Boticaria García, sobre Ozempic y otros 'hackeadores del hambre': "El futuro es espectacular"

Boticaria García, sobre Ozempic y otros 'hackeadores del hambre': "El futuro es espectacular"

Entrevista con Boticaria García, divulgadora que publica 'Tu cerebro tiene hambre', con claves para la pérdida de grasa y mejorar la salud.

Boticaria García, autora de 'Tu cerebro tiene hambre'.PLANETA / JAVIER OCAÑA

Perder peso es uno de los principales propósitos no sólo en enero, sino durante todo el año, aunque muchas veces se emprende esa tarea sin tener muy claro cómo, copiando dietas que circulan por internet, y sin que vaya acompañada de otros cambios indispensables en el estilo de vida.

Para explicar cómo funciona nuestro cuerpo y cómo implementar estrategias que realmente ayuden a perder grasa y, al tiempo, ganar salud, Marián García —más conocida casi como Boticaria García, su apodo como divulgadora— acaba de publicar Tu cerebro tiene hambre (Planeta). En él, desgrana cómo funciona nuestro apetito, de qué dietas fiarse y de cuáles no, cómo funcionan los nuevos fármacos de moda contra la obesidad y da sobrados argumentos para convencerse de que el ejercicio de fuerza es indispensable.

La autora, doctora en Farmacia y graduada en Nutrición, atiende a El HuffPost con una llamativa camiseta con un emoji a lo Bowie, uno de los iconos que utiliza en el libro para traducir al común de los mortales complejos conceptos científicos. Una muestra de cómo hace fácil lo difícil, sin dejar de lado sus habituales dosis de chascarrillos.

El libro es un manual para entender la obesidad, pero ¿de qué le puede servir a alguien que no tenga obesidad o que ahora mismo no esté preocupado por esto?

El subtítulo es 'las cinco claves para perder grasa y ganar salud'. Tú no quieres perder grasa, a lo mejor, pero ganar salud queremos todos. Una persona que realmente se encuentre bien y tenga normopeso va a descubrir qué son las superquinas, unos compuestos que no se conocían hasta hace 20 años que genera nuestro cuerpo cuando hacemos ejercicio. Se llaman mioquinas las que genera el músculo (de mio-, músculo y de quinas, movimiento, viene del griego) cuando haces ejercicio; cardioquinas las del corazón, hepatoquinas las del hígado... y tienen superpoderes. Yo que soy antisuperalimentos, antisupertodo, de repente hay una polipíldora natural que es la mejor medicina que existe, porque tiene capacidad antiinflamatoria, puede prevenir enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipercolesterlemia... y además es capaz de generar neuronas, la neurogénesis. Esto es muy importante porque, de alguna manera, podemos decir que hacer ejercicio nos hace más listos.

"Muchísimas personas que aparentemente están sanas, pero que no hacen ejercicio se están perdiendo estas moléculas del movimiento que nos van a ayudar a prevenir en el futuro"

Muchísimas personas que aparentemente están sanas, pero que no hacen ejercicio se están perdiendo estas moléculas del movimiento que nos van a ayudar a prevenir en el futuro. Y, sobre todo, porque también existen personas que metabólicamente, aunque por fuera tengan cuerpos normativos, no estén muy bien y tengan procesos de inflamación aunque no lo sepan. También saber, con respecto a la alimentación, que aunque llevemos una dieta más o menos aceptable, que no todos los alimentos son iguales, que la calidad importa tanto como la cantidad... Creo que la gran diferencia de este libro es que, más allá de hablar del eje intestino-cerebro, del hambre emocional y la microbiota, incorporamos la importancia del músculo. Y esto es una revolución, porque ahora que además tenemos estos nuevos fármacos para la pérdida de peso que son tan interesantes, si no incorporamos el ejercicio vamos a perder peso, pero lo vamos a recuperar.

¿Qué le diría Boticaria García a alguien que no se preocupa mucho por la alimentación y es más bien sedentario, pero las analíticas le salen bien?

A esta persona tendríamos que decirle que realmente sí que existen las personas con obesidad metabólicamente sanas, o lo que se llama fat but fit. Es un concepto superpolémico, ahora mismo está en los medios, y existe la gordofobia y hay que luchar contra el estigma, pero el hecho de tener las analíticas perfectas no significa que estemos sanos. Podemos estar sanos por ahora, pero es lo que en ciencia se denomina el periodo de luna de miel. Se han hecho estudios, algunos en casi cuatro millones de personas, en los que se ha visto que quienes tenían obesidad pero metabólicamente estaban sanas, en pocos años acaban desarrollando distintas enfermedades cardiovasculares, ictus, infarto... Esto es superimportante tenerlo en cuenta porque nuestro cuerpo se va haciendo mayor.

