Mujeres y Gobierno: la larga carrera por la paridad en el poder del mundo

Mujeres y Gobierno: la larga carrera por la paridad en el poder del mundo 

Apenas 26 países tienen presidentas o primeras ministras al frente, cuando la ONU enfatiza su "liderazgo, firmeza, elocuencia y empatía" en crisis como la del covid.

Xiomara Castro, Giorgia Meloni, Mia Mottley, Sanna Marin, Sheikh Hasina y Najla Bouden.REUTERS

"No tengo suficiente energía. Soy humana". Con estas palabras, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, dimitió de su cargo el pasado enero. Una de las mujeres más admiradas, carismáticas y cercanas de la gobernanza mundial prefería pasar página, defendiendo en su comparecencia que lo había dato "todo" como mandataria pero que hay momentos en que es necesario parar. Los análisis sobre su marcha inundaron la prensa, de extremo a extremo. ¿Era valiente o cobarde? ¿Pragmática o débil? ¿Mujercita o superviviente en un mundo diseñado por y para los hombres? 

Su caso puso en primera plana el poder femenino, el cuánto y el cómo se gestiona, las presiones, necesidades y objetivos de las mandatarias del mundo. Las conclusiones, de nuevo, son claras: falta mucho por hacer por la paridad, faltan muchos prejuicios por borrar, faltan muchos lastres que soltar. Empezando por los números: sólo 26 de los 193 estados del planeta tienen al frente a una presidenta o primera ministra, apenas un 13,4% del total. Son datos de ONU Mujeres. Al ritmo actual, la igualdad de género en los más altos cargos de poder no se alcanzará hasta dentro de 130 años. Si ellas no llegan, no podemos saber lo que quieren y lo que valen. Estas son las que a día de hoy son y hacen:

A 19 de septiembre de 2022, la ONU señala que sólo el 21% de los ministros del mundo eran mujeres y únicamente 14 países han logrado tener un 50% o  más de mujeres en los gabinetes. España es uno de ellos. Con un aumento anual de 0,52 puntos porcentuales, la paridad de género en los cargos ministeriales no se logrará antes de 2077, vaticinan sus expertos. Y luego están las materias que se le encargan a las ministras, casi siempre las mismas: el top cinco es el que forman las áreas de Familia, Infancia, Juventud, Tercera Edad o Discapacidad, seguido de una cartera general de Asuntos Sociales; le siguen Medio Ambiente, Recursos Naturales o Energía; Empleo o Formación Laboral y Mujer e Igualdad de género (de más reciente creación). 

No son tampoco para tirar cohetes los datos en los parlamentos. Sólo el 26% de todos los diputados nacionales son mujeres, lo que supone un avance frente al 11% en 1995, pero a todas luces insuficiente. Únicamente cinco países tienen un 50% o más de mujeres en el parlamento en cámaras bajas o únicas: Ruanda (61%), Cuba (53%), Nicaragua (51%), México (50%) y Emiratos Árabes Unidos. (50%). La naturaleza de algunos de estos estados y el tratamiento que reciben sus nacionales da cuenta, también, de que no siempre los números suponen una igualdad real y el respeto a los derechos de la mujer. Otros 27 países han alcanzado ya o superado el 40% de representación femenina en los hemiciclos, incluidos 15 países de Europa, cinco de América Latina y el Caribe, cinco de África, uno de Asia y uno del Pacífico.

Más de dos tercios de estos estados han aplicado cuotas de género en la última década, ya sea con cuotas de candidatos o escaños reservados, "abriendo espacio para la participación política de las mujeres en los parlamentos nacionales", señala ONU Mujeres. 

A nivel mundial, hay 24 naciones en los que las mujeres representan aún menos del 10% de los parlamentarios en cámaras únicas o bajas, incluidas tres cámaras únicas o bajas en las que no hay ni una sola mujer, añade la Unión Interparlamentaria de las Naciones Unidas. Son Micronesia, Papúa Nueva Guinea y Vanuatu. En este caso, al ritmo actual de progreso, la paridad de género en los órganos legislativos nacionales no se logrará antes de 2063.

Los números son sensiblemente mejores -siempre lo han sido- en la política local. La ONU dispone de datos de 136 países que muestran que las mujeres constituyen casi tres millones (el 34%) de los miembros elegidos en los órganos deliberativos locales, como concejalías y diputaciones. Sólo dos países han alcanzado el 50% y otros 20 países tienen más del 40% mujeres en el gobierno local. Asia central y meridional (41 %) Europa y América del Norte (36%) están en cabeza. 

Otra forma de hacer las cosas

ONU Mujeres recuerda que la participación política "equilibrada" y el "poder compartido" entre mujeres y hombres en la toma de decisiones es el objetivo acordado internacionalmente establecido en la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, que implica a los estados, que los obliga a trabajar en esa línea. No es un capricho. Y, sin embargo, reconoce que "la mayoría de los países del mundo no han logrado el equilibrio de género y pocos han establecido o alcanzado metas ambiciosas para la paridad de género 50-50". 

