Qué puede cambiar en un Irán sin Raisi

Qué puede cambiar en un Irán sin Raisi

La muerte del presidente en accidente de helicóptero no va a suponer una crisis de Gobierno, porque el poder real lo sigue teniendo Jamenei. El debate por la sucesión del líder supremo sí se dispara, porque el fallecido era el favorito. 

Un grupo de rescatadores traslada los restos de uno de los pasajeros del helicóptero en el que volaba el presidente Raisi, en la mañana del lunes.Azin Haghighi / Moj News Agency / Anadolu via Getty Images

La República Islámica de Irán es un armazón viejo, pesado, difícil de mover un milímetro. Ha sido así siempre pero ya han pasado ya más de 40 años de la revolución que la alumbró y ahora, además, se ve anquilosada, desgastada, caduca. Sin embargo, es tan fiero el poder de los de arriba que ahí sigue, intocable, ajena a levantamientos y ansias de cambio y libertad

Ahora se enfrenta a la pérdida de su presidente, Ebrahim Raisi, muerto en accidente de helicóptero junto al ministro de Exteriores, Amir Abdolahian, al gobernador de Azerbaiyán Oriental, Malik Rahmati y al líder de los rezos de los viernes de la ciudad de Tabriz, Mohammad-Ali Al-Hashem, más dos pilotos de la aeronave, un asistente de vuelo, el jefe de seguridad presidencial y un guardia. ¿Cambiará eso la vida del país? 

La respuesta más segura es no. El régimen de los ayatolás se sostiene más allá de los nombres de su Gobierno. Otra cosa diferente sería que hubiera fallecido el líder supremo de la revolución, Alí Jamenei, que es quien concentra el verdadero poder de decidir, hacer, apostar, cambiar o seguir igual. Además, Raisi era el presidente con menos impronta personal en los últimos tiempos, un conservador radical fiel a su jefe, a quien aspiraba a suceder. Ese es el verdadero debate que se abre con su muerte: si ya lo estaban preparando a él para ser el nuevo Jamenei, ¿quién se quedará en su ausencia con el cetro?

Raisi llegó al poder en 2021 con un 61,95 % de los votos, pero aunque lo parezca no es un dato-rodillo. Se impuso en las elecciones con menor participación de la historia de la República Islámica -la abstención fue del 51,2% en todo el país y llegó al 74% en Teherán, la capital- y además lo hizo sin competencia porque el llamado Consejo de Guardianes que tienen que avalar las candidaturas le quitó de la carrera a todos los demás candidatos reformistas, moderados o conservadores pragmáticos. Siendo el señalado de Jamenei y con pocas opciones, Raisi arrasó. 

Con el paso del tiempo ha seguido sin convencer y el pasado marzo, cuando se celebraron elecciones parlamentarias, la participación de nuevo no pasó del 41%, en un país donde tradicionalmente los ciudadanos acuden en masa a votar. El descontento y la desmovilización hacían mella. 

Raisi se limitó a seguir a pies juntillas lo que los ayatolás indicaban y a mostrarse implacable con los opositores, apostando por más mano dura contra los manifestantes en pro de la libertad, que salieron a la calle sobre todo después de que la joven Mahsa Amini fuera asesinada por la Policía de la Moral en septiembre de 2022. Aquel movimiento, el de Mujer, Vida, Libertad, aún perdura pese a la persecución de las autoridades. 

No puso tampoco soluciones a problemas acuciantes del día a día, como la inflación que subió más de un 40%, o las sanciones internacionales impuestas por motivos como el desarrollo de su programa nuclear. De hecho, tampoco logró arrancar a Occidente la recuperación del acuerdo internacional de 2015 que levantaba determinados castigos a cambio de someterse a controles para confirmar que el uso de sus experimentos era meramente civil, no armado. 

Su gabinete, como tantos anteriores, estuvo marcado por la mala gestión y la corrupción. Incluso en el caso del ataque a Israel del pasado abril, el primero en suelo israelí, tampoco pudo colgarse la medalla ni ganar en protagonismo, porque ese tipo de decisiones venían de más alto, de Jamenei, conjuntamente con la Guardia Revolucionaria, que se usa para implementar los objetivos de política exterior de Irán. No había margen de decisión ni de gloria para él. 

Ebrahim Raisi, durante una entrevista en la televisión iraní al poco de llegar al cargo, en septiembre de 2021.Iranian Presidency / Handout / Anadolu Agency via Getty Images

Así que Rohani no era popular, había cierta corriente popular que insistía en que su legitimidad era menor que la de sus predecesores precisamente por el bajo número de votantes que lo avalaron y se le rechazó aún más cuando el número de detenidos, desaparecidos o muertos por participar en protestas o en acto de defensa de los derechos humanos se dispararon. 

Human Rights Watch, por ejemplo, señala que "han aumentado drásticamente el costo de la disidencia pacífica, condenando a decenas de defensores y activistas de derechos humanos a penas de prisión de décadas de duración" en tiempos del fallecido mandatario. "A medida que las amplias sanciones de Estados Unidos afectan el acceso de los iraníes a la salud y a los medicamentos esenciales, las autoridades mantienen un férreo control sobre las reuniones pacíficas, en particular las protestas relacionadas con los trabajadores", añade en su análisis del país. "Hasta la fecha, las autoridades no han llevado a cabo investigaciones transparentes ni rendición de cuentas por abusos graves cometidos por las autoridades de seguridad e inteligencia", ahonda.

