Por qué Occidente valora con tanta cautela el posible envío de aviones de combate a Ucrania

Por qué Occidente valora con tanta cautela el posible envío de aviones de combate a Ucrania

EEUU y Alemania se oponen por ahora, mientras Francia se lo piensa. Hay miedo a un riesgo de escalada, que lleve a Rusia a verse en guerra con la OTAN. 

Exhibición de F-16 en la Feria aeronaval Pacific en Huntington Beach, California, el pasado octubre.Irfan Khan / LAT / Getty Images

Ucrania pide más. La presión sobre Occidente para que le enviase tanques en su lucha contra Rusia ha surtido efecto y ya tiene una promesa triple: llegarán los Leopard alemanes, los Abrams estadounidenses y los Challenger británicos. Pero los expertos insisten en que con eso no basta para ganar al invasor y hace falta más madera. Kiev, ahora, va directamente a por los aviones de combate que, dice, serán "una gran compañía" para los carros. Juntos, convertirán a los rusos en "fertilizante", afirma gráficamente Andriy Yermak, el jefe de la oficina del presidente Volodimir Zelenski.

Sus aliados no tienen tan claro que deban enviar cazas y, por eso, están llevando el debate con cautela. Hablan de riesgos añadidos, de escalada, de que se multiplican las posibilidades de internacionalizar la contienda. Y, sin embargo, hay división de opiniones entre las naciones, algo muy del gusto del presidente ruso, Vladimir Putin. ¿Será o no será el siguiente refuerzo exterior para las tropas ucranianas?

Las posturas

Zelenski dijo en uno de sus recientes discursos que es "prioritaria" la entrada en liza de los cazas, porque la ofensia rusa "puede y debe ser detenida con el armamento adecuado", esto es, con aviones de cuarta generación como los F-16 -que es el que expresamente ha citado Kiev entre sus preferencias-, los Rafale o los Eurofighter. El diario El País ha publicado en exclusiva que se van a pedir dos batallones, de 12 aviones cada uno, como avanzadilla. Sobre todo, dicen que serán buenos para acompañar a los tanques y para detener misiles de crucero y drones, que son los que más daño están haciendo a las infraestructuras esenciales del país, