Dani Rovira: "Detrás de ese odio, de esa mala leche y de ese veneno, lo que hay es mucha tristeza"
El cómico presenta en el madrileño Teatro de La Latina su espectáculo 'Vale la pena'.

Ver un espectáculo de Dani Rovira en cartelera puede asociarse a la risa, a la comedia más o menos fácil o a un humor, como el lo llama "blanco roto". Pero a lo que no se asocia es que en este Vale la pena, el malagueño vaya a hablar de la tristeza, de la pena y del duelo. Pero sobre todo Rovira quiere reflexionar sobre la salud mental y cómo nos relacionamos con nuestras emociones y nosotros mismos con este espectáculo que llega a partir del próximo 27 de enero al madrileño Teatro La Latina.
Con él, más que romper un estigma de lo que califica aún como una "sociedad emocionalmente castrada", el cómico y actor plantea un viaje por sus vivencias propias en los últimos cuatro años, en los que ha superado un Linfoma de Hodgking, un tipo de cáncer, y ha percibido un cambio hacia la hostilidad tras la pandemia.
"Cuanto peores y más hostiles son los tiempos, es más necesario el humor. Es como una ventana de aire fresco", reflexiona en la presentación del espectáculo ante la prensa. Sin embargo, no todo van a ser lágrimas. En estas dos horas de monólogo Rovira ha introducido mucha comedia, "porque si no no sería yo", y muchas "hostias en la cara".
Aunque asegura a El HuffPost que "romper con el estigma" de hablar de salud mental o de la tristeza no es el único objetivo del espectáculo, sí que revela que ha recibido más de un comentario de espectadores que se han atrevido a exteriorizarlo.
"Creo que más allá de la comedia que tiene el espectáculo, que tiene mucha, creo que sí, creo que es importante y ya no solo el estigma de la tristeza, sino el estigma de la salud mental o la ausencia de la misma. En el show sí que hablo que creo que estamos en un momento bueno, porque hace a lo mejor 15 o 20 años todo lo que tenía que ver con salud mental era como 'este está loco, esta está loca, este pega voces, este está borracho o este hace cosas raras", señala.
Para él, parte de este avance está en "conocer diferentes trastornos que tienen que ver con la salud mental o enfermedades". "El ponerle nombre a las cosas, hace que existan", sentencia. "El 'está loco, no te juntes con ese', ahora se convierte en 'bueno, pues ahora hay alguien que tiene un trastorno bipolar y se puede medicar o hay alguien que de repente tiene una ciclotimia o hay alguien que tiene ansiedad", detalla. "De repente poniéndoles nombre ves que nadie tenemos la movidita equilibrada, cuidado. Aquí el que no tiene un poquito de ansiedad, tiene un poquito de depresión y el que no, tiene un pequeño toque", añade.
Rovira lo compara con cualquier otra parte del cuerpo, aunque recuerda que la mente sigue siendo "un misterio". "Si nos hicieran un análisis a todos pues seguramente yo tendría un poquito de colesterol o tú tendrías de repente un pie un poquito más largo que el otro", bromea.
La gestión de la fama y del odio en redes
Rovira ha hecho pública en más de una ocasión la presión que le ocasionaba la fama y cómo no supo gestionarla tras el boom de Ocho apellidos vascos que llevó a ganar el Goya a Mejor actor revelación. "Es como si te apuntas a un curso de iniciación de surf y lo primero que te viene es un tsunami. Eso fue lo que me pasó, y yo no sabía ni atarme la tabla al tobillo. Eso fue lo que me pasó a mí mi primer día de surf", reveló en Lo de Évole (laSexta).
Ahora, asegura estar "muy feliz" y contento con tener trabajo, pero sin vivir con esa presión extrema. "Tengo curro y es parte de la vida y me encanta lo que hago. Pero me encanta también lo que no hago, quiero decir, me encanta todo lo que hago en la parte de mi vida que la gente no sabe. La tranquilidad de estar en paz, de poder darme un paseo, de poder leer, tomar un café, ir al cine, viajar... Para mí la vida es eso. Me gusta mucho mi trabajo, pero yo conforme pueda ir cada vez trabajando menos, mejor", detalla.
