El alzamiento de Varsovia, película que desde diciembre está a la venta en DVD, pretende dar voz a los muertos que hemos olvidado a causa del tiempo transcurrido o la distancia, y funciona de manera efectiva como medicina ante la ignominia del olvido de los que han sufrido el dolor de la violencia.
En Polin -como los judíos llamaban a Polonia-, lo que está por encima de todo es la memoria de la vida, de una vida imposible de recuperar, pero cuyo recuerdo no es -no debe ser- nostalgia vana de un pasado perdido. Al contrario: visitar este lugar de la memoria nos debe hacer recordar que lo normal en el mundo ha sido siempre la multiculturalidad.
Hoy andamos por encima de los huesos, ya quizá desintegrados, de sus habitantes, en un sentido literal: cuántos de los doscientos mil civiles asesinados por los nazis durante el levantamiento seguirán todavía aquí enterrados, bajos los escombros sobre los que se levantó esta ilusión de ciudad antigua.