"Las mujeres demuestran liderazgo político al trabajar a través de líneas partidarias a través de comités parlamentarios de mujeres, incluso en los entornos políticamente más combativos, y al defender cuestiones de igualdad de género, como la eliminación de la violencia de género, la licencia por paternidad y el cuidado de los hijos, las pensiones, la igualdad de género. leyes y reforma electoral", concluye. 

En un informe emitido en 2020 por la Unión Interparlamentaria quedaba claro que la manera de gestionar de las mujeres es beneficiosa hasta para afrontar pandemias como la del coronavirus: “Las mujeres líderes han tenido una particular disciplina, sensibilidad y capacidad de respuesta frente a esta pandemia y, por ello, han podido desarrollar mejores políticas para ahora y para el futuro”, indica. “Liderazgo, firmeza, elocuencia y empatía con los más vulnerables” son algunas de las características de las presidentas y primeras ministras que intentaron frenar la expansión del covid-19 en sus países. “Las mujeres líderes han tenido una particular disciplina, sensibilidad y capacidad de respuesta frente a esta pandemia y, por ello, han podido desarrollar mejores políticas para ahora y para el futuro”, asegura en su exposición Gabriela Cuevas, la presidenta de la Unión Interparlamentaria y exdiputada mexicana.

Va más allá del caso concreto de la pandemia. Según Cuevas, las mujeres que están en cargos de decisión tienden a centrarse en los bienes más esenciales, como la salud y la educación, y en proteger a las personas que más lo necesitan, particularmente los niños. "Existe evidencia establecida y creciente de que el liderazgo de las mujeres en los procesos de toma de decisiones políticas los mejora", afirma el informe más reciente de ONU Mujeres. Y pone ejemplos como una investigación sobre panchayats (consejos locales) en India descubrió que la cantidad de proyectos de agua potable en áreas con consejos dirigidos por mujeres era un 62% mayor que en aquellas con consejos dirigidos por hombres. O el caso de Noruega, donde se encontró una "relación causal directa" entre la presencia de mujeres en los consejos municipales y la cobertura de cuidado infantil de la comunidad. 

Cuevas recurre justo a la dimitida Ardern para recordar que declaró como un “trabajador esencial” al Conejo de Pascua durante la cuarentena. “Yo pienso que, cuando un jefe de Estado es capaz de comunicarse incluso al nivel de los niños, es un ejemplo muy elocuente de las preocupaciones que tiene por los más vulnerables, que son a quienes más está afectando la crisis de salud, y que también probablemente afectará la crisis económica que apenas empieza”, dice.

“Lo que hacemos las mujeres es priorizar a aquellos que son más vulnerables y me parece que estas jefas de Estado han demostrado una gran determinación, son mujeres valientes, son mujeres inteligentes que no solamente han llegado a un cargo público si no que han demostrado un gran liderazgo, y que han logrado que su población siga los consejos del Gobierno”, expresa Cuevas al servicio de noticias de la ONU.

Son, pero no están

“Las mujeres pertenecen a todos los lugares donde se toman decisiones. No debería ser que las mujeres sean la excepción”, decía la añorada juez norteamericana Ruth Bader Ginsburg, un icono del feminismo de hoy. Es esa la lectura que inspira uno de los informes más luminosos sobre la materia, publicado por Women Political Leaders y toda una referencia pese a sus años. La carrera política femenina, se llama. "Muchas mujeres han logrado exitosas carreras políticas, pero casi en ninguna parte hay números que reflejen el porcentaje de población que son. Incluso en países con paridad relativa de género, hay una mayor tasa de deserción para las mujeres que para los hombres en los rangos superiores del partido", constata. 

Denuncia que hay "patrones llamativos" que se repiten con frecuencia. El primero es el problema de la selección. Que "muchas mujeres que podrían sobresalir en carreras políticas no concurran por los obstáculos que ven adelante de ellas, más altos, en la mayoría de los casos, de los que afrontan sus homólogos masculinos". Hasta que eso no se diluya, "cualquier intento de mejorar la igualdad política de género será parcial, en el mejor de los casos". Y una vez en el cargo que sea, ahonda, "las mujeres siguen estando atrapadas en el doble vínculo", el de las reclamaciones de su rol de género en el hogar u las "expectativas sociales de género de que deberían ser pasar más tiempo en casa". "Las mujeres políticas operan dentro de bandas estrechas de comportamiento aceptable, cuyos límites son vigilados implacablemente por el partido líderes, colegas, votantes y los medios de comunicación". Ardern y su maternidad, por ejemplo. 

"Lograr una verdadera igualdad de género en la política requerirá de una profunda introspección y un gran esfuerzo social. Esforzarse en esa dirección vale la pena, porque lo que está en juego es mucho: una mayor igualdad aumenta la calidad de la democracia misma al mejorar el grupo de candidatos y legisladores. Los roles y expectativas sociales de género constituyen altas barreras de entrada para las mujeres que limitan la competencia electoral", concluyen los autores del estudio. Y dan una receta, por encima de cualquier otra: educación, educación y educación para que las cosas cambien.