"A todo el mundo le gusta estar en un teatro y que se llene, y quizá para que se llene tienes que tener una cuota de fama o mediática, pero estoy muy feliz así", señala y recuerda que su "caché como artista y como persona no depende de un paparazzi o una portada". "Prefiero estar fuera de todo eso, yo con mis pelis, mi show, mi podcast, y luego mi vida que es mía, y ya está, y todos felices", añade.
Rovira, que se muestra muy activo en redes sociales con distintas causas sociales, especialmente el animalismo y el veganismo, recuerda que tampoco se toma igual antes que ahora los insultos o el odio que puede recibir en redes sociales por cualquier posicionamiento más o menos político.
"Cuando alguien te salta al cuello por defender una vida donde se consuma menos carne o por defender según qué ideales dices 'bueno, esta persona está viviendo otra realidad, que no está dispuesta a renunciar a ciertos privilegios en pos de un planeta más sano, en pos de un no sufrimiento animal'. Desde ahí dices 'bueno, pues tú llevas tu viaje, yo llevo el mío, ya está", sentencia.
"Si esa persona decide escribirme un comentario diciéndome 'hay que ver la de gilipolleces que dice el tío este, de toda la vida tenemos colmillos...'. Puedo reventarle a argumentos, los gorilas también tienen colmillos y no los verás comiendo carne, pero bueno, lo veo como que él lleva su viaje", añade.
Del mismo modo, Rovira asegura que no puede juzgar comportamientos que él ha superado: "Nunca le podré decir a un chaval de 25 años 'tío, ¿cómo haces esto?' Cuando yo a lo mejor con 25 años lo hacía, ni puedo explicarle a alguien dos minutos lo que yo he tardado en entender 36 años". "Desde un lugar amable, les digo que si no les gusta lo que digo que no me sigan en redes y ya", zanja.
El cómico admite que no lee muchos comentarios en redes sociales y menos sobre temas que sabe que pueden despertar críticas, pero lo que sí comparte con sus seguidores es la pasión por la lectura. "Los leo cuando subo libros porque me interesa, porque mucha gente que es muy lectora, se crea como una especie de feedback muy guay, y me dice 'ojo, qué guay este libro, pues si te ha molado este, tienes que leer otro', y de repente yo me lo apunto", detalla.
"Pero cuando suelto algo que me puedan criticar ni me meto. Mi mensaje está en mi red social y ya, yo no me he ido con una avioneta a tirar panfletos. Si tú te has metido y te ha molestado, no te metas la próxima vez", recalca.
Del odio a la gestión de la tristeza con una lección de salud mental
De su último espectáculo Odio estrenado en 2021 y con difusión en Netflix de su show en el malagueño teatro del Soho, ha saltado a este Vale la pena, un viaje por las distintas emociones como si se tratase del panel de control de Del revés.
"La intención era cuando nació odio era que la siguiente fuera el miedo y la siguiente la tristeza, pero se me coló la tristeza antes", señala. Aunque no deja claro que el próximo vaya a abordar el miedo u otra emoción. "Al final escribo de lo que más o menos me va naciendo, no sé en qué viaje estaré dentro de un año o dos cuando me ponga a escribir el siguiente. Si me sale algo que tenga que ver con el miedo y es un digno show, pues para adelante, pero igual no hago trilogía y el tercero habla de, yo qué sé, de los viajes que he hecho por el mundo", bromea.
Pero más allá que una evolución en los temas que ha abordado, Rovira cree que también ha evolucionado en la sociedad, que se ha visto arrastrando "mucha tristeza": "Creo que desde la pandemia lo que surgió fue como mucho odio, se polarizó mucho la sociedad, pero yo creo que detrás de ese odio y de esa mala leche y de ese veneno, lo que hay es mucha tristeza".
"Al principio veíamos a la gente que saltaba, estaba crispada. Ahora que ha pasado un poco el tiempo, lo que ves es un poco los rescoldos de la tristeza que ha causado un acontecimiento mundial como una pandemia, donde ha habido personas que han perdido gente; ha habido quien, de repente, ha tenido que convivir con alguien más tiempo de lo normal y te das cuenta que igual era ese alguien igual no es; hay gente que se ha quedado sola y de repente se ha tenido que escuchar a sí misma y ha dicho 'pues es que no me soporto", relata.
