Tócala otra vez, Clint

Tócala otra vez, Clint

Apenas medio minuto y ahí estaba él, marcando en su tercera Copa del Mundo. Heroicas estadísticas aparte, el gol fue de una belleza incalculable. Encaró, dribló, cambió de ritmo y definió como solo los grandes jugadores saben.

LUCY NICHOLSON/REUTERS

Apenas medio minuto y ahí estaba él, marcando en su tercera Copa del Mundo, hito solo logrado en la CONCACAF por el mítico delantero azteca Cuauhtémoc Blanco. Heroicas estadísticas aparte, el gol fue de una belleza incalculable. Encaró, dribló, cambió de ritmo y definió como solo los grandes jugadores saben, y todo esto mucho antes de que ghaneses y estadounidenses empezasen a dar colorido a una grada que fue una preciosa mezcla de dos culturas de aparente poca pasión futbolística. Y digo aparente porque ambas selecciones dieron un espectáculo de animación y diversidad digna de ver. Igual veías a Elvis Presley, a Rocky Balboa o a un singular chamán danzando bailes trivales, y ahí en mi opinión reside el principal atractivo de un evento como este, las diferentes e interesantes mezclas de culturas y estilos compartiendo grada y disfrutando de este simple juego que tantísimo nos gusta.

El papel de Dempsey es sumamente importante en esta selección. Ayer, además del gol se llevó un aparatoso vendaje en la nariz y poco más, estuvo impreciso y poco inspirado pero con lo que hizo bastó. Él representa lo que Estados Unidos como equipo no tiene, y es la calidad, ese toque de balón que tantas veces hizo enloquecer a Craven Cottage y que de tantos apuros salvó a Martin Jol. En su haber cuenta con récords como el máximo goleador de la historia del Fulham o ser el estadounidense que más goles ha marcado en la Premier League. Ahí es nada.

El fútbol no es justo, y los yanquis lo sabían, practicaron un fútbol limitado, poco vistoso y sin crear ocasiones. Rentabilizaron sus armas, y aprovecharon el amanecer y el ocaso para llevarse mucho más que tres puntos. Entre Dempsey y Brooks asistimos a un recital de esfuerzo, intensidad y ganas de una voluntariosa Ghana que se quedó sin premio final por un desajuste defensivo. Cabe destacar a la leyenda africana Asamoah Gyan -aquel jugador al que un travesaño le privó de convertirse en el héroe de todo un continente- que como buen delantero puro que es, no paró de desmarcarse, rematar e incordiar a los defensas rivales. Suya fue la preciosa asistencia de tacón para que el mayor de los Ayew batiera a Tim Howard y pusiera el empate en el marcador.

A pesar de todo, tiene gran mérito el de los norteamericanos, que supieron aguantar con concentración las embestidas africanas y empañar su pobre juego ofensivo con esa pizca de épica que copará los principales titulares acerca del partido. Particularmente y más tras la lesión de Altidore eché mucho de menos al eterno capitán y goleador de esta selección, Landon Donovan, que a pesar de su discreta temporada siempre aporta calidad, goles y sacrificio.

De los pupilos de Jurgen Klinsmann dependerá el seguir o no en esta competición, de la magia de Dempsey, de la batuta de Bradley o de las paradas de Howard. Se enfrentará a una herida Portugal que al igual que Ghana deseará coger su último tren hacia los octavos de final.