Clara Serra: "Después del caso Rubiales se hablará mucho más de besos no consentidos"

Clara Serra: "Después del caso Rubiales se hablará mucho más de besos no consentidos"

La investigadora y activista feminista dejó hace cuatro años la política y ha participado en las jornadas 'Alianzas feministas' en el Museo Reina Sofía.

Clara Serra en un acto en mayo de 2019.GTRES

En 2023 es probable que una de las candidatas a palabra del año sea "consentimiento". Al menos, en cuanto a titulares. La aprobación de la ley del solo sí es sí ha cambiado el paradigma y ha puesto el consentimiento en el centro y el beso forzado de Luis Rubiales a Jenni Hermoso tras la victoria de la Selección femenina de fútbol en la final del Mundial lo ha hecho objeto de noticia incluso en la prensa deportiva, donde estos temas suelen quedar al margen.

Precisamente este fue uno de los temas que se ha abordado en el tercer ciclo de conferencias Alianzas Feministas, celebrado los pasados 7 y 8 de octubre, en el Museo Reina Sofía y en el que la investigadora, activista feminista y exdiputada de la Asamblea de Madrid Clara Serra abordó los temas Sexualidad, deseo y consentimiento junto a la psicóloga Cristina Garaizabal y la investigadora Sara Rodríguez.

Tras los encuentros, la autora de Manual ultravioleta ha hablado con El HuffPost sobre este concepto, sobre cómo se ha puesto sobre la mesa en el debate sobre la violencia sexual, sobre la participación de los hombres en la lucha feminista y sobre cómo les afecta la sociedad patriarcal.

El caso Rubiales, la ley del 'solo sí es sí'... ¿Ha cambiado este año la visión del consentimiento?

Una de las cosas que han ocurrido en los últimos años que son positivas es que el feminismo ha puesto sobre la mesa la violencia sexual y ha puesto también el tema del consentimiento que diría que es el concepto jurídico para delimitarla. En ese sentido, que haya una conversación social sobre esto, ya ha cambiado cosas. Y que haya una conversación en donde la gente se sienta implicada, si vamos más allá, creo que hay mucha más complejidad en el asunto del consentimiento del que aparentemente parece. 

Es decir, creo que una de las características que acompaña al consentimiento ahora mismo en los discursos actuales, de estos últimos años, es una aparente simplicidad y claridad. Como que el consentimiento es algo que está clarísimo, que se entiende de la misma forma. Y parece que hay un discurso muy dominante que cada vez que reivindica el consentimiento, reivindica al mismo tiempo lo claro que está.

Creo que aquí es donde los próximos años se tendrán que abrir debates mucho más complejos acerca de esto porque no me parece que esté nada claro. Me parece un asunto extremadamente complejo, lleno de matices y de grises y que, a diferencia de lo que se suele decir en ciertos discursos oficiales de que en el consentimiento no hay grises ni zonas oscuras, hay muchísimos matices y muchísimos grises.

A nivel judicial y jurídico en casos que nos encontremos como en la propia revisión feminista, estos matices y estos grises van a tener que emerger y también, por tanto, preguntas muy complicadas.

"Soy muy crítica con los discursos del consentimiento que están queriendo decir que el verdadero criterio y en lo que deberíamos hacer descansar toda esta cuestión es en el deseo"

¿Uno de estos puntos grises es el deseo y desvincularlo del consentimiento?

En la tradición jurídica y filosófica el consentimiento ha estado ligado a la voluntad. Quiero recordar que el consentimiento es un concepto de la filosofía política de hace muchísimo tiempo, en la teoría moderna, los contractualistas se habla del consentimiento muchísimo y siempre ha estado ligado a la voluntad, a lo que los sujetos quieren. Otra de las novedades del discurso actual sobre el consentimiento sexual y los discursos feministas es que están muchos de ellos sugiriendo que el consentimiento no tendría que ver con la voluntad sino que tendría que ver con el deseo, que está recogido por muchas webs feministas. Dice que el consentimiento no sería suficiente y que para delimitar la relación sexual no solo fueran consentidas, sino también deseadas.

