Txell Feixas: "Las mujeres árabes han dicho basta, es el momento de su revolución feminista"

Txell Feixas: "Las mujeres árabes han dicho basta, es el momento de su revolución feminista"

La periodista catalana publica 'Mujeres valientes', historias de supervivencia, resistencia y empoderamiento que disuelven los prejuicios sobre Oriente Medio.

Txell Feixas, autora de 'Mujeres valientes', en Beirut.ORIOL ANDRES GALLART / CEDIDA

Jadiya, Melissa, Alalá, Fatma, Hiyam, Gulan y Lara, Maya y Nancy, Benchymer, Majd, Diala, Yumana, Samar, Bushra y Malak. Tienen nombre y rostro y voz, aunque las traten de borrar, de anular, de silenciar. Son mujeres árabes que están llevando a cabo una revolución feminista, silenciosa y discreta, sí, pero también imparable. A todas ellas las ha escuchado la periodista catalana Txell Feixas Torras, corresponsal de TV3 y Catalunya Ràdio en Beirut, y las ha contado en su obra Mujeres valientes (Península). La mochila de prejuicios la perdió por el camino y lo que le queda es admiración.

¿De dónde nace este libro?

De muchas historias rematadas en dos minutos para la tele y la radio a las que quería poner contexto, recolocarlas, redimensionarlas y hacerle justicia a sus protagonistas. Tenía un nudo en la garganta con todo lo que me contaron y no había salido. Cosas que no sabía, tras cinco años en la región, que me hicieron reconocer mis carencias. Quería ser la transmisora de las historias de estas mujerazas, incluso asumiendo mi choque como mujer, blanca y occidental. Me he dado unas hostias metafóricas importantes, me he sentido pequeña ante ellas. Merecían la dedicación.

Le da la vuelta a la imagen tradicional de mujeres sufridas y dolientes de Oriente Medio. Es rupturista. 

Son mujeres que rompen los esquemas a los lectores, pero primero me los han roto a mí. No son valientes porque lo decidan, sino porque en muchos casos es la única forma de sobrevivir. No son feministas porque lo escojan, sino para no morir, para resistir en este mundo donde hablan de la mujer como “la maldición del cromosoma X” o una alteración genética, y que en el mejor de los casos es ciudadana de segunda. Hubo una sorpresa personal de romper con esa imagen que me pesaba, en algún grado, de la mujer en el mundo árabe como unidad, cuando hay muchas, y no todas se simplifican en la velada, la sumisa, la pasiva. Afortunadamente cada vez son menos.

Niñas que por el mero hecho de nacer ya son molestas en sociedades que las ven como una carga, violadas casadas con sus violadores, supervivientes del Estado Islámico, ingenieras, trabajadoras del hogar, guerrilleras kurdas... ¿Cómo son sus heroínas de lo cotidiano, como las llama? 

Yo me aferro a lo que decía Svetlana Aleksiévich en La guerra no tiene rostro de mujer, que ya no es tiempo de escribir de las grandes heroicidades, sino de la gente pequeña, entendida como el individuo, ser historiador del alma. Para mí ellas son heroínas cotidianas porque de base se les niega algo tan básico como el derecho a existir, y si lo hacen, en igualdad, sin violencia. Estamos ante un feminismo de supervivencia, su lucha y su combate y su batalla es por cosas tan básicas como desterrar el silencio, superar el tabú o el estigma. Denunciar lo que les ha pasado es un gran acto que les puede costar la vida o decidir tomar el control de su cuerpo ,aunque sea por unos minutos, en un embarazo o un nacimiento, algo que les puede lastrar para siempre. Tan pequeño y tan grande.

Víctimas, no. Supervivientes, sí. 

Mucha gente me dice: ”¡qué mujeronas!”, como si aquí la Txell les hubiera puesto su capita de Superwoman y las haya hecho volar. Pese a que las miro con esa admiración profunda y ese respeto absoluto, yo las veo como supervivientes. sí. Se han erigido así ante mí. Son mujeres que no te hablan para dar pena o generar condescendencia, son mujeres que te enseñan, que no te aleccionan, cuando podrían hacerlo en muchos casos. Son ejemplos de cambio, coraje y resiliencia. Al contrario, muchas veces, por no decir todas, la que se ha sentido pequeñita ante ellas he sido yo.

Pregunta de occidental: ¿pero hay feminismo en Oriente Medio?

