Danilo Vaona, los años dorados

Danilo Vaona, los años dorados

Desde 'Linda' a 'Y cómo es él', detrás de muchos de los éxitos de los 70 y 80 está el talento de Danilo Vaona, un músico italiano al que el encuentro con Raffaella Carrá le cambió varias veces la vida.

Danilo VaonaDANILOVAONA.COM

El compositor Danilo Vaona (Vigevano, 1951) bromeaba una tarde en Roma con un grupo de amigos. Alguien contó un chiste sobre un hombre que había escondido a su amante en el armario para evitar ser sorprendido por su esposa. En medio de la carcajada general, a Vaona se le ocurrió una melodía. “El ‘qué dolor’ del estribillo se lo acoplamos después”, añade desde su casa en Madrid donde pasa parte del año.

Raffaella y Vaona se habían conocido a mediados de los setenta. En esa época, el músico trabajaba para la CGD, una importante discográfica italiana a la que había llegado gracias al cantautor Franco Califano y después de que Mina hubiera grabado una canción suya.

“Tenía apenas veinte años, fui a verla al estudio que había montado en una iglesia desacralizada. Escuchó Vorrei averti nonostante tutto, le gustó y la incluyó en su álbum Cinquemilaquarantatre. En Italia apareció como cara b de Fiume azzurro, que años después Mónica Naranjo transformaría en Sobreviviré”.

En la CGD, ligada a la multinacional CBS, a Danilo le iban bien las cosas. Cosechó éxitos importantes con Sandro Giacobbe, como El jardín prohibido o Señora mía, o con Gianni Nazzaro y dirigió la orquesta en alguna edición del Festival de San Remo. El encuentro con Raffaella, sin embargo, le cambiaría la vida.

“Ella siempre quería evolucionar, nunca se conformaba con lo que había hecho. Era una artista en constante renovación. Congeniamos. En 1976 hicimos juntos A far l’amore comincia tu (En el amor todo es empezar) y Forte, forte, forte, que fueron un éxito en una veintena de países. Ahí fue cuando Tomás Muñoz, el presidente de CBS-España, y José Luis Gil, manager de la Carrá, me encargaron los arreglos del primer elepé de Miguel Bosé, Linda. A los pocos meses, llegué a España”.

Casi coincidiendo con el lanzamiento del disco de Bosé, a Gil le ofrecen la dirección de Hispavox, la discográfica líder del mercado español en los sesenta y primeros setenta que atraviesa una profunda crisis. Sus propietarios, los hermanos Vidal-Zapater, otorgan plenos poderes al nuevo director para que acometa la necesaria renovación.

“Gil pensó en mí para dar un cambio profundo al sello. No sólo quería cambiar el sonido y la imagen de los artistas, también la forma de trabajar. Por lo que me contaron, hasta ese momento Rafael Trabucchelli, que había sido el artífice de los éxitos de Hispavox en los últimos 15 años, era el rey midas y, en cierta medida, hacía y deshacía a su antojo. Gil quería cambiar esa forma de trabajar, diversificar un poco todo. Por eso me ofreció uno de esos contratos a los que no se puede decir que no y me vine para España”.

Las dos primeras artistas con las que trabaja son dos estrellas del elenco de Hispavox en horas bajas: Karina y Mari Trini. La primera sale de la compañía a los pocos meses. Mari Trini, en cambio, inicia junto al músico italiano y a Maryní Callejo una segunda época de oro, con éxitos como El desertor, Ayúdala, Te amaré, te amo y te querré. La colaboración se cierra de forma abrupta en 1982 con Una estrella en mi jardín.

El sonido que Vaona impone a sus arreglos y producciones, novedoso, eléctrico, atractivo, lleva también a los números uno de las listas a Víctor Manuel (Solo pienso en ti) y Ana Belén (Desde mi libertad, No volverán) pero también a otro cantautor, José Luis Perales.