Creo que esa es unas de las características del discurso contemporáneo sobre el consentimiento y, por tanto, en la línea de lo de abrir matices se abren preguntas: ¿sabemos si el consentimiento significa lo mismo que deseo? O para algunos feminismos que afirman que se puede consentir por razones distintas al deseo sexual. Es un punto paradigmático del trabajo sexual. También puede desear cosas que no consiente. Se pueden tener deseos y fantasías que las mujeres no siempre llevan a cabo.

El deseo no es inmediatamente algo que elijamos y queramos y que queramos siempre realizar. Soy muy crítica con los discursos del consentimiento que están queriendo decir que el verdadero criterio y en lo que deberíamos hacer descansar toda esta cuestión es en el deseo. Parece que deberíamos pensar en qué implicaciones tiene. No me extraña que se haga desde un discurso abolicionista, que siempre se ha dicho eso, y yo siempre he dicho que la voluntad de la trabajadora sexual puede ponerse en cuestión porque ella no desea esa relación. Pero creo que en cualquier otro ámbito tiene otro tipo de derivas y consecuencias bastante problemáticas esa equiparación.

¿Y qué consecuencias tiene para la sociedad el caso Rubiales?

El caso Rubiales tiene muchos efectos diferentes. Uno de ellos ha sido el de visibilizar una lucha colectiva de las trabajadoras de fútbol que es algo clave, además a través de una lucha sindical que no solo es algo histórico para ellas, sino para el deporte femenino en general. En ese sentido me parece que ha sido potentísimo políticamente. Creo que el caso Rubiales ha producido un cambio con el que se ha establecido la expresión "beso no consentido". Después de este caso, se usará mucho más. Se hablará de los besos no consentidos dentro de lo que calificamos como agresión sexual. Esto es el efecto de la reforma de la ley que hemos tenido y de este caso en particular.

A mi juicio aquí hay más cosas que plantear, en el sentido de que el caso Rubiales es probable que no llegue a término, que no llegue a buen puerto y no tenga el resultado esperado por algunas feministas y no tenga el resultado esperado por la propia Jenni Hermoso. Creo que se va a aludir jurídicamente en torno a este caso, lo primero si todos los besos son un acto sexual, lo cual me parece una discusión más que posible. Si todos los besos tienen intención sexual. Después dará lugar a cuáles serían las condiciones del consentimiento de un beso, más allá de este caso de lo que es en este caso que está dado de forma sorpresiva. Muy rápido para saber si es consentido o no. En ese sentido, me parece que es probable que no lo sea. Pero me parece mucho más difícil probar que un beso dado de forma pública delante de todos, tiene un contenido sexual. Creo que es posible este caso no sea exitoso en este sentido y que no llegue a nada.

"El mensaje de que el hombre siempre es una máquina de deseo sexual imparable e incontrolable, es también una prescripción masculina"

Tras el caso Rubiales se han producido oleadas de denuncias de acoso de mujeres en entornos laborales como la industria de la música o como las que ha recopilado Cristina Fallarás. También se han denunciado casos de hombres supuestamente aliados o dentro de la izquierda, ¿hay también machismo en la izquierda?

De partida, el feminismo toca un asunto estructural y no hay nadie que no pueda participar de una cultura machista, una determinada manera de pensar sobre las mujeres, de pensar la sexualidad. Diría que evidentemente, y no solo todos los hombres están implicados, diría que las mujeres también. El punto número uno del feminismo es que las mujeres hagan una reflexión y se den cuenta de que nosotras mismas hemos sido educadas en una cultura patriarcal. En esto consiste el feminismo, en entender la lógica patriarcal y en ver lo que sucede. Todos los hombres pueden verlo. Apuntamos a un problema social, que se aborda colectivamente, no se aborda porque ciertas personas dejen de hacer cosas si está toda la sociedad implicada en la reproducción de ciertas maneras de ver la realidad y ciertos estereotipos sexistas. La solución pasa por todos.

  Clara SerraEFE

Históricamente el mensaje ha ido dirigido a las mujeres, el protegernos, cuidarnos y no a ellos en una educación frente al acoso, ¿debería cambiar a quién se dirige?