En las personas que ahora mismo incluso estén sanas, aunque no tengan obesidad, a medida que aumenta la edad aparece una cosa que se llama sensecencia celular. Cuando las células se hacen viejecitas son menos capaces de controlar los procesos inflamatorios. Tenemos como un colchón por ser jóvenes, pero ese colchón va a menos. Tenemos que cuidarnos hoy para lo que vamos a hacer dentro de diez años, la vista tiene que estar puesta ahí. Yo sé que esto es difícil, pero como ejemplo hablaría de cuando estudiamos una carrera. Mi hermano decía 'yo quiero ser arquitecto, pero no me gusta el álgebra'. Lo siento, pero el álgebra y el cálculo lo tienes que aprobar si quieres ser arquitecto. Tú estudias la carrera con ese objetivo final, aunque haya cosas en el camino que no te gusten mucho, esto es igual.

"Tenemos como un colchón por ser jóvenes, pero ese colchón va a menos. Tenemos que cuidarnos hoy para lo que vamos a hacer dentro de diez años"

¿Qué hacemos por el camino? Buscar aliados, igual que cuando en la universidad dices 'no quiero ir a álgebra, pero como estoy con mi colega, me lo paso mejor'. Pues yo a lo mejor no quiero hacer ejercicios de fuerza, pero si lo hago con amigos, me comprometo. Tener buenos compañeros de viaje nos puede ayudar, tanto si la persona tiene una estrategia de pérdida de peso —de hecho hay evidencia de las terapias grupales—, pero también incluso en personas que simplemente quieren mantenerse. Si quedo para jugar al pádel, pues ya no les voy a dejar tirados; si quedo a salir al monte... pero si voy solo, igual sí. O eres una persona con una gran capacidad, en general somos seres que necesitamos de esa parte afectiva y de compromiso.

Sobre la disciplina, dices en el libro: "Ha llegado el momento de dejar de echarle la culpa a la fuerza de voluntad". ¿No siempre querer es poder a la hora de bajar de peso, entonces?

Lo que nadie nos cuenta es que nuestro cerebro tiene hambre porque hay un hambre hedónica que no depende de nuestro control. Depende de las hormonas que se liberan cuando estamos estresados: el cortisol empieza a correr por las venas y te dice 'come azúcar'. Te dice 'tienes hambre', aunque acabes de comer. O el hambre emocional de 'estoy viendo a éste que se come una palmera' y aunque no tenga hambre, quiero esa palmera. La fuerza de voluntad frente al hambre hedónica no tiene nada que hacer. Es David contra Goliat, porque en tu cerebro ha tomado el control el que yo llamo el copiloto caprichoso, que al piloto automático —que es el que dice 'come' o para'— le dice 'bájate del coche que quiero tomar las riendas'.

Aparte, tenemos el hambre Dragon Khan y se hacen picos de insulina y de glucosa en nuestro cuerpo. La caída es muy dura, porque tú quieres comer más azúcar. Puedes comer hasta 300 kilocalorías más al día si desayunas mucho azúcar. Son 9 kilos al año. La fuerza de voluntad, ¿dónde se queda ahí, cuando en tu cuerpo tienes un Dragón Khan? Además, se suma al hambre de que estás estresado, al hambre de que estoy viendo al otro qué se come y al hambre hormonal, que es la del adipocito que se nos ha escacharrao. El adipocito es una célula que almacena grasa, pero envía señales del hambre y de la saciedad. Ese es el gran problema de las personas con obesidad, cuando el adipocito está inflamado, manda señales de hambre cuando no toca y no manda de saciedad cuando toca.

"Puedes comer hasta 300 kilocalorías más al día si desayunas mucho azúcar. Son 9 kilos al año"

Ese conocimiento de lo que pasa en nuestras chichas, en nuestro cerebro, nos va a ayudar a que cuando tengamos hambre digamos '¿pero esto es hambre de las dos de la tarde o de que tengo al copiloto caprichoso?'. Y, cuando eso pase, busquemos los recursos para sustituir esa falta de dopamina cuando necesitamos refugiarnos en un alimento que nos dé cariño. Vamos a cambiarle el paso a nuestra hambre: si estamos en el trabajo, nos levantamos y vamos a hablar con alguien y nos distraemos; escuchar música; aprender algo, que también genera dopamina, leyendo ese artículo que tienes pendiente... Sal a la calle, que te dé el sol, si puedes hacer ejercicio, fantástico. Esa dopamina que se busca de manera natural nos va a disuadir del bollo. Dar un paso más y pensar '¿cómo me voy a sentir cuando me coma el bollo y cómo me voy a sentir cuando me lea el artículo o cuando me haya dado un paseo?'. Anticiparnos a esas sensaciones nos va a ayudar.

