El militar español que 'inventó' los campos de 'reconcentración' donde murieron miles de cubanos
Algunos le consideraban “la figura más siniestra” de su época.

Valeriano Weyler, uno de los militares más destacados de la crisis colonial española de finales del siglo XIX, es una de las figuras más controvertidas de la historia de España. Por un lado, estaba los que le consideraban como un hábil estratega militar y por el otro, los que le veían como “la figura más siniestra” de su época.
Fue el artífice de los llamados campos de reconcentración en Cuba, un método que buscaba debilitar el apoyo civil a los mambises, los guerrilleros independentistas cubanos. Esta estrategia, aunque militarmente fue efectiva, fue la causa del fallecimiento de muchos civiles debido al hambre y las epidemias.
El cierre de las ciudades
En 1896, Weyler fue nombrado gobernador general y capitán general de Cuba en pleno auge de la insurrección independentista. Su llegada marcó un cambio radical en la estrategia militar española, que buscaba acabar con la guerra a cualquier coste. Según explicó a elDiario.es el profesor de Historia Contemporánea de la Universitat de les Illes Balears (UIB) Antoni Marimon, Weyler ordenó la reconcentración forzosa de los civiles, con el objetivo de controlar a la población que aportaba comida, caballos y ayuda a los independentistas.
La proclama de Weyler establecía que “todos los habitantes de las zonas rurales (...) serán concentrados dentro de las ciudades ocupadas por las tropas en el plazo de ocho días” y advertía que “todo aquel encontrado fuera de estas zonas será considerado rebelde y juzgado como tal”. Aunque inicialmente las zonas de reconcentración ofrecían condiciones básicas de habitabilidad, pronto se convirtieron en verdaderos infiernos de hacinamiento.
El héroe y el villano
La falta de alimentos, las enfermedades y las pésimas condiciones sanitarias llevaron a la muerte de miles de personas, entre ellas mujeres y niños. Las cifras de fallecidos son objeto de debate. Algunos historiadores, como el estadounidense Stephen Bonsal, estiman hasta 400.000 muertes , mientras que estudios más recientes, como los del investigador Andreas Stucki, hablan de unas 170.000 víctimas civiles , aproximadamente un 10% de la población de la isla en esa época. Lo que es indiscutible es que las medidas de Weyler causaron una catástrofe humanitaria sin precedentes.
La figura de Weyler fue objeto de feroces críticas, especialmente desde Estados Unidos, donde la prensa lo calificó como el “Carnicero Weyler” y lo comparó con Nerón. Estas campañas mediáticas, impulsadas por los periódicos estadounidenses en el contexto de su intervención en la guerra hispano-cubano-estadounidense, contribuyeron a consolidar su imagen como símbolo de la crueldad colonial española. Algunos historiadores consideran que esta fue una de las primeras grandes campañas de propaganda en la historia moderna.
Sin embargo, en España, y especialmente en su Mallorca natal, Weyler fue celebrado como un héroe. Su estrategia militar logró éxitos importantes, como la muerte del líder independentista Antonio Maceo, lo que le valió honores y reconocimiento en su país. Recientemente, el Ayuntamiento de Palma descubrió una placa conmemorativa en su honor, destacando su “fidelidad y estricto cumplimiento del deber”.
¿Genocidio o estrategia?
Aunque para algunos Weyler fue precursor de una “política genocida”, otros defienden que su intención no era exterminar a la población cubana, sino aislar a los mambises y terminar la guerra. El historiador Antoni Marimon, de la Universitat de les Illes Balears, sostiene que “Weyler no quería llevar a cabo un genocidio” y que la alta mortalidad en los campos de reconcentración fue el resultado de la insalubridad y las condiciones extremas, no de una intención. deliberada de exterminio.
Weyler fue relevado en 1897, pero su legado sigue siendo objeto de debate. Aunque fue un crítico de las dictaduras militares y se opuso al franquismo, su nombre está inevitablemente ligado a las atrocidades cometidas en Cuba. Para algunos, es un símbolo de la brutalidad colonial; para otros, un general eficaz atrapado en las complejidades de una guerra de independencia.
Hoy, su figura representa un recordatorio de los dilemas éticos y humanos que acompañan a los conflictos coloniales, así como de las devastadoras consecuencias de medidas que priorizan el control militar sobre el bienestar de las poblaciones civiles.