El debate sobre los 'TeachTokers' o profesores influencers: ¿son positivos o no para la educación?

El debate sobre los 'TeachTokers' o profesores influencers: ¿son positivos o no para la educación?

Un polémico vídeo de un docente ha revolucionado las redes y ha abierto un gran debate alrededor de este asunto.

Un profesor dando clase de matemáticas.Getty Images/fStop

El debate sobre cómo es un buen uso de las redes sociales abarca a todos los sectores y profesiones de la sociedad actual. Prácticamente ni uno se salva y el mundo educativo no iba a ser esa excepción. Cada vez es más frecuente ver el contenido de los conocidos como TeachToker, esos profesores de colegio, instituto o universidad con cuentas en plataformas como TikTok e Instagram con miles de seguidores.

A priori, la idea suena bien. Con las redes sociales los docentes tienen de forma accesible la posibilidad de dar voz a sus vivencias en clase, contar sus proyectos y trabajos, enseñar sus trabajos con personas con diferentes capacidades, así como conocer a nuevos compañeros de profesión y descubrir sus métodos formativos. Además, también poseen un altavoz para hacer reivindicaciones o peticiones sobre cómo mejorar el sistema educativo.

Sin embargo, la presión por obtener más visitas y conseguir unos mejores números lleva a contar episodios que deberían quedar en el ámbito estrictamente privado de la relación profesor-alumno. Eso ha pasado en los últimos días, donde un vídeo del profesor y tiktoker @alvaropatoon ha provocado un gran debate en X.

En esa publicación que ya ha sido eliminada, el joven docente contaba que una alumna suya pidió hablar con él porque había sacado un 8,5 en un examen de francés y ella siempre sacaba 10. El profesor, que al principio parecía que se emocionaba, acabó burlándose de ella.

A este vídeo han respondido multitud de profesores, entre ellos Toni García, director del colegio Joaquín Carrión de San Javier (Murcia) y considerado como uno de los mejores del mundo gracias a los premios que ha recibido tanto en los Global Teacher Award como en los Global Teacher Prize. García no dudó en condenar esta actitud y, aunque reconoce no estar en contra de los TeachToker, sí que señala que la clave es el fin que tenga el creador de contenido con su cuenta.

“Ese es el gran problema. Si la finalidad es hacer la foto para decir mira como molo, lo que estás haciendo es perjudicar a tus alumnos porque no se produce aprendizaje. Otra cosa bien distinta es hacer un trabajo bien elaborado y que cuando se acabe se saquen unas imágenes, se expongan y se cuente el proceso, pero ahora parece que interesa el producto final para poder venderlo y molar tú como docente, no tu trabajo ni tus alumnos. Esto en educación es penalizable porque no se puede utilizar a tus alumnos como mercancía. Buscar la fama por encima de todo me parece algo tan inmoral”, se queja este docente que en 2018 fue nombrado Mejor Profesor de Educación Primaria de España.

Celia Rodríguez, profesora del colegio Santa Francisca Javier Cabrini, sigue la línea de Arias e incide en que lo importante es utilizar ese contenido para sacar algo positivo: “Un profesor claro que puede ser influencer si tiene la formación adecuada, si está preparado y si lo que va a transmitir es un producto de calidad y útil para la gente que lo recibe. Lo que estoy es totalmente en contra de los que se ríen de los niños y hacen comentarios jocosos”.

“Tenemos en nuestras manos a lo más bonito de este mundo, que son los niños, y la capacidad de ayudarles en su formación y crecimiento como personas, así que no se puede mostrar una cara en la que me rio de sus fallos y errores”, apunta esta profesora de 29 años que confiesa que sí que sigue cuentas en redes sociales en las que se preparan temas para los niños, se hacen manualidades o se dan consejos sobre cómo tratar a niños con necesidades especiales. 

“Utilizar a tus alumnos para ser famoso no es ético”

Alejandro Mesa es un profesor catalán que se fue a Fukuoka (Japón) a dar clases de español. Para enseñar esa cultura y cómo era una academia nipona decidió crearse una cuenta de TikTok y mostrar su día a día. Poco a poco fue ganando seguidores hasta llegar a los más de 55.000 que tiene actualmente, aunque siempre con unas líneas rojas bien marcadas que afirma no traspasaría.

“Nunca publicaría caras, voces o cualquier cosa que pueda hacer que se reconozca a una persona que no sabe que está siendo grabada. Tampoco opiniones sobre política, sexualidad o cualquier asunto íntimo que compartan conmigo y, por supuesto, nunca buscaría la burla de una persona que me está contando algo”, enumera Mesa, que comenta que él daba clases a personas adultas y que lo que subía eran anécdotas que todos sus alumnos veían bien. “Tenía una clase que era de niños y nunca la grabé, aunque hubo situaciones que hubieran funcionado”, añade.