¿Esta dopamina es la responsable de que cuando nos entra el hambre el cuerpo nos pida chocolate y no una pera, que nos hace esa faena?

Claro. Al final la dopamina es el neurotransmisor de la anticipación, del deseo y del placer. Efectivamente, lo que nos sugiere es que comamos cosas que nos hacen sentir bien aquí y ahora, como es el dulce. Además aquí hay mecanismos que son históricos: cuando el hombre corría por la selva y huía de los leones, necesitaba azúcar para salir corriendo. Las situaciones estresantes requerían de cierta fuerza física. Ahora un mail que te mande tu jefe con una mala noticia no requiere de azúcar, pero tu cuerpo te lo pide. Estamos presos en cuerpos del pasado que no están adaptados. ¿Qué tenemos que hacer? Ser conscientes. Y luego, suplir esas carencias, cuidando especialmente la alimentación, porque tenemos una sobreabundancia que ellos no tenían, y con el ejercicio físico que ellos hacían y que nosotros no.

"Un mail que te mande tu jefe con una mala noticia no requiere de azúcar, pero tu cuerpo te lo pide. Estamos presos en cuerpos del pasado que no están adaptados"

Además, una persona que tienen obesidad tiene un problema añadido. Tiene menos receptores de dopamina y segrega menos dopamina. Si tiene de repente ese hambre emocional de comerse una palmera, se la come y dice 'pues no era para tanto, quiero otra'. Es decir, la misma sensación de placer que te puede generar a ti, a una persona con obesidad no se la va a generar tanto y entonces tiene que comer más.

En el libro introduces un concepto que es el de peso 10, ¿en qué consiste?

Vivimos en el mundo del peso ideal, del IMC, y ese concepto hay que olvidarlo. El peso 10 consiste, y es lo que dice la evidencia, en que más que buscar un número que nos dice la báscula, lo que podemos es intentar perder entre un 5 y un 10% del peso al año: una persona que pese 100 kilos, que pierda 5. Si lo hacemos, se ha visto que los beneficios que hay son ya muy altos. Más que llegar a un objetivo de peso ideal X, al que no vas a llegar y te va a frustrar, ponte un objetivo más alcanzable de un 5 o un 10%.

Están de moda Ozempic y demás fármacos utilizados para adelgazar. A grandes rasgos, ¿cómo funcionan, qué le hacen a nuestro cuerpo, y para quién sí y para quién no estarían indicados?

Son hackeadores del hambre. Mandan la señal al cerebro de que estás saciado aunque no lo estés. El fármaco tiene una estructura parecida a las hormonas de la saciedad y engancha con los receptores de la saciedad aunque no hayamos comido. Luego además, retrasan el vaciamiento gástrico: tienes más tiempo la comida en el estómago, con lo cual tienes la sensación de que estás pleno. Y luego, aumenta la liberación de insulina y se capta más la glucosa en sangre. Tiene muchísimos beneficios, no sólo en la pérdida de peso, sino en un montón de funciones fisiológicas. Esto es fantástico. El problema: está indicado para personas con obesidad o con sobrepeso y que tengan diabetes, porque las reducciones de peso que se consiguen son entre un 10% y algunos que están en estudio hasta un 25%, pero no son para una persona que quiere perder tres o cuatro kilos.

Tiene efectos secundarios a nivel de tiroides, de páncreas... que para una persona que tiene que perder muchos kilos porque pesa 130 y no los pierde de otra manera, el beneficio metabólico es mucho mayor que los riesgos de los efectos secundarios, pero para una persona que tiene que perder 3 o 4 kilos no es una solución. Entre otras cosas, porque en cuanto dejas de usar el fármaco desaparecen los efectos saciantes. Ha habido estudios hechos con estos fármacos en los que se han perdido 18 o 19 kilos y casi la mitad son de músculo. ¿Cuál es el problema de perder músculo? Que tiene capacidad de quemar energía en reposo, es metabólicamente más activo que la grasa. Si tú tienes mucho músculo, aunque estés aquí sentado, puede que quemes más energía que la persona que tenga más grasa. Si tú pierdes 19 kilos, pero la mitad es músculo, estás haciendo un pan como unas tortas. ¿Qué es lo ideal? Si usas estos fármacos tienen que hacer ejercicio físico para mantener y mejorar la masa muscular. Como la masa muscular pesa más que la grasa, la báscula nos va a decir que igual no perdemos tanto peso, pero eso no es un problema.

