Reflejos de 'Incierta Gloria'

Reflejos de 'Incierta Gloria'

Agustí Villaronga con el elenco de 'Incierta gloria' durante el estrena de la película en Zaragoza.EFE

La vuelta de Agustí Villaronga siempre es una buena noticia para la cinematografía. Esta vez lo hace con una película sobre la guerra que no contiene hazañas bélicas o grandes bombardeos, sino un enfoque sobre la cuestión emocional de los personajes, condicionados inevitablemente por un escenario de combate.

Incierta Gloria está basada en un texto señero de las letras catalanas sobre la guerra civil española. En esta ocasión, la novela de Joan Sales ve sensiblemente reducida su carga filosófica y religiosa por exigencias de la adaptación al formato cine, que contempla una duración determinada.

Dos amigos de Barcelona, la mujer de uno de ellos y una enigmática viuda que se convierte en la señora más poderosa de la comarca, son el centro de una telaraña de venganzas, deseos, y ambiciones, en definitiva, supervivencia humana. Todo esto enclavado en una zona del frente del Ebro que parece que la contienda ha dejado en el olvido, y donde habitan un puñado de personajes del bando republicano.

El peso de la historia recae sobre unos portentosos Marcel Borràs, Oriol Pla, Núria Prims y Bruna Cusí. Capítulo aparte merece el trabajo de Núria Prims como la señora de la comarca. Gracias a su actuación el personaje de La Carlana, la mujer araña, se queda latente en nuestra memoria como si lo conociéramos de toda la vida. Prims merece que le lluevan los reconocimientos actorales más importantes del año. Simplemente descomunal.

A este elenco lo complementa con firmeza los brillantes Luisa Gavasa, Juan Diego, Fernando Esteso y Terele Pávez. Al igual que ocurre con Prims, la aparición de Juan Diego en la pantalla impone un nivel superior, encarnando a uno de esos personajes ruines que detienen el tiempo cuando miran y hablan porque sabes que nunca va de farol. No vamos a descubrir a Juan Diego en estas líneas, posiblemente el mejor actor vivo del mundo junto a Michael Gambon.

'Incierta Gloria' es un cine que habla de fuerzas que nos conectan con la naturaleza, haciendo que nuestros gestos humanos se repitan una y otra vez en el tiempo.

Hay mucho del desconsuelo y la soledad que ya transitaba por Pa Negre, la otra película del director que transcurre en un momento histórico cercano, la posguerra española. Otro punto en común es que la historia en ningún momento pretende enfrentar ideologías. Se sirve de la situación externa de la batalla como un telón de fondo que cambia el destino de un grupo de personas.

Y también hay algo de nítida conciencia implícita en que las ideologías se deforman en las trincheras, permitiendo cierto acercamiento entre los hombres cuando se estrecha la línea que separa contrapuestos sentimientos políticos.

El equipo técnico de Pa Negre repite casi al completo en Incerta Glòria. Así la escenografía y dirección artística está en manos nuevamente de Ana Alvargonzález, que construye un microcosmos que respira como un personaje más, y al que están adheridos la muerte, lo enigmático y la amenaza en cada centímetro cuadrado.

La adaptación a guión por parte del propio Villaronga y Coral Cruz consigue que la historia funcione eficazmente en la pantalla, aunque esa concepción literaria de la obra se traslade en un par de secuencias a unos diálogos pocos naturales que le restan realismo al momento, en pos de frases de mayor calado poético.

Como sucede con el resto de la filmografía del cineasta balear, hay planos que quedan grabados en nuestra retina. La película está bellamente fotografiada por Josep-Maria Civit, permitiendo al director realizar una factura visual donde destacan imágenes poderosas que desnudan el desgarro con sentido artístico. Comparte ideas antagónicas en un mismo plano y a veces también refuerza visualmente el significado de un diálogo.

Incierta Gloria es un cine que habla de fuerzas que nos conectan con la naturaleza, haciendo que nuestros gestos humanos se repitan una y otra vez en el tiempo. Una espiral del mal que nos persigue hasta modificar nuestros actos y que nuestras acciones retroalimentan.

Al final, como en cada película de Villaronga nos encontramos algo más desvalidos frente al mundo cuando termina la proyección, con la sensación de haber asistido a un reflejo de nuestras profundidades interiores más oscuras; esa incierta gloria que nos define.

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