Tras 15 años como primer ministro, desbancado por una coalición de "todos contra Bibi" y enjuiciado por corrupción, el candidato del Likud insiste en vestirse de salvador.
El experiodista y actor, que apenas ha estado cuatro meses como primer ministro, trata de mostrarse como líder fuerte de la única alianza que puede aglutinar a los 'antiBibi'.
En un país polarizado, estancado por la falta de estabilidad institucional, se habla poco de programas y apuestas. Todo se reduce a lo de siempre, si Netanyahu debe mandar.
Incapaces de sacar adelante la legislación básica, Bennett y Lapid tratan de evitar más deserciones en su bloque de ocho partidos. Netanyahu se afila ya las uñas.
Ocho partidos se sumaron para relevar al primer ministro, pero la coalición flaquea: demasiadas diferencias, diputados que rompen la disciplina o que se van con Bibi.
Bennett, el nuevo primer ministro, promete "sanar" un país dividido tras 12 años de reinado del Likud. Las tensiones en el propio gabinete son el primer riesgo de atranque.
La coalición que aspira a desbancar a Netanyahu tiene enormes retos en economía o seguridad que dependen, aún, de que el primer ministro les quite algún tránsfuga.
El pacto se produce horas antes de que finalizara el plazo y superando las diferencias que hasta el momento habían impedido la formación de un gobierno de unidad.
El líder de Yamina, antiguo asesor de Bibi y exlíder de los colonos en la Palestina ocupada, sería el primer ministro si fructifica la alianza antiLikud.
La coalición que lidera Lapid tiene 58 escaños pero necesita al menos 61. Necesita de los partidos árabes. Sin contar con la posibilidad de tránsfugas que impidan la suma.
El líder del centrista Yesh Atid ha recibido el mandato de intentar formar Gobierno en Israel, tras el fracaso del actual primer ministro. Complicado pero factible.