“Nos fuimos a Italia a grabar Tiempo de otoño. Trabuchelli y yo nos repartimos la

producción, cada uno haría la mitad del disco pero los arreglos fueron todos míos. Así nacieron Me llamas o Un velero llamado libertad. Perales es un artista de un talento increíble. El reto era que sus canciones, sencillas, bien escritas, conectaran con el sonido que se hacía en ese momento. Siempre me ha preocupado muchísimo que el sonido resultante se parezca lo máximo posible al que yo buscaba para mi música. Con Perales hice cosas muy bonitas. Te quiero o Y cómo es él”.

El ritmo de trabajo en Hispavox es frenético. Vaona arregla y produce más de una docena de álbumes al año. Por la mañana graba con Massiel (El Noa Noa, Brindaremos por él), por la tarde con Bertín Osborne (Como un vagabundo) y por la noche con Pedro Marín (Que no, Aire). Incluso duerme en el remodelado estudio de la calle Torrelaguna 64 que, con poca fortuna, ha sustituido al que se construyó a principios de los sesenta y que ahora sirve de almacén.

En 1981, José Luis Gil se saca un as de la manga: Hispavox arrebata a la multinacional CBS el contrato en exclusiva de Raffaella Carrá. La popular artista grabará sus discos en Madrid para todo el mundo bajo la producción de Danilo Vaona que también será el autor de algunos éxitos: Mamá dame cien pesetas, Eres un bandido o África.

“Aquellos discos tenían una impronta muy española. No sólo había composiciones de autores de la talla de Juan Carlos Calderón (Caliente, caliente), también probamos una incursión en lo flamenco en Qué dolor, cuando todavía no se hacían esas cosas.

Durante aquellos primeros años ochenta no hay un mes sin que alguna producción de Vaona ocupe un lugar relevante en las listas de éxitos españolas y latinoamericanas, ya sea con Paloma San Basilio (Juntos), Gonzalo (Quién piensa en ti), o Daniela Romo (Celos). Sin embargo, el músico empieza a acusar el cansancio. Teme repetirse. Los Vidal Zapater han renunciado a vender Hispavox a Warner. José Luis Gil abandona la dirección de la compañía en diciembre de 1983. Es el momento de marcharse, piensa el músico. Su

último trabajo, Yo sigo siendo aquel, para Raphael, no recibe buenas críticas.

“Ahí reapareció Raffaella para cambiarme la vida. Me pidió que trabajara con ella en la RAI. Necesitas cambiar, Danilo, me dijo. No vas a trabajar menos. Cada programa semanal será como si hicieras un disco. Raffaella era muy inteligente, muy seria en su trabajo. Tenía un olfato increíble. Si decía esto va a funcionar, acertaba. Si decía esto será un fracaso, también”.

Alejado de la industria discográfica, con la Carrá, Vaona trabajará en numerosos programas en Italia y España, tendrá la posibilidad de acompañar a Stevie Wonder o Liza Minelli en Nueva York y compondrá sintonías y músicas de television para el grupo Europroducciones (Holá Raffaella, Qué Apostamos, Grand Prix, Peque Prix, De Domingo a Domingo, Día a Día, Todo En Familia, entre otros). También junto a Raffaella volverá a colaborar en 2016 en la versión italiana del talent-show La voz.

“Todavía no me creo que haya muerto. Era una mujer única, fascinante. Fuimos como hermanos. ¿Proyectos? Pocos. Ya estoy jubilado. Vivo entre España e Italia. Tranquilo, feliz. Soy músico pero pude ser otras cosas. Yo quería ser futbolista, jugaba muy bien. En Vigevano, mis padres me llevaban a conciertos y actuaciones de grupos locales y me enganché. Me inscribí para estudiar música en el instituto pero acabaron expulsándome porque no me presenté a una audición por tocar en un guateque. Al final, acabé en el Conservatorio Giusseppe Verdi de Milán. Así hasta hoy”.

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).