¡Y tanto! Uno de los objetivos del libro es hacer ver que en la zona hay un feminismo muy potente que hace su revolución, pese a que a veces no lo sepamos, no queramos verlo o sea menos mediático. Mucha gente dice que una revolución se entiende como algo que llega de sopetón y acarrea grandes cambios. Si nos atenemos a eso, es verdad que no sería una revolución como tal lo que presenciamos, pero yo creo que la revolución aquí es mucho más lenta pero ya sin pausa, se ha puesto una semilla y va a crecer. Las mujeres han dicho basta y es el momento de su revolución, ya no aguantan que les digan ‘no es tu momento porque hay guerra’, ‘no es tu momento porque hay crisis’, ′ no es tu momento porque porque hay pandemia’… Ya no van a pedir permiso, en todo caso van a pedir perdón... y ni eso.

¿Las Primaveras Árabes fueron determinantes para esa nueva etapa de lucha?

Las mujeres árabes se enfadan cuando les insinúas que están despertando ahora, en últimos años. Te recuerdan que el feminismo en la región nació a principios del siglo XX en Egipto y te dan nombres de las pioneras. Que no lo viéseis no quiere decir que no existiésemos. Pero con la Primavera se plantó una nueva semilla, se rompieron fronteras, y ahora tenemos un feminismo más globalizado. Se crean redes transversales, sin liderazgos, y ya reclaman no sólo justicia y derechos básicos, sino cuestiones de género. En esto no hay marcha atrás. Se consiguió hacer la lucha en la calle, pero está totalmente pendiente hacer la revolución en el poder político y en el ámbito privado, en cada casa. Fue frustrante para muchas salir con su compañero o marido y con él, codo con codo, gritar por los derechos también de las mujeres, y luego volver a tu hogar y que ese mismo hombre le dijese: “tú cocinas, tú friegas, tú barres, tú me traes la cerveza y yo veo la tele”. Mientras no reviertas ese machismo y patriarcado en tu propia casa, no seremos libres.

“Mujeres asumiendo roles que muchos hombres les han negado. Han dejado de ser solo la cara bonita de la revolución, en la retaguardia. Hay mujeres gritando, cantando y bailando; mujeres cocinando para los manifestantes, sí. Como siempre. Pero ahora también hay mujeres dando patadas, mujeres haciendo de muralla, mujeres ocupando la calle, mujeres bloqueando carreteras, mujeres impartiendo clases universitarias en las plazas. Mujeres con velo, mujeres descubiertas, mujeres con túnicas, mujeres con camisetas de tirantes y minifaldas, mujeres con rastas, mujeres repeinadas, mujeres con banderas y pancartas, mujeres con bolsos carísimos, mujeres con la nariz operada, mujeres con unas buenas narices, mujeres sin huevos, mujeres con ovarios, mujeres sin miedo, mujeres que dan miedo a muchos hombres por primera vez, ¡mujeres, mujeres, mujeres!”.

Mujeres valientes, página 194.

¿Allá tienen el mismo sentido términos como techo de cristal o sororidad?

El techo de cristal aquí es de acero, muy duro, pero lo rompen. Veo mujeres que son auténticas gotas malayas, una a una van haciendo mella en la roca que es el patriarcado y el machismo, clin, clin. La sororidad es intensa. Estas mujeres del libro podrían ser miles en Oriente Medio, de las que con esa hermandad consiguen revertir muchas situaciones, aunque sea de forma mucho más discreta y silenciosa, porque en muchos casos les va la vida. Me gusta destacar que el libro es una suma de 13 relatos de 13 mujeres, pero quería que fuese mucho más, abriendo un poco el foco, un libro político, que enseñara las grietas y obstáculos que una mujer se encuentra, que muestre cómo está el sistema y cómo algunas mujeres valientes consiguen sortear todos los obstáculos.

En Mujeres valientes elude también el recurso fácil de achacar a la religión todo el aislamiento de la mujer. 