Jamenei, en las horas en las que se temía lo peor pero aún no estaba confirmada la muerte del presidente, ya dejó claro que las cosas no iban a alterarse. "El pueblo no debería preocuparse, no habrá perturbaciones en los asuntos del país", dijo. Así que lo que se espera de este vetusto sistema, implacable, es que se adapte a los acontecimientos y avance sin su mandatario, que se ciña a la Constitución y pase página, tras unos días de emoción, duelo y demostración de unidad nacional con los símbolos y mensajes habituales. 

Lo mismo se puede aplicar para el ministro de Exteriores, Abdolahian. Muy vinculado con la Guardia Revolucionaria, fue uno de los líderes y portavoces del llamado Eje de la Resistencia, la coalición de paramilitares antiestadounidense y antiisraelí liderada por Teherán y que opera en Oriente Medio. Los proxies, como también se les llama, que van desde los palestinos de Hamás a los libaneses de Hezbolá, pasando por los hutíes de Yemen. Su poder también era limitado, por la dirección del líder supremo, aunque por ejemplo en este caso fuentes de Teherán dicen a la BBC que se le va a echar de menos, porque tenía un carisma y una capacidad de comunicar importantes, necesarias para hablar en un Oriente Medio en llamas. En líneas generales, todo seguirá igual, con Tel Aviv y Washington en la diana y con Rusia como un aliado fuerte. 

Desde el primer momento ha quedado claro que la pérdida de estos dirigentes es fruto de un accidente y nadie, ni fuera ni dentro, ha especulado con que la caída del helicóptero sea fruto de un ataque de algunos de sus adversarios mayores -el "Gran Satán" es EEUU y el "Pequeño Satán" es Israel-, por lo que por ese flanco no hay polémica posible que pueda elevar la temperatura en el país. Los accidentes existen. 

El líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, en un homenaje al ayatolá Jomeini celebrado en Teherán en junio de 2018.ASSOCIATED PRESS

Los desafíos: las elecciones y la sucesión del líder

Ahora se abre un proceso de transición que debería ser tranquilo. "Según la Constitución, con la aprobación del líder supremo, el vicepresidente primero asumirá las responsabilidades y poderes del presidente", dijo a la televisión estatal este lunes el portavoz del Consejo de los Guardianes, Tahan Nazif. Eso quiere decir que Mohamad Mojber será quien tome el testigo a Raisi. 

Pero, como todo en Irán, el nombramiento de Mojber queda sujeto ahora al visto bueno de Jamenei. Lo normal, lo esperable, es que lo ratifique y, entonces, tras su toma de posesión, el país celebre elecciones anticipadas en un plazo máximo de 50 días, cuando deberían haber tenido lugar en junio de 2025 sin accidente mediante. Aún así, como Mojber es un hombre de plena lealtad a Jamenei, cabe la posibilidad de que el líder supremo decida que no hacen falta elecciones urgentes, le dé mandato por un año y la cita con las urnas se mantenga para el año que viene. El vicepresidente, sencillamente, asumiría las funciones de presidente o también se puede nombrar un consejo especial comandad por Jamenei con él como vicepresidente conformado y poderes ampliados.

Lo esencial, sean las elecciones ahora o el año próximo, es dar con un candidato que guste a los ayatolás, que permita mantener la unidad de su ala más dura, que cierre el camino a los molestos reformistas que piden cambios, y que sea sobre todo fiel a Jamenei. Para eso, habrá que hacer de nuevo presión sobre los candidatos más aperturistas. Raisi era bueno para el líder supremo justo por eso, porque no le había respondido, no se le había sublevado ni contrariado, cosa que sí hicieron en mayor o menor medida sus antecesores, que poco a poco fueron cayeron en desgracia, de Akbar Hashemi Rafsanyani a Hasan Rohani. 

Raisi no lo decepcionó nunca, fue posiblemente el más dócil, y por eso se entendía que un día sucedería a Jamenei, que sigue plenamente activo pero tiene 85 años y cuya salud, a la fuerza, está en entredicho. Quien lo supla tiene que mostrar continuidad, como el fallecido presidente, ha de poder mantener las filas prietas y la asfixia, al límite. Raisi gustaba porque era relativamente joven (63 años), de una fidelidad sin grietas y muy ideologizado, también, en tiempos en los que hay corrientes internas que reclaman, tras cuatro décadas largas de revolución, algunos retoques. 

Sin Raisi, el otro candidato que aún queda como favorito es el propio hijo de Jamenei, Mojtaba, un clérigo de 55 años, veterano de la guerra con Irak, con fama de represor: en 2009, por ejemplo, se cree que tomó el control de la milicia Basij que se utilizó para reprimir las protestas por las elecciones. Inteligencias de Europa y de EEUU lo ven como el sucesor claro, más ahora que no tiene competencia. Se ha mostrado abiertamente partidario de más mano dura contra los manifestantes prolibertad y de agudizar ciertas prohibiciones sociales. 

Pese al golpe que supone perder a un presidente y un canciller, el equilibrio general parece que se mantendrá en Irán, en lo interno y en lo externo. Se acelerarán algunos liderazgos, es posible, pero siempre manteniendo la línea actual de ortodoxia y severidad. No hay visos de que estas ausencias vayan a ayudar a que entre la luz, pese a que en la calle se siga presionando con valentía. Irán seguirá con la mordaza.