Para él, este show es abrir una especie de "caja de Pandora" con la que interactuar también con el público tanto en ese momento como posteriormente en redes sociales. "La gente te cuenta su historia te dice que se siente identificado, que 'qué guay, no me siento solo' o 'eso que has dicho del pensamiento mágico, yo a veces lo pensaba pero no lo compartía porque igual iban a pensar que estás loco'. Es una manera de decir mira, yo soy un ciudadano más, solo que yo me subo aquí y os cuento mis movidas, sin ningún tipo de pudor. Cero", recalca.
A pesar de que a él ir a terapia le ha servido para no ser "el Dani de hace 20 años", admite que hay cierto discurso en el que algunos jóvenes hablan de lo "guay que es ir a terapia". "Se puede frivolizar, sí. Pero es preferible que una chavala de 13, 14 años vaya a terapia, aunque luego presuma o diga 'ay nena, mi terapeuta hace tal, esto de la sombra o tú el apego lo tienes tal' y se banalice, pero ya se está hablando de ello desde muy temprana edad. A mí hace 20, 25 años me hablabas de 10 conceptos que tienen que ver con la terapia o con la psicología y no tenía ni idea".

A Rovira la terapia le ha servido para hablar, sentir, actuar y "empatizar desde otro lugar, entender mucho más al otro". Pone como ejemplo que si hace 20 años un amigo suyo le pegase sin motivo, él no respondería igual que ahora. "El Dani de ahora le diría 'tío, qué te pasa, o sea, qué estás viviendo, qué viaje llevas para que vengas y me pegues una hostia. No desde el odio, sino que preguntaría que qué le pasa, si le puedo ayudar, que me dejara ayudarle con su movida'. Es empatía, es me voy a poner en su lugar, qué te ha llevado a pegarme una hostia", explica.
Aunque esta sea una situación exagerada y algo cómica, como las que plantea en su monólogo, sí que se puede reflejar en situaciones cotidianas y en reacciones que aparentemente no se entienden: "Igual hay alguien que por una cosa muy pequeña te suelta algo que dices tú no te ha molestado que el tenedor esté sucio, a ti lo que te pasa es que llevas acumulado esto, esto, esto y desde ese lugar, pues tratas con esa persona así".
La premisa de un espectáculo de comedia sobre nuestras emociones más tristes parece complicado de unir. De hecho, admite que un buen desarrollo es lo difícil del proyecto. De hecho, asegura que no vive con las expectativas que puedan tener los demás sobre sus proyectos. "Yo con esa carga no vivo, me la ponen otros", zanja.
"Yo no puedo estar al tanto de las expectativas de la gente, pero esto tanto como cómico, como profesión, como en la vida. 'Oye, que si tú has venido y te esperabas una cosa y resulta que es otra, lo siento'. Pero que tú has venido con unas expectativas que yo no solo no te conozco a ti, si no te conozco a ti, imagínate tus expectativas", relata.
Compara los cambios que puede dar en los géneros que aborde en su carrera como intérprete como los que puede tener un grupo de música que cambia de estilo y "hay gente que se queja".
"Un artista tiene la libertad de crear y de pegar un volantazo, como hizo Bowie en su día, como ha hecho Zahara, o como hará gente que ha pensado que podría hacer yo. El artista lo que está buscando todo el rato son lugares donde poder manifestar su arte", señala. "Si te gusta el primer disco, pues quémalo, pero yo voy a sacar un segundo disco que es otro género musical y ya está. Es como si no tuviéramos la libertad de poder evolucionar hacia un lado o hacia otro. Sin eso la gran mayoría de artistas consagradísimos históricos no serían lo que son", recalca.
Ni el Dani Rovira de Ocho apellidos vascos es el que se va a subir dos veces en semana en las tablas del Teatro La Latina ni tampoco él será el mismo dentro de cinco años. Por ello, si se enfrentase al Dani que jugaba en Málaga con apenas 12 años le dejaría un mensaje muy claro: "Pásatelo bien, sé tú, haz lo que quieras, que ya lo arreglaré yo de mayor".