Es que la religión, la política y la cultura en la zona hacen una mezcla muy muy tóxica, que explica por qué las mujeres están sometidas a este sistema patriarcal y machista. No podemos desvincularnos de este escenario, pero a la hora de hablar de mujeres y feminismo, para mí es universal, transversal, no me gusta adjetivarlo. El machismo es uno y va siempre unido y nosotras, en cambio, a veces parece que adjetivando tanto nos dividamos. Para mí lo importante era explicar la mujer en el mundo árabe, no la mujer llena de adjetivos. Ella en el centro. El libro intenta romper estereotipos de género pero también de religión, de islam, de cristianismo, y de región, Oriente y Occidente, lo bueno y lo malo, los civilizados y los bárbaros. Nos pensamos, muchas veces, que ellos son los locos y nosotros, los cuerdos. Durante demasiado tiempo hemos mirado esta zona con ojos de mirada colonialista, viendo a su gente sólo como víctimas.

¿Y tienen esperanza estas mujeres?

La única que tienen es la esperanza en sí mismas, en lo que puedan conseguir ellas. Si tienen que aguardar que esa mezcla tóxica y letal se relaje, tenemos mala vida para las mujeres para décadas o hasta por siglos. La mujer ha entendido que si ella no instiga y empuja esta revolución nadie lo hará por ella. Ante el autoritarismo de la zona, sólo existe la salvación del feminismo, por eso muchos regímenes o dictaduras o democracias que dicen serlo y no lo son actúan de forma tan contundente para aplastar el feminismo y el activismo. Al final ven que poco a poco funciona y los privilegios que durante décadas y siglos han tenido los hombres, empiezan a estar en peligro y ven a las mujeres como una amenaza, porque realmente lo son. Igual damos tres pasos, nos hacen retroceder dos, pero ya se ha conquistado uno, y desde esa nueva posición la pelea sigue.

  Txell Feixas, corresponsal en Beirut de Catalunya Ràdio y TV3.ORIOL ANDRES GALLART / CEDIDA

¿Cómo ha logrado que se abran estas mujeres, que le cuenten sus abusos, sus éxodos, sus penurias? 

Este libro no quiere dar voz a nadie, porque estas mujeres han demostrado que tienen voz, alta, clara y firme, así que sólo soy un altavoz de su caso. Yo me acercaba a ellas y pensaba que ni loca, nunca, contaría algo tan privado a nadie, pero ellas han sido de una generosidad que, como periodista, hasta me incomodaba. Creo que ser mujer me ayudaba absolutamente de punto de partida, porque me veían como una aliada, por eso, cómplice de su causa. La empatía y la mirada tuve que trabajarla. Venía de hacer periodismo económico, en un entorno agresivo, y tuve que recurrir a la escucha activa, a la calma. En mi mirada a estas mujeres hay muchas miradas previas, las de mujeres periodistas de las que he aprendido, como Ana Alba o Rosa María Calaf [quien escribe el prólogo de la obra], y también de hombres, mis compañeros Tariq Saleh y Oriol Andrés Gallart. Su humanidad ha sido esencial para saber que antes de lograr hay muchos tés o cafés que tomar y mucho terreno que allanar.

¿Ser mujer en la zona es una ventaja?

Se suele decir lo contrario, pero es tal cual. Me ha dificultado pero en cosas muy cotidianas, rutinarias, las sorteas con experiencia, a lo mejor te hacen rabiar o frustrar un rato, pero las ventajas son todas. Me abre un mundo al que siendo hombre no tendría el mismo acceso. Son estereotipo que debemos aplastar. La zona, conflictos y guerras en general, nos las han contado hombres en muchos casos, casi para que consuman hombres, de hombres para hombres. Ahora hay muchas mujeres y la narrativa está cambiando. Cuando me mandaron por primera vez a Irak, quería ir a la primera línea de guerra. Durante mucho hemos visto a señores con el chalequito y el casco, en front line, y en mi cabecita esa era la imagen del éxito. Hasta que gracias a mis compañeros vi que podía explicar grandes historias de guerra unos kilómetros más atrás. Sólo hay que querer verlas. Y ahí están las fantásticas periodistas locales, cada vez más, haciendo un trabajo fabuloso.

¿Qué primeras reacciones le están llegando del libro?

Algo que me gusta mucho, que es que a los lectores les duele mucho pero a vez les cura, te hace daño pero acaba siendo un bálsamo. Leerlo es un trámite duro pero te empodera, te hace a menudo desesperarte pero también ver que hay una esperanza. Hay punto de esperanza en cada capítulo, pero yo no lo he buscado, no quería pintarla donde no la hay, pero es que hay esperanza. Ojalá que los lectores puedan mirar Oriente Medio sin pena ni condescendencia, sino con una nueva admiración hacia estas mujeres.