Sobre Ozempic y otros 'hackeadores del hambre': "En cuanto dejas de usar el fármaco desaparecen los efectos saciantes"

Por lo tanto, son para personas con obesidad, son para personas con sobrepeso que tengan diabetes, no son para perder dos o tres kilos. Hay que hacer mucha más concienciación a nivel celebrity, las Kardashian, Elon Musk... es la droga de Hollywood. Pero yo sí que quiero defender a estas moléculas porque tienen una mala prensa injustificada. El hecho de que se haga un mal uso de ellas no significa que no sean una estrategia fantástica para personas que de otra manera no estaban perdiendo peso. Vamos a compararlo con los ansiolíticos; si tú haces mal uso del Diazepam es un problema, pero es útil para muchas personas que lo necesitan. Es un cambio de paradigma, esto no se ha visto venir. De repente se ha encontrado esta inyección mágica que, además, en los próximos años será probablemente vía oral. Creo que es una revolución que puede ayudar a mucha gente, pero para eso es importante que se haga una buena educación sanitaria.

¿Qué futuro dibuja esto?

El futuro es espectacular. Es una revolución porque ahora mismo hay varias barreras. Una es el acceso, porque el mercado no da para abastecer la demanda que hay. Luego, el precio. Ahora mismo es caro y muchas personas igual no pueden afrontar el coste de 300 euros al mes. Además, muchas personas no quieren inyectarse, pero esto va a cambiar. Con el tiempo se regulará el abastecimiento, los precios previsiblemente se abaratarán y va a haber vía oral, que ya está en estudio. Y, de hecho, lo que va a haber también son fármacos combinados muy interesantes que ayudan a no perder masa muscular, concretamente la combinación con un anticuerpo monoclonal que se llama bimagrumab. ¿Qué ocurre? Que ya parece la píldora mágica del todo: si pierdo peso y no no masa muscular...

... ¡Póngame tres!

Claro. ¿Cuál es el problema? Que no genera superquinas. Si no generas las moléculas de movimiento te estás perdiendo todo ese poder antiinflamatorio y, sobre todo, algo fundamental que es dar cariño al osteocito. El miocito es la célula del músculo y el osteocito, la del hueso. Son como gemelos que se entienden entre los dos, para cuidar al osteocito tienes que hacer ejercicios de fuerza. Eso no lo vas a conseguir con una píldora. No estás previniendo problemas como la osteoporosis o las fracturas cuando hay caídas. El ejercicio no va a ser negociable. Sí que es verdad que cuanto más completo sea el fármaco y además de perder peso no perdemos músculo, pues fenomenal, pero no nos olvidemos de que si no lo acompañamos de esos pilares de la dieta que comento en el libro y de hacer ejercicio, en cuanto dejemos de tomar el fármaco vamos a volver y lo que no es sostenible es plantear una vida en la que tenemos que medicalizarla. No es sano tampoco porque genera una mala relación con la comida; una cosa es que durante un tiempo de terapia uses estos fármacos y otra que tu relación con la comida sea fármaco mediante.

"Lo que no es sostenible es plantear una vida en la que tenemos que medicalizarla"

También se oye mucho hablar del SIBO, ¿crees que hay un sobrediagnóstico? ¿Se cura y, en ese caso, sólo vía farmacológica?

El SIBO ha generado algo que es que todo el mundo quiere tener SIBO. Yo creo que el éxito del SIBO es que tiene un nombre molón. Colitis ulcerosa nadie quiere tener, síndrome del intestino irritable suena fatal y, sin embargo, el SIBO es algo relacionado. El sobrecrecimiento bacteriano-intestinal, que son esas siglas, consiste en que las bacterias en vez de estar en el colon, gran parte están en el intestino delgado. Lo que hace es que se comen la comida, los azúcares, los fermentan y generan gases donde no toca. Generan esa distensión abdominal, esa hinchazón... estos síntomas que son comunes a muchas otras patologías. El problema es que hay una serie de test que se pueden hacer a domicilio, que pueden tener su validez, pero la realidad es que a los propios especialistas en aparato digestivo les cuesta mucho hacer el diagnóstico diferencial. Por otro lado, para tratarlo sí o sí hay que utilizar antibióticos. Sin un tratamiento farmacológico, que en ocasiones no llega en ese momento, porque hay que hacer cambios en el estilo de vida y luego ponerlo, no va a funcionar. Creo que el diagnóstico se toma muy a la ligera y ante la sospecha de SIBO es fundamental que vayamos al médico y que sea el especialista el que realmente establezca el diagnóstico, porque puede ser SIBO o también puede ser otras cosas. Nadie debería vivir con esos síntomas de manera constante, lo ideal es ante ellos, siempre pedir esa consulta.

