Cuerpos sexuados en un mar de géneros

Cuerpos sexuados en un mar de géneros

Entrevista con Anne Fausto-Sterling.

'Cuerpos sexuados'.MELUSINA

Lo habrán leído demasiadas veces: el sexo es natural y el género cultural. Cualquier matiz que se desvíe de ese determinismo biológico se considera un anatema, cuando no un delirio equivalente a querer tener una edad distinta de la que se tiene. En esa perspectiva no hay espacio ni encaje para obras como Cuerpos sexuados (Melusina, 2020) de Anne Fausto-Sterling, a quien he entrevistado para saber qué opina una antigua feminista sobre las controversias más recientes. Esta sexóloga estadounidense, que rechaza las dicotomías sexuales y tiende puentes al discurso no binario, revolucionó los estudios de género hace ya más de veinte años, pero ha seguido pensando y escribiendo sin descanso para tratar de avanzar en unos debates (cuando no son guerras culturales, simple y llanamente) que parecen más enquistados que nunca.

Usted ha cuestionado la homosexualidad y la bisexualidad como categorías estáticas. En los debates actuales, la diferencia entre transexualidad y transgenerismo parece muy clara, pero me pregunto si no estamos cayendo en algún tipo de binarismo tramposo.

He estado trabajando en una gran categoría que incluya todos los términos que se usan: homosexualidad, bisexualidad, transexualidad o transgenerismo y he procurado tratarlos de forma histórica. Si lo hacemos, verás que el término transexualidad (a través de Google N-Gram) ya se usaba en los años sesenta. El término actual más usado es transgénero, pero esa palabra significa muchas cosas.

En las últimas décadas ha surgido un grupo que situaríamos en la categoría queer que se identifica como transexual o como no binario, o con un montón de palabras dentro de un espectro. Son palabras que se usan para manifestar una disconformidad con el tipo de masculinidad o feminidad que hay; para algunos implica una cirugía mamaria, pero no una cirugía general, para otros implica hormonas, y así sucesivamente. Luego tenemos la noción de orientación sexual, que es problemática porque la homosexualidad y la bisexualidad se han construido como si fueran algo binario y en realidad la atracción opera en un espectro multinivel. La variedad comprende un sistema mucho más complicado que además va cambiando muy rápidamente.

El binarismo es una trampa porque a menudo crees que te has salido de él y aún estás dentro. Un argumento político del centralismo biológico para no permitir a la mujer estar en la esfera pública es que eran biológicamente inferiores. Ahora se dice que el género es el que mantiene las desigualdades de las mujeres, pero al mismo tiempo se ejerce el control sobre sus cuerpos. En Cuerpos sexuados traté estas cuestiones y actualmente deberíamos seguir pensando de forma mucho menos estática. Hay que verlo como un sistema dinámico. Quizás por eso habría que utilizar expresiones como sexo/género o simplemente “génerosexo”.

La sexualidad está relacionada tanto con el sexo como con el género. Las formas de pensar en la identidad de género surgen a edades muy tempranas y se manifiestan pronto, formando parte de nuestro sistema sensorial, de ahí que se considere el sexo y el género como un todo (incluso si asumimos inicialmente que el sexo es natural y el género cultural). La cultura cambia la idea sobre lo natural y los cambios se convierten en una plataforma para la siguiente fase de construcción de la identidad, así que lo podemos ver como una especie de espiral. El génerosexo se tiene que analizar como un proceso porque no se trata de “lo que eres”, sino de “cómo eres” en el contexto de un periodo de tu ciclo vital. Esa sería una forma de romper con esa imagen estática y simplista que nos dice: eres un cincuenta por ciento esto y un cincuenta por ciento esto otro.

Kathleen Stock ataca muchas de estas visiones constructivistas del género e incluso le dedica a usted un capítulo entero en Material Girls.

Tengo que reconocer que no lo he leído. Estoy al tanto porque oí que era muy controvertido. Intento no entrar en disputas con personas que me atacan con dureza porque me quita energía y no me aporta nada. No me interesa si solo se trata de alguien diciendo categóricamente que aquella autora tiene razón y aquella otra no. Quiero emplear mi energía en presentar un punto de vista diferente que la gente pueda usar, pero sospecho que el libro de Stock viene a decir que el sexo es realmente binario y quien no opine así es idiota, así que estaría mejor calladita. Estas críticas vienen de gente que no quiere intercambiar ideas.

No quiero ahondar en el origen de nuestras diferencias y por qué estas se dan, ya que se convierte en un combate dialéctico que termina en un: “Mira, me rindo, dejemos de pelearnos”. Para mí es un desperdicio de energía. Lo hice durante un tiempo y me harté en los años noventa. Lo que quiero es conectar de una forma positiva con nuevas teorías y nuevas ideas que nos permitan salir de esa forma de razonar.

Deduzco entonces que hablar de TERF y anti-TERF tampoco aporta mucho al debate.

La palabra es muy común, pero no me gusta nada porque nací antes de los orígenes del feminismo radical y el uso que se le da en la actualidad es completamente ahistórico, aunque sé a qué hace referencia. Cada bando está anclado en sistemas de creencias incompatibles basados en lo que consideran hechos en torno al sexo y al género, y discutirán hasta la náusea. La única solución que veo es la de cualquier democracia o sistema legal donde hay creencias incompatibles: unos ganan y otros pierden.

A propósito, el profesor Paisley Currah ha publicado un libro muy interesante sobre esto. Él escribe sobre el sexo en el ámbito del derecho y muestra que este se define de manera diferente en función de diferentes factores: el certificado de nacimiento, la inscripción en la Seguridad Social, el régimen penitenciario, etcétera. Necesitamos entender las cosas de forma contextual. Quizás eso sea un argumento en contra de una ley amplia que lo aguante todo. Se ha de tratar cada situación de manera diferente.

Aunque resulte anecdótico, he hecho un pequeño gráfico para mi próximo libro sobre el uso inclusivo o excluyente de los baños públicos: se llega a una respuesta diferente en el diagrama en función de tu sistema de creencias respecto al género. En el deporte también se están dando estos debates sobre inclusión y exclusión y la derecha lo ha explotado emocionalmente. En resumen, hay diferentes soluciones para diferentes problemas. Espero poder responder a esta problemática en mi próximo libro, que se publicará, siendo realista, a finales de 2023 o ya en 2024.

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Andrés Lomeña Cantos (Málaga, 1982) es licenciado en Periodismo y en Teoría de la Literatura. Es también doctor en Sociología y forma parte de Common Action Forum. Ha publicado 'Empacho Intelectual' (2008), 'Alienación Animal' (2010), 'Crónicas del Ciberespacio' (2013), 'En los Confines de la Fantasía' (2015), 'Ficcionología' (2016), 'El Periodista de Partículas' (2017), 'Filosofía a Sorbos' (2020), 'Filosofía en rebanadas' (2022) y 'Podio' (2022).