Lo que ya se pudo ver a través de los datos del INE y en un estudio de la revista de Psiquiatría y Salud Mental es que el aumento de los suicidios en 2020 no se debió a los meses de confinamiento estricto, marzo y abril, sino que fue a partir de mayo cuando se observó un importante aumento de fallecidos por estas causas. A finales de este año conoceremos las cifras de 2021.

La salud mental, clave

De acuerdo a los datos de la OMS, entre el 65% y el 95% de los casos de suicidio estarían relacionados con un problema de salud mental. Así, en el caso de la depresión grave, el riesgo se multiplica por 21 respecto a la población general. Pedro Marina, portavoz de Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN) en el ámbito del suicidio, apunta que la atención en salud mental es clave para que una situación difícil se pueda manejar y no llegue a esos momentos de desesperación. Así, un buen seguimiento de las personas que sufren trastornos mentales más graves es fundamental en la prevención del suicidio.

Sin embargo, para este psiquiatra de un centro de salud mental de Oviedo no conviene ver las ganas de quitarse la vida como la consecuencia de una determinada enfermedad. “Siempre hay detrás un drama existencial, un sufrimiento insoportable”, apunta. Y para sostener a quien pasa por un momento así hace falta, según Marina, “una tupida red” que le dé apoyo desde la atención primaria, los servicios educativos, las residencias, etc.

“No se puede tardar tres meses en dar una cita a una persona que habla de ideas suicidas”. María Jesús, la portavoz de Ubuntu, también reclama mejoras en la atención para evitar que se pierdan más vidas. Para ella, los tratamientos deben incluir el seguimiento de quienes hacen alguna tentativa, y también el apoyo dentro del sistema público para los denominados supervivientes, esas personas que han perdido un ser querido. Hace años, ella tuvo que “aprender a volver a vivir” a través de un psicólogo privado las dos veces que recibió “un golpe te saca del mundo”. Por eso se felicita de esos avances que “poco a poco, a través de asociaciones o planes locales” permiten al menos que, quienes ahora pasan por ese trance puedan sentirse comprendidos y desahogarse en los grupos de ayuda mutua.

La diferencia está en la escucha

A pesar del incremento en los últimos años, el psiquiatra asturiano es positivo respecto al futuro. “Se han dado pasos importantísimos. Afortunadamente, el tabú del suicidio se ha roto”. Para Marina, las ideas suicidas son siempre un indicador de un sufrimiento muy importante, y por eso, ante todo, la sociedad tiene que ser sensible y tener la capacidad para escuchar ese malestar.

En los últimos años el tema ha pasado a formar parte de las noticias, las declaraciones de personas influyentes y las charlas en los institutos. Para el psiquiatra, ese es el camino. “Tenemos que conseguir que la gente que tiene ideas suicidas las pueda contar, siempre será con dolor, pero al menos que no sea con vergüenza”. Y para que esa escucha sea útil, Marina propone centrarnos sobre todo en acompañar el sufrimiento, acoger el momento que está pasando la otra persona, y una vez se da esa escucha, proponer recursos que le puedan ayudar para revertir esa situación.

La sociedad tiene que ser capaz de escuchar ese malestar que hay detrás de las ideas suicidas”.
Pedro Marina, psiquiatra.

Atendamos los avisos

No, por desgracia tampoco es verdad eso de que ‘si hablan de quitarse la vida significa que no lo van a hacer’. De hecho, se calcula que el 75% de las personas que acaban con su vida dieron algún tipo de aviso a su entorno. En muchas ocasiones son infravaloradas, o tomadas como un chantaje, cuando según los expertos deben ser consideradas como peticiones de ayuda.

“Es importante desterrar los mitos, como que quien lo dice no lo va a hacer, o que quien lo intenta y falla está llamando la atención”, reclamaba Rosa Arquer, psicóloga del Teléfono de la Esperanza en Asturias en una entrevista con la Confederación Salud Mental. “Quien entienda un intento de suicidio como una llamada de atención, no está entendiendo el problema de base, que es el sufrimiento”, afirma.

La nube de la culpa

Hace ocho años, la hermana de Silvia Melero decidió quitarse la vida. “Si ya con la muerte es difícil, hablar de suicidio cuesta mucho más”. Pero es lo precisamente lo que ha hecho Silvia, no parar de hablar de ello. Su proyecto “Luto en colores” comenzó con un libro, después pasó a  impartir talleres para familiares de personas que se han suicidado, y luego para cualquiera que haya perdido un ser querido. Ahora también ofrece apoyo a personas con ideas suicidas como complemento a otros tratamientos y espacios.

Para Melero, la diferencia con otros duelos es que en el suicidio la vergüenza, la culpa, están más presentes. “Tenemos la nube de la culpa encima, también por el juicio externo”. Una nube que a veces “se hace muy grande, muy pesada” y no deja avanzar en el proceso de duelo. Ante esa nube gris, esta periodista propone “una mirada amable hacia una misma”, para no olvidar que cualquier persona, “si hubiera podido hacer las cosas mejor, las hubiera hecho”. Y para terminar, Melero deja un mensaje de esperanza, aunque sea a largo plazo. A pesar de que a veces se trate como tal, el duelo no es una enfermedad, es un proceso que se acaba. “Y eso no significa que nos olvidemos del ser querido, sino que lo colocamos en otro sitio”.

Papageno contra Werther

Durante décadas, los medios de comunicación han omitido deliberadamente el suicidio en sus informaciones. Quizás de fondo estaba muchas veces la incomodidad de tratar un tema tabú. Pero la argumentación principal era evitar el ‘efecto Werther’, es decir, la influencia que tuvo la novela de Goethe para que algunos jóvenes llegaran a suicidarse tomando como ejemplo al protagonista del libro. Un estudio sobre los datos de suicidios en el mes siguiente a que el New York Times publicara en portada alguna noticia sobre el tema era el principal sostén de esta teoría.

Sin embargo, se ha demostrado que es positivo que los medios de comunicación hablen del tema. Eso sí, con responsabilidad, omitiendo los detalles más morbosos como el método empleado y evitando mostrar la conducta suicida como solución a los problemas. “El silencio informativo no es una opción. El sensacionalismo, tampoco”, resumía el manual para el tratamiento del suicidio para medios de comunicación que editó el Ministerio de Sanidad junto a varias organizaciones de la prensa y la salud mental.

Así, los expertos hablan ahora del ‘efecto Papageno’, el personaje de la ópera de Mozart, La flauta mágica, que decide no suicidarse después de que unos niños le ofrecen alternativas para afrontar sus problemas. Pero para poder ser esos niños, es importante saber responder a esta pregunta.

Sí, sí hay donde pedir ayuda

A pesar de las carencias históricas en la atención en salud mental, recrudecidas por los recortes en atención primaria, hay diversos lugares a los que recurrir y pedir ayuda en caso de riesgo de suicidio, de uno mismo o de un ser querido.  El último ha sido el teléfono gratuito 024, puesto en marcha por el Gobierno estatal en mayo de este año, y que según Moncloa atendió cerca de 15.000 llamadas solo en su primer mes de funcionamiento, llegando a derivar 650 de ellas a los servicios de emergencia.

Además, se mantienen otros servicios disponibles las 24 horas del día los 365 días del año, como el Teléfono de la Esperanza (914 590 055) y muchos otros recursos que ofrecen   asociaciones y aplicaciones para la prevención del suicidio. Porque como dice Rozalén, a quien “ya solo contempla una forma de dejar que sufrir” es importante recordarle que, aunque distinta, “la ilusión puede volver”.