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'1936' y el exceso

'1936' y el exceso

Una confrontación así, entre acción y palabra, no podía encontrar un mejor lugar que el teatro para hacerse realidad.

Escena de '1936'Centro Dramático Nacional

Hay que comenzar por el principio. Y el principio es pedir perdón. Perdón porque es muy difícil dar cuenta del exceso que supone 1936. Obra sobre la Guerra Civil española que se acaba de estrenar en el Teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional escrito a ocho manos. Unas manos con currículo: Albert Boronat, Juan Cavestany, Andrés Lima y Juan Mayorga. Ellos son solo la semilla. Desde el elenco al resto del equipo artístico todo es igual de inabarcable para ser contado.

Pero es que era necesario dedicar tiempo, espacio y recursos a pensar sobre el hecho histórico que probablemente más ha influido en el devenir de España desde el siglo XX. Su influencia se vive incluso ahora. Que sigue siendo motivo de confrontación. Del y tú más cada vez que se habla de ella. Y del que todavía, como sociedad, no nos ponemos de acuerdo en que aquello fue una masacre que nos autoinflingimos sin necesidad. Primer acierto de la obra, dar cifras a lo largo de la función. Y al final sumarlas. Un total de un millón de muertos sin hablar de en qué bando. ¿De verdad que es necesario? ¿No es suficiente esta cifra para hacérnoslo mirar como sociedad independientemente de nuestras ideas políticas?

Sí han leído bien. Para aquellas personas que puedan pensar que las cifras están infladas porque sus autores tienen cierto sesgo hay que recodarles como trabaja Andrés Lima este tipo de espectáculos. Procesos largos durante los que hace talleres con el equipo artístico. Talleres a los que se invita a expertos en el tema. Gente bien formada e informada. Gente seria con la que hablar y debatir el propio punto de vista. Ponerlo en duda y ajustarse lo más posible a los hechos.

Son esos hechos los que pasarán a lo largo de la función delante del público. Un público que está en escena interpretado por el Coro de Jóvenes de Madrid. Esa parte del pueblo joven que ahora hace botellón, bebe litronas y se emborracha, fuma con cierta liberalidad un peta al que parece que la miseria, el terror y el hambre de aquella época se la pela. Quizás el público al que va dirigida esta obra y que a saber si tendrán entradas, porque están todas agotadas y eso que la obra va a estar dos meses en cartelera. Habrá que seguirla en la gira.

  Escena de '1936'Centro Dramático Nacional

Digo que es el público al que va dirigida la obra, porque es una obra musical. Y si algo le gusta a ese público es la música y los musicales, de ahí la importancia de tener un coro en escena. Por un lado, los himnos que en el mundo y en España se han cantado en las luchas sociales como La Internacional y el Cara al Sol. Fantástico el análisis que se hace de dichos himnos, de cómo están escritos y que es lo que se pretende conseguir en quien lo cante en grupo. Cómo la música puede anular el instinto individual de supervivencia y hacer de los seres humanos alguien que se deja llevar por la muerte colectiva.

Por otro, las canciones populares. Ver a Alba Flores, junto a María Morales, cantar Los cuatro muleros es como ver a su abuela, Lola Flores, esa estrella popular en los años del franquismo, en un universo paralelo.

Y, por supuesto, no se olvida el musical teatral. El realmente bueno. Ahí, poner a Natalia Hernández a cantar Bilbao song con letra de Brecht y música de Weill, cuando los nazis están discutiendo con los rebeldes españoles el bombardeo de Guernica como forma de acabar con la idea de Euskadi, es un acierto. Hay que recordar que esta canción pertenece al musical Happy End protagonizado por un mafioso y canta lo bien que se pasa en un garito de mala muerte lleno de grietas y gentes de malvivir de Chicago, replica de uno que había en Bilbao.

Tampoco falta la música clásica. Acertadísimo comenzar con el Coro Joven de Madrid cantando el actual himno de la Unión Europea. Esa unión que se creó primero para favorecer el comercio y que llegó a la conclusión que el mercado no puede ser sin la defensa de los derechos y las libertades humanas. Y que no es otro que la Oda a la alegría, con texto de Schiller y con música de La Novena de Beethoven.

Sí, este 1936 esconde un musical o una buena ópera que no estaría demás que se viera en los grandes cosos operísticos. Lugares donde el número de gentes influyentes y de influencers por metro cuadrado se dispara.

Pero no. No se trata de un musical. Tampoco de una ópera, aunque por dimensiones lo sea. Es una obra de teatro con música. Una obra que en su mayor parte reproduce discursos reales. El que esos discursos tengan validez teatral, en el sentido de que mantengan el interés en lo que dicen puestos en escena, se debe a varios factores. El primero su escritura y dramaturgia. Es decir, la secuencia en la que se producen. Y segundo, su elenco. Mejor dicho, su elencazo. Otro exceso.

