Cómo consigue Pixar gustar a niños y a adultos por igual
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Cómo consigue Pixar gustar a niños y a adultos por igual

Padres, hijos... y más allá.

Todo cambió en 1995. Fue el año en que se estrenó Toy Story y con esta película llegó también la revolución. La primera cinta de animación hecha únicamente por ordenador, y firmada por un entonces desconocido Pixar, marcó un antes y un después. No sólo en la forma sino en el fondo, con el que consiguió meterse en el bolsillo a niños y a adultos a partes iguales. Lo hizo con este título, continuó haciéndolo con los siguientes y es casi seguro que lo vuelva a hacer a partir de este viernes con Toy Story 4.

La cinta se convirtió en la película con más recaudación de ese año en todo el mundo, y meses después (ya en 1996) ingresó 8,99 millones de euros en España. No es una cifra menor. Ese año Independence Day, la película más taquillera a nivel mundial, recaudó 11,36 millones de euros en España, Misión Imposible se llevó 9,99 millones de euros y La Roca logró 9,51 millones de euros. Por delante de todas se situó El Jorobado de Notre Dame, con 11,84 millones de euros, según datos facilitados por Taquilla España.

Esos datos iban avalados por los críticos de los medios, que no pasaron por alto el gran logro de Toy Story: llegar a todos los públicos.

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Aquel logro quedó eclipsado por todo lo que vino después. Hoy Toy Story es el 18º título de Pixar con más recaudación en España, pero si no llega a ser por ella no habría venido todo lo demás. “Fue el pistoletazo de salida de su éxito. Ahí lograron cambiar la industria de la animación, conjugar una trama que enganchara a los niños al ver a los juguetes cobrar vida y también a los adultos con el temor de Woody a ser sustituido por Buzz”, cuenta a El HuffPost Doc Pastor, autor del ensayo ¡Hasta el infinito y más allá!: La historia de Pixar a través de sus películas.

Tan revolucionario fue aquel estreno como lo fue que su segunda parte, Toy Story 2, se convirtiese en la primera secuela de animación con más recaudación que la antecesora. Por no hablar de Toy Story 3, que en 2010 se convirtió en la cinta de animación más vista de la historia (luego la desbancó Frozen) y en la tercera  en estar nominada al Oscar a Mejor película. En España ocupa el puesto 20º de las cintas más taquilleras de todos los tiempos.

Entre tanto se han dado otros éxitos como Up, Buscando a Nemo o Del Revés, que superan los 20 millones de euros de recaudación en España y que como las otras anteriores se han llevado también el aplauso de la crítica (no sólo el del público). Los expertos de la web Rotten Tomatoes les dan a todas más de un 90% de puntuación, incluida a Toy Story 4, que con un 98% promete conseguir el objetivo Pixar. “Ser un producto de calidad disfrutable por niños pero dirigido en realidad a los adultos, como han dejado claro en más de una entrevista”, apunta Pastor. La cuestión es cómo lo hacen.

La clave hay que buscarla en el desarrollo de los personajes. Lo tiene muy claro Jaume Figa i Vaello, director de la revista Sumando Historias y experto en Pixar. “Saben conectar con el público porque trabajan con las historias y profundizan mucho en los personajes, llegando incluso a poder hablar en términos antropológicos”, señala a El HuffPost el autor de la tesis La amistad en el cine de PIXAR. La noción aristotélica de amistad como clave de análisis cinematográfico, de la Universidad Internacional de Cataluña.

Eso mismo defiende la profesora colombiana Ana María Pérez-Guerrero, autora del libro Pixar. Las claves del éxito. “Destacaría el tipo de conflictos dramáticos que se desarrollan en los guiones de Pixar, la relevancia de relaciones que se establecen entre protagonistas y personajes secundarios, y también la creación del universo de la historia. Por otra parte, hay que señalar el trabajo visual de cada película”, apunta, y señala que la apariencia forma parte de la estrategia para “lograr fascinación y empatía tanto en niños como adultos”.

“El niño conecta con el personaje porque es simpático y divertido. Conecta superficialmente, se lo pasa bien; mientras que el mayor conecta porque detrás de sus llantos y risas encuentra que se está hablando de él”, añade Figa i Vaello, que hace hincapié en el trasfondo de películas como Del Revés y Coco.

“En Del Revés las emociones son personajes divertidos, con los que el niño se ríe. Pero se queda solo con eso. El adulto se identifica con ellas y entiende que en el fondo se está hablando de sus sentimientos”, continúa. Otro ejemplo lo encuentra en Coco, que aborda temas tan profundos como la muerte, el respeto a los mayores y el valor de los difuntos, con unos personajes que convencen visualmente al niño: “Son esqueletos que no dan repelús”.

Para la psicóloga Ana Vico esto responde a que “todo tiene siempre dos lecturas”: “Los más pequeños pueden disfrutar de la película empapándose de sus formas y colores, pero a la misma vez, porque en esas edades todavía no diferencian lo que es real de lo que es una proyección. Sin embargo, para los adultos estas películas tienen otros componentes psicológicos que los mantienen pegados a la pantalla. Por ejemplo, la historia puede cautivarnos por sus valores. Nos hace revivir habilidades interpersonales y nos ayuda a desarrollar nuestra inteligencia emocional”.