En lugar de pensar en si el mensaje debe dirigirse a ellos o a nosotras, diría más qué tipo de mensaje se ha dirigido a ellos y cuál a nosotras. Creo que a nosotras se nos ha mandado mensajes de que nuestra seguridad dependía de no hacer ciertas cosas, una especie de mensaje de "no te pongas en riesgo" que es una forma de responsabilizar a las mujeres también de considerar que la sexualidad es inevitablemente peligrosa y ante una situación así las mujeres deben retraerse sexualmente, cuanto menos se acerquen al sexo, mejor. Cuanto menos se acerquen al sexo, más seguras estarán. Ese mensaje también es problemático porque limita nuestra libertad sexual. 

En el caso de los hombres, creo que por supuesto tienen que recibir mensajes de que no acosen y nos traten de forma correcta. Pero preguntaría cuáles han recibido ellos y cuáles no. El mensaje de que el hombre siempre es una máquina de deseo sexual imparable e incontrolable, es también una prescripción masculina. Eso no es verdad. Es un mensaje que la sociedad le manda a los hombres, que tienen que cumplir. Me parecería muy interesante que se hablara de cosas como que hay hombres que desean menos que sus parejas mujeres. Eso es un tabú total, pero existe. Siempre se dice que el hombre es más deseante que las mujeres, pero creo que tiene algo de ficticio. También demostrar que las mujeres no tienen por qué ser siempre retraídas sino más deseantes y que los hombres no son siempre son los que tienen más ganas de tener sexo. ¿Qué mensajes mandamos a unos y otros?

"El feminismo ha estudiado desde hace mucho tiempo es que hay una explotación mediática del terror sexual y del pánico sexual"

Según la Fundación ANAR, la violencia sexual contra las adolescentes ha aumentado un 40% en los últimos cuatro años, ¿qué está fallando? ¿A qué se debe?

Hay que tener cierto cuidado con los datos, dónde vienen los datos y cómo se toman. Y qué tipo de discursos mediáticos se construyen. Algo que el feminismo ha estudiado desde hace mucho tiempo es que hay una explotación mediática del terror sexual y del pánico sexual. Es decir, son muy morbosos determinados enfoques y los medios sensacionalistas están predispuestos a ello. 

Creo que las feministas deberíamos tomarnos con mucha calma esto. Por ejemplo, con cómo se toman estos datos, cuáles son los estudios, etc. porque en función a cómo preguntes, el resultado de una encuesta o un estudio te puede dar un dato o te puede dar el triple. Esto ya ha pasado. A nivel de violencias, no es lo mismo que preguntes por una mirada sexual no deseada que por una agresión sexual con penetración. Te pueden salir datos u otros en función de lo que llames violencia sexual.

Deberíamos tener un poquito de calma porque cuando se ponen ciertos discursos sobre la mesa como es la violencia sexual y hay un caldo de cultivo que explota eso. Ante todo, pararía un poco, aunque la pregunta hay que hacérsela. Habría que partir de unos análisis más sosegados. Es clave, es un fenómeno social porque nos pueden salir unos datos que pueden dar lugar a una realidad totalmente distorsionada. Tenemos que saber muy bien lo que estamos preguntando.

Se habla también de que hay cierto sector de los jóvenes que sienten rechazo hacia el feminismo al ser el movimiento social dominante o que incluso el intentar ir a la contra entre los adolescentes es ser conservador o de ultraderecha.

Con respecto a este rechazo del feminismo por parte de ciertos sectores de generaciones jóvenes, es razonable con respecto a que el feminismo sea algo que se haya convertido en mainstream, mayoritario. En parte, quizás también de rechazo a ciertos discursos que deberíamos entrar en pormenores, pero diría que no solo es por parte de ellos, también de ellas. Eso es una cosa que se percibe cada vez más. No sé si lo transportaría a algo de ellos con respecto a una violencia sexual.

Hablabas antes de la presión masculina que sienten los hombres y de que también se ven afectados por el machismo y una sociedad patriarcal, ¿hacia qué modelo de masculinidad vamos?