  Escena de '1936'Centro Dramático Nacional

Es ese exceso el que no permite hablar de todos y cada uno de ellos. De cómo, a pesar de un problema de pelucas que muy de cerca se ven, en general, postizas, y, a veces, de vestuario, son capaces de hacer ver a los múltiples personajes que encarnan cada uno. Ya sea hombre o mujer. Pues, fiel a los tiempos, el elenco practica la fluidez de géneros en cuanto a personajes.

En este sentido, será difícil olvidar el Azaña de María Morales. Que comienza haciendo tuneada con careta y más aderezos, para en una de sus intervenciones, quitarse la careta, mostrar que el hábito no hace al monje, que es la actitud y la palabra la que hizo de Azaña lo que se considera Azaña. Y, desde ese moneto, a parte de las gafas para marcar al personaje no se volverá a poner cuando lo haga.

Como tampoco será posible olvidar el Franco de Juan Vinuesa. Y ese trabajo icónico que hace del mismo. Que parece el retrato en color el que nos habla. Que no evita la voz atiplada que tantas veces se le ha oído, pero que en ningún momento caricaturiza. Todo lo contrario. Permite escuchar la simpleza de sus discursos, a la vez que deja ver su inteligencia no verbal. Algo, que por si el público no se daba cuenta, se dice en palabras de Paul Preston, uno de los hispanistas más reputados, que define al dictador como el más eficiente de todos los fascistas que hubo en Europa en aquel tiempo. Consiguiendo los objetivos que compartía con Hitler y Mussolini, y que estos no consiguieron, en tres años y manteniéndolo durante cuarenta hasta que se murió.

¿Qué hay cosas que tal vez sobren? Puede. (Atención, spoiler) Como esa ligera y, hay que reconocerlo, divertida escena de la Reme. Una señora que tiene casi noventa años. Que vive ahora en el barrio de la Elipa de Madrid en un piso sin ascensor. Donde los vecinos sacan su propia basura apestando la escalera. Algo sorda ya y poco tecnológica. Que se hace selfies con quien se lo pida. Y que estaba de parranda el 23 F, cuando la convocaron. Una metáfora de una Guerra Civil que ya ha envejecido pero que va a pretender ser eterna metiéndose gracias a la colaboración de un joven amigo en el metaverso.

  Escena de '1936'Centro Dramático Nacional

Pero en realidad son muy pocas las que sobran a pesar del exceso, porque es un exceso austero. Una austeridad que se ve en el decorado. A penas unas mesas con ruedas, unas sillas, un piano, un mantel y unas imponentes proyecciones en los laterales de un teatro dispuesto en gradas alrededor del escenario. Y es que para hacer el teatro verosímil lo importante es el texto, un director que sepa hacerlo navegar por un escenario con un elenco que sepa hacer lo que el director pide. Este espectáculo tiene todo eso.

Y ¿dónde lleva este exceso? Lleva a muchas reflexiones. Pero hay dos que se quedan resonando. La primera (atención, spoiler) el abandono que sufrieron los que se quedaron. La imagen final, de una mujer enlutada, sola y preñada gritando e insultando desgarradoramente al Stanbrook, el último barco que zarpó de Valencia con políticos y funcionarios de la República, hasta que se hace el oscuro. Quizás intuía, como cuentan los expertos, que la guerra no había acabado. Sino que la eliminación sistemática del que se consideraba el enemigo iba a continuar. De hecho, los expertos cifran en cincuenta mil las personas que fueron asesinadas tras la derrota de la Segunda República.

La otra se produce al ver que Franco iba a lo práctico. Verbo poco florido, escueto, cuasi científico. Él y sus militares africanistas tenían claro el qué y el cómo conseguirlo, métodos entre los que no faltaban las noticias falsas, las tan cacareadas fake news actuales. Y es que ya está todo inventado. Sí, hay muchas cosas de aquel tiempo que resuenan en el hoy en día.

Frente a él, Azaña, que, en vez de fusiles, empuñaba la palabra. Una palabra bella, hermosa, compleja, que describía bien la realidad. El porqué de las cosas. Una palabra que palidece y sonroja en la carta que escribe a Franco dimitiendo una vez finalizada la guerra, porque muestra que la palabra sin acción es nada, poca cosa. Una carta que permite comprobar que a pesar de sus certeros análisis y de sus compromisos con los derechos y libertades no se había enterado de nada.

EL HUFFPOST PARA PMS

Una confrontación así, entre acción y palabra, no podía encontrar un mejor lugar que el teatro para hacerse realidad. Pues el teatro del bueno siempre plantea un conflicto en el que un equipo artístico llevan la acción a la palabra. Cuando se hace con maestría, como es el caso, aunque lo que se vea no sean unas alegrías, y ninguna guerra lo es, ni para los que vencen, se disfruta.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.