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DANA, la hora de la verdad y la reparación moral de las víctimas

DANA, la hora de la verdad y la reparación moral de las víctimas

"Mientras desde la Generalitat se reaccionaba tarde y mal, desde el Gobierno central se ofrecía una respuesta sólida, estructurada y, sobre todo, empática"

Mimebros de la UME trabajando tras la DANAPablo Blazquez Dominguez

Hay una fecha que ha quedado grabada para siempre en la memoria de los valencianos y valencianas. El fatídico 29 de octubre ha tatuado el carácter de esta comunidad. La DANA, que dicho para que todo el mundo lo entienda, es una de esas tormentas intensas y traicioneras que se forman en altura, descargó toda su fuerza sobre varias comarcas de la provincia de Valencia, dejando un rastro de destrucción que todavía hoy se siente y ve. Pero lo más duro, para muchos, no fue solo ver sus casas inundadas o sus negocios arrasados, fue la sensación de estar solos, de mirar a su alrededor y no encontrar respuesta, de esperar ayuda que no llegaba.

Aunque las previsiones ya lo venían avisando, la respuesta por parte de la Generalitat Valenciana fue, como mínimo, negligente. No hubo un plan claro ni una coordinación eficaz entre administraciones. Muchas escuelas abrieron como si no pasara nada, algunos servicios de emergencia llegaron tarde por pura saturación y los ayuntamientos, con sus escasos recursos, trataron de hacer frente a una situación que los sobrepasaba. Y mientras, el agua entraba en salones, arrastraba pertenencias y dejaba a familias enteras sin lo más básico, por no hablar de aquellas a las que el agua les arrebató la vida. La verdad es que no era solo una cuestión de gestión: era una cuestión de humanidad.

Además, lo que más dolió a muchas personas fue comprobar cómo, justo en los momentos más críticos, cuando el miedo aprieta y cada minuto cuenta, el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, parecía estar en otro lugar. Literalmente. A día de hoy, aún no está claro qué hizo durante y después de su comida en El Ventorro, mientras cientos de vecinos intentaban, con lo que tenían a mano, salvar lo poco que les quedaba. Y es que no se trataba de comparecer al día siguiente con declaraciones medidas, sino de estar cuando se necesitaba. De tomar decisiones, de coordinar esfuerzos y de ponerse al frente de la emergencia.

Por otro lado, hay que reconocer que el Gobierno de España sí supo actuar con rapidez y con una claridad que, en ese contexto, resultó transcendental. En cuanto se tuvo una imagen más o menos precisa de la magnitud del desastre, se activaron los efectivos de la UME, se pusieron en marcha los recursos del Ministerio del Interior y, sobre todo, se tomaron medidas concretas sin esperar a que pasaran días. En menos de una semana ya se hablaba de ayudas directas a familias, a pequeños comercios, a municipios y, de forma muy relevante, a agricultores, uno de los sectores más duramente golpeados por la lluvia.

Este contraste no ha pasado desapercibido. De hecho, evidenció dos formas muy distintas de entender la política y la gestión pública. Mientras desde la Generalitat se reaccionaba tarde y mal, desde el Gobierno central se ofrecía una respuesta sólida, estructurada y, sobre todo, empática. Porque en situaciones como esta no se trata solo de repartir culpas, ni de entrar en batallas partidistas, se trata de estar al lado de la gente, sin excusas ni dilaciones.

Y lo cierto es que la diferencia fue palpable. Por un lado, improvisación y falta de previsión; por otro, capacidad de respuesta y voluntad de ayudar. No es cuestión de ideología, sino de eficacia y compromiso. Y eso, al final, es lo que la gente recuerda.

Los vecinos de la Ribera Alta no van a olvidar fácilmente quién estuvo y quién no. Porque cuando el agua arrasa con todo, lo último que se pierde es la memoria. La gestión de una emergencia no admite improvisaciones y lo ocurrido con esta DANA debería servir de advertencia seria. La política útil no se mide en titulares ni en discursos bien redactados. Se mide en hechos, en presencia, en decisiones que salvan vidas. Ojalá lo aprendido sirva para no repetir errores. Porque la próxima vez, y por desgracia sabemos que habrá una próxima vez, lo mínimo que merece la ciudadanía es una administración que no improvise y que no llegue tarde.

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Alejandro Soler es portavoz socialista en la comisión de investigación de la DANA y presidente de la comisión de Hacienda y Función Pública.