No sé muy bien hacia qué modelo de masculinidad, pero sí que hay una falta de referencias, no solo en chicos jóvenes, también en hombres mayores. Eso tiene algo que ver con un cabreo masculino que se dirige contra el feminismo, una cierta inseguridad, incertidumbre con respecto a qué quiere decir ser hombre.

Con respecto a esto siempre me parece que es tarea del feminismo ofrecer que puedan ser hombres más libres, el feminismo no es solo una cuestión de mujeres. De hecho, creo que las mujeres no nos liberaremos de nada si los hombres no se liberan de nada porque es el sistema de géneros es conjunto y funciona porque hay una cosa que se llama feminidad y otra, masculinidad. Nunca me ha parecido que las mujeres puedan liberarse de las prescripciones o de los roles o trabajos hacia las mujeres, si no hay una modificación hacia los hombres. En ese sentido, al feminismo nos tiene que importar muchísimo estos chavales jóvenes, adolescentes y los niños que tengan cada vez más posibilidades de ser hombres de forma más libre, es decir, sin tener que convertirse en ese chico que maltrata a las mujeres y compite con los hombres. Es también asunto nuestro.

Luego también diría que con respecto a lo que les pasa hoy a los hombres interviene o no un cierto cabreo. Deberíamos de preguntarnos más allá del feminismo qué tipo de crisis, de condiciones más estructurales pueden producir una crisis a los hombres, las tareas o las prescripciones o los ideales que siempre le han inculcado. Que sean trabajadores, que trabajando mucho con el sudor de su frente se convierta en un padre de familia, es decir, creo que las crisis económicas, del trabajo, el empobrecimiento generalizado, el hecho de que las profesiones masculinas vayan al paro... En la crisis de 2008, la mayoría de profesiones que se fueron al paro eran trabajos masculinizados. Esto produce también crisis en la masculinidad, no es solo el feminismo. 

Tenemos que hacer una visión más estructural o a qué tipo de transformaciones profundas ocurren en nuestra sociedad que muchas veces provocan ira y rabia en los hombres, pero la causa no es el feminismo, es otra cosa. Muchas veces puede estar politizado hacia las mujeres o esa ira reconvertida que la extrema derecha hace eso, que les dice a los hombres "¿quieres saber por qué estás en el paro y no puedes ser un tío de verdad? Porque tu mujer gana más que tú". También lo hacen con los inmigrantes. Ahora bien, es totalmente falsa. 

El feminismo tiene que hablar de estas causas, de las crisis cíclicas del capitalismo, el empobrecimiento generalizado, el hecho de que muchos hombres vean su situación permanentemente incierta o que no puedan asegurarles a sus hijos estabilidad, ¿tiene algo que ver con que las crisis les impidan cumplir lo que las propia sociedad les encomienda? Probablemente. Tenemos que politizar eso las feministas, tenemos que señalar a los culpables, que no somos nosotras. Por eso siempre digo que me parece mala idea comprar el relato de que todo ese cabreo masculino es porque el feminismo ha llegado a escena. Me parece que deberíamos introducir otras variables.

Al igual que el feminismo debe aspirar a ser interseccional entre las mujeres, en lo que respecta a ellos debería hacerse también, entiendo.

Además, es una asociación masculina, del discurso americano meritocrático del éxito individual. El marido lo tiene que resolver todo. Entre las propias mujeres también existe esa concepción de que él lo tiene que resolver. Es una idea de la masculinidad difundida por el conjunto de la sociedad. Cuando esa masculinidad no puede realizarse porque el sistema económico no lo permite, eso es una bomba de relojería de frustración.

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Marina Prats es periodista de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, música, cine, series, televisión y estilo de vida. También aborda temas sociales relacionados con el colectivo LGTBI y el feminismo. Antes de El HuffPost formó parte de UPHO Festival, un festival urbano de fotografía en el marco del proyecto europeo Urban Layers. Graduada en Periodismo en la Universidad de Málaga, en 2017 estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo y en 2018 fue Coordinadora de Proyecto en la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE. También ha colaborado en diversas webs musicales y culturales. Puedes contactarla en marina.prats@huffpost.es