Metáforas de una pandemia

Metáforas de una pandemia

El hecho de crear un mensaje bélico de “estamos luchando con todos los medios posibles contra el enemigo” hace que la gente se confunda.

Personal sanitario de un hospital de Barcelona. JOSEP LAGO via Getty Images

Muchas son las imágenes que nos muestran una capacidad innata en el ser humano: el miedo a lo desconocido. Este hecho hace que la razón se nuble por una de las emociones que más afecta a nuestra naturaleza social.

Están circulando por redes sociales supuestos mensajes por parte de algunas personas anónimas que piden a sus vecinos, que son trabajadores sanitarios, que se vayan a vivir a otro lugar por miedo a que les contagien el coronavirus. No puedo contrastar lo cierto o no de estos hechos. Lo que sí puedo aportar son testimonios que me transmiten fuentes de varios hospitales de varias comunidades de España y cómo lo están viviendo.

Enfermeros y enfermeras me comentan: “Empezamos a trabajar mucho antes de nuestro turno. Nos bombardeamos con preguntas. ¿Tendremos EPIS? ¿Tendremos la tristeza de alguna mala noticia? Tengo compis que han perdido a su madre, a su suegro…”. Una historia que me comentó otro es la de un compañero (enfermero y psicólogo) que llega a casa cada día llorando por la situación que está viviendo.

La situación de los médicos no se queda atrás. Hay que darse cuenta de que aparte de esta patología se juntan todas las demás. Las personas no han dejado de tener infartos, ictus, accidentes… Y las áreas de trabajo se separan para intentar evitar contagios. En urgencias, una especialidad que aún no lo es, tienen que hacer malabarismos para conseguir que se hagan las pruebas para cada uno de sus pacientes. Determinar a primera vista la gravedad de un caso u otro para determinar la urgencia y luego convencer a todo un equipo de radiología, laboratorio, etc., de la necesidad de actuar. A todo esto, juntemos a los familiares preocupados, los compañeros que te preguntan dudas acerca de sus pacientes y la tutorización de los residentes. Y ahora una pandemia. 

Juntemos el miedo a infectarse, los miedos a infectar a tu familia... “Di negativo en la prueba”, me comentaba hace nada uno de los médicos que me sirven de fuente, que tuvo un caso de contacto. Pero es que, aun así, no ha dejado de trabajar pese haber pasado por ese miedo real. Sin mencionar la alienación causada tras largas jornadas laborales estando con las mascarillas “bien apretadas”, tanto que les deja la sensación de seguir con ellas puestas estando ya en casa.

Y voy a reiterarme en una palabra: pandemia. Porque no estamos en una guerra. Ni las personas son “focos de infección”, ni nos están bombardeando. Nuestros sanitarios, trabajadores de supermercados, cuidadores… No son soldados que disparen a bocajarro en un “campo de batalla”; son quienes nos están dando una ayuda, un servicio, exponiéndose a infectarse para ayudarnos. Y en el particular caso de los sanitarios, intentan salvarnos.

El hecho de crear un mensaje bélico de “estamos luchando con todos los medios posibles contra el enemigo” hace que la gente se confunda.

Aunque la mayoría de las personas sean empáticas y les aplaudan; siempre habrá algún desagradecido que, como me comenta un enfermero, “si salgo a la ventana a aplaudir, la del edificio de enfrente (y distinta altura), se mete para adentro”. O como me comenta una doctora, “es la sensación que tengo, en el súper te miran mal, en la escalera de mi edificio…”.

La siempre genial Susan Sontag, en Metáforas de la enfermedad, relataba esto mismo acerca al percatarse de cómo la sociedad trató en su tiempo la tuberculosis y el cáncer: “Basta ver una enfermedad cualquiera como un misterio, y temerla intensamente, para que se vuelva moralmente, si no literalmente, contagiosa”. Sí, hubo un estigma brutal en cada una de ellas. Unos años después, escribió El SIDA y sus metáforas, donde reforzaba sus teorías de cómo el lenguaje que utilizamos para tratar lo desconocido nos hace crear una atmósfera miedosa que crea un estigma social. Tanto en sus padecientes, como en sus cuidadores. Roy Galán, escribió hace nada: “Espero que dejemos de perpetuar ese odio sobre el otro”; pero eso no será posible hasta que aprendamos que nuestro lenguaje puede ser un arma que dispare balas.

La teoría y la práctica son bien sencillas —lo veo cada día en mi trabajo en el Comité Antisida da Coruña—. El hecho de crear un mensaje bélico de “estamos luchando con todos los medios posibles contra el enemigo” hace que la gente se confunda. Marcando un mensaje subliminal que hace que las personas tengan la sensación de que están viviendo una guerra y no una pandemia.

“Las metáforas militares contribuyen a estigmatizar ciertas enfermedades y, por ende, a quien está enfermo”, afirmó Sontag. Me atrevo a añadir (dados estos hechos) que, también, a quienes se arriesgan a salvarlos.