Está la frase hecha de que el desayuno es la comida más importante del día, ¿tú piensas así?

Nos pasamos la vida poniendo el foco en cuándo comemos y cómo comemos, cuando al final es más importante el qué y que el cuánto. A nivel de la crononutrición sí que hay evidencia, en función de los distintos tipos de personas, hay genes que marcan esos ritmos circadianos y cuándo puede ser interesante comer más o menos. En general, sabemos que es mejor no comer mucho en las últimas horas del día, pero no es cierto que el desayunar sea imprescindible. El ayuno intermitente es una estrategia que puede ser útil, pero hay que implementarlo con supervisión y puede no ser útil para todas las personas. No es imprescindible desayunar, ni mucho menos, aunque puede ser recomendable. Lo que sí que es cierto es que más que preocuparnos de si comemos por la mañana o por la noche, de si comemos con un chupito de vinagre antes... debemos preocuparnos de la calidad de los alimentos, y no me refiero a que sean gourmet, sino que sean más ricos en nutrientes y menos en calorías (más frutas, más verduras, más legumbres, más fermentados, más frutos secos, más semillas), y también la cantidad. Es algo polémico, pero el modelo sueco que se llama find your way son cuatro patas: alimentos de los que comer más, de los que comer menos, otros que cambiamos por otros y la cuarta pata es 'no comas demasiado'. Comemos por encima de nuestras posibilidades, la disponibilidad que tenemos de alimentos ahora mismo y la densidad energética que tienen es mayor que hace unos años. Cuando ya nos sentimos saciados en torno al 80% deberíamos parar.

"Yo creo que el éxito del SIBO es que tiene un nombre molón"

De este semáforo de las dietas, ¿cuáles son las claves para detectar que una pertenece al rojo? ¿Cómo saber que hay que desconfiar?

En el rojo he incluido las dietas monotemáticas —de la alcachofa, del pomelo...—, que obviamente funcionan porque hay un déficit calórico pero no son sostenibles en el tiempo y tienen efectos secundarios. Las dietas de los famosos, porque para empezar son mentira, es clickbait. Las dietas muy restrictivas, superbajas en calorías; eso lo que hace es que nuestro cuerpo se apresure a captar por si se la vuelves a liar o las dietas detox, las dietas depurativas, porque nuestro organismo se depura solo. Tiene el mecanismo de autofagia que es fantástico, es como una Roomba que tenemos por el cuerpo y que se encarga de coger los desechos e, incluso, aprovecha y recicla.

En el ámbar tenemos la dieta keto y el ayuno intermitente, que pueden ser estrategias útiles, pero no son para todo el mundo. Y las dietas que sí, en el semaforo verde, tenemos la mediterránea —pero la que llamo 2.0, con las pautas que dio el Ministerio de Consumo en 2022, no la de la copita de vino al día, ni la de comer pan blanco—; la dieta DASH, que es la de la hipertensión; el plato de Harvard; la dieta atlántica, que es la de los gallegos y el find your way sueco. Todo eso lo he asimilado en los pilares de la dieta.

Ahora, que es principio de año, época de buenos propósitos... es meterte en Instagram y todo es "dieta antiinflamatoria". ¿Ésta tiene sentido?

Para mí la inflamación es el gran problema: el adipocito que está inflamado, no está bien oxigenado y se monta como un incendio en el que tienen que ir los cuerpos y fuerzas de seguridad del cuerpo humano, que es el sistema inmune y en esa inflamación que intenta controlar digamos que se produce más inflamación. Necesitamos bomberos para apagar ese fuego y es verdad que hay alimentos antiinflamatorios como las frutas y verduras, el aceite de oliva virgen, los frutos secos, los que tienen omega 3 como el pescado azul o las semillas... Una dieta antiinflamatoria con estos alimentos está muy bien para apagar el fuego, pero lo importante no es salpicar un poco por arriba, sino ir al foco, que está en la inflamación. Ésta se produce cuando tienes muchos adipocitos muy aumentados de tamaño y que entre sí se están estorbando. Yo pienso que la dieta antiinflamatoria está muy bien, pero la probiótica también, porque también hay que alimentar a las bacterias. Es como si haces una casa y dices 'la quiero muy luminosa, pero las paredes son finas'; lo importante es que esté aislada y que tenga ventanas. Más que poner etiquetas a una dieta concreta es un modelo completo, porque lo necesitamos todo.

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