El crítico de cine Hoai-Tran Bui centra el “atractivo universal” de Pixar en “las emociones y experiencias humanas” que recoge de forma tan hábil en sus películas. “Nos podemos sentir identificados con lo que narran en sus historias, ¿acaso no tuvimos todos un amigo imaginario como Riley en Del revés? ¿O no sabíamos de pequeños que nuestros juguetes estaban vivos como los de Andy en Toy Story? ¿No hemos soñado con viajar volando como Edward en Up?”, cuenta a Pastor.

Este apelar a los sentimientos lleva presente desde el estreno de Toy Story, la saga que más conecta intergeneracionalmente. Resulta imposible olvidarse del día en que Andy abandonó a Woody en la papelera, o cuando en la segunda parte de Toy Story escuchamos a Jessir canta Cuando alguien me amaba.

Otro ejemplo es Ratatouille, que Pastor pone a la altura de Toy Story: “Es una maravilla de principio a fin. Los pequeños se lo pasan bien con la gran cantidad de escenas divertidas que tienen, y los adultos además tienen la trama sobre quiénes somos realmente, si quienes queremos ser o quienes nos dicen ser”.

Figa i Valle reconoce otras experiencias vitales comunes en las pelis de Pixar:

  • La rivalidad entre hermanos/amistad (Toy Story)
  • La socialización/colectivismo frente al individualismo (Bichos)
  • La madurez (Monsters, S.A.)
  • El encuentro de la pasión personal/autoconocimiento y aceptación de lo que se conoce (Ratatouille) 

Los guiones son para Figa i Vaello la tercera pata del éxito, el tercer pie del trípode al que desde Aprender Cine otorgan un peso mayor. “Es lo que hace fuerte a esos personajes a través de la trama que se desarrolla”, explican a El HuffPost, y ponen sobre la mesa los habituales chistes pensados para adultos.

“Está claro que hay chistes y guiños que están pensados para ellos. Tanto en la saga de Toy Story como en la mayoría de películas de Pixar hemos podido disfrutar de chistes que hacen referencia a las primeras películas de Star Wars, o a grandes éxitos de películas de los ochenta con las que muchos crecimos. Es un buen aliciente para que tengamos ganas de seguir viendo Pixar”, añaden.

Pero no son los chistes, sino el saber dónde y cuando meterlos. ”El interés de las cintas de Pixar está en lo que cuentan no en trufar sus largometrajes de chistes o guiños a un solo sector de la audiencia, como dije, su interés está orientado a su público objetivo: el familiar”, añade Pérez-Guerrero.

Al final todo pasa está relacionado con su compromiso por la calidad y la excelencia, que se consigue con tiempo. “Disney siempre ha dicho ‘tengo un éxito, voy a hacer una segunda parte para ganar más dinero’, Pixar hace otra cosa: ’Tengo un éxito voy a ver si encuentro una segunda historia’. Si es buena se hace, sino no”, explica Figa i Vaello.

Esto se traduce en “reescribir, reeditar y volver a cortar”, como explicaba el director Pete Docter (Up y Monstruos SA) en The Atlantic. O, en palabras del montador Lee Unkrich (Coco, Toy Story 2): “Nunca terminamos una película. Podríamos seguir mejorándola. Nos vemos obligados a lanzarla”.

Hay personajes, hay historia y hay un guión, pero también hay libertad. Máxima Libertad. “[El director y productor] John Lasseter lo decía de esta manera: ’Quiero hacer la película que me dé la gana, la que queramos ver mi familia y yo. No la que me vaya a hacer ganar dinero”, sigue Figa i Vaello, que cuenta que para Bichos: una aventura en miniatura Lasseter pidió ayuda a su hijo.

“Le preguntó qué insectos quería y le pidió una mariquita. Entonces creó una mariquita macho para quedarse también con el público mayor”. Es divertido e imprevisible.

Esa libertad puede llegar hasta límites insospechados. Dentro de Pixar todo el mundo opina, porque “el factor humano sustenta la cultura empresaria y la filosofía de Pixar”, señala Pérez-Guerrero. Aunque eso a veces implique ralentizar la producción. “La seña de identidad de una cultura creativa saludable es que la gente se sienta libre de compartir ideas, opiniones y críticas. La falta de franqueza, si no se controla, puede conducir en última instancia a la aparición de entornos disfuncionales”, escriben Amy Wallace y Ed Catmull en el libro Creatividad S.A.

Una mala idea es siempre mejor que una no idea. “El concepto de cero fracasos no sólo es peor que inútil. Es contraproducente”, escribe Catmull. Y ahí se entiende por qué dentro de la sede de la compañía hay una galería de fracasos con todos sus personajes fallidos. Esos que desarrollaron, en los que invirtieron su tiempo, pero nunca llegaron a la pantalla. No iban a cuajar, pero es una forma de recordar a todos los empleados la importancia de explorar y de asumir riesgos.

“Lo que más me gusta de trabajar en Pixar es que el compromiso por hacer buenas películas se antepone al interés por hacer dinero”, decía Morris