En estos perfiles se ve que hay ganas de egocentrismo y fama
Toni García

García además pone el foco en que no pueden ocurrir anécdotas en clase casi a diario: “Que todos los días te pase algo para publicar no es normal. Todos tenemos anécdotas, pero no diarias. En estos perfiles se ve que hay ganas de egocentrismo y fama. Cuando tu contenido es intentar monetizar buscas cualquier excusa para publicar. En un año tendrás 15 o 20 anécdotas y no 178, ellos las tienen porque provocan que surjan, están pendientes de que surjan o se las inventan”.

Sin embargo y gracias a su experiencia en TikTok, Mesa es consciente de que determinado contenido da visitas, mientras que otro no: “Por ejemplo, en el vídeo de este chico tienes que detectar el problema que hay detrás y no reírte. Si yo hago un vídeo del mismo tema sin ponerme a llorar y luego explicó lo que hay que hacer voy a tener tres visitas y no lo va a ver nadie”.

“Por eso se hacen estos vídeos, porque al final dan más visitas y cuando tienes visitas te comes la cabeza y al final acabas hasta agobiado, entonces se crea contenido que no tiene sentido y no aporta nada con situaciones así, frases con gancho o miniaturas llamativas que lo ves y dices son graciosos, pero no útiles”, añade este joven, que reconoce que a él nunca le han llegado a criticar por sus vídeos. Incluso confiesa que ahora está recibiendo mensajes de exdirectores que ha tenido que le dicen que les está gustando la forma en la que trata la educación. 

Situaciones para solucionar y no para reírse

Sobre este caso en cuestión, los tres docentes señalan que no se puede ridiculizar a una niña por haber sacado un 8,5 y no un 10 porque hay algo más grave detrás. “Si tú quieres transmitir que se deje de obsesionar con la nota no lo puedes hacer así, hay que hacerlo de forma porque hay que ayudar a la niña para que vea que no es un número”, apunta Rodríguez.

Mesa apunta que detrás de estos perfiles de alumnos hay “una autoexigencia ya sea por parte de ella o de su familia que hay que analizar”. “Tú tienes que detectar eso y no reírte”, explica.

García es mucho más crítico y pone el foco en las consecuciones que puede acarrear. “Es muy grave porque casi todos los niños tienen TikTok y eso te acaba llegando y si ves que tu profesor ha hecho eso y lo ha subido te está posicionando en un lugar muy peligroso. Compañeros tuyos pueden aprovechar para hacerte acoso escolar. Se está reforzando compartimientos que tenemos que penalizar. Si consideras que tiene un nivel de exigencia muy elevado tienes que tratarlo y no ridiculizarlo y poner en indefensión a un niño”.

Según explican los tres, no se puede grabar dentro del aula las situaciones de aprendizaje que se van sucediendo. Para ello, hay que pedir permiso a los padres, cosa que se hace cuando se quiere documentar un proyecto o actividad en cuestión que se va a realizar.

Aunque en episodios como este para que un padre llegue a conseguir una sanción para estos docentes es complicado porque no se han dado datos del alumno. “Tú como estudiante que has mantenido esa conversación puedes identificarte y que tu familia ponga una queja. Nosotros como centro solo podríamos abrir una investigación de cómo es su comportamiento dentro del aula, el tiempo que le dedica a las redes y el uso que hace en el ámbito profesional para lograr un rendimiento económico exterior vendiendo cosas del centro educativo”, relata este docente murciano, que el curso pasado tuvo que convivir con varios ejemplos de profesores influencers.

“Además, casi todos son jóvenes y luego puede mancharse la imagen de estos por culpa de unos pocos que hacen mal las cosas”, sentencia. 

Las redes sociales, como fuente de recursos

TikTok, X o Instagram también tienen una cara positiva que hace que puedan ser muy útiles para mejorar el día a día de los profesores. Es algo que no dudan en destacar los tres profesores en cuanto se les pregunta.

“En estos perfiles hay un contenido que es maravilloso. Sin las redes sociales probablemente no me hubiera llegado y ahora con un simple click lo veo”, comenta Rodríguez. García también reconoce que ha conocido a profesores “maravillosos” con los que ha intercambiado actividades, proyectos y hasta han hecho colaboraciones.

“Nos ayudan a dar difusión a los docentes para que se vea nuestro trabajo desde nuestros ojos y que podamos explicar las cosas que van bien, mal o que se pueden mejorar porque a veces nos sentimos silenciados, ignorados y maltratados”, aporta Mesa.

La conclusión a la que llegan es que un buen uso de las redes sociales puede ayudar a mejorar el nivel del profesorado, pero que una mala utilización puede ser perjudicial tanto para los alumnos como para la reputación de los propios docentes. 

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Alfredo Pascual es redactor de Virales en El HuffPost en Madrid. Escribe sobre noticias de televisión, política, redes sociales, deporte, etc. Estudió periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y un máster en Periodismo de investigación, datos y visualización en la UNIR. Antes de entrar en El HuffPost estuvo en la Cadena Ser y en el Heraldo de Aragón. Puedes contactar con él en alfredo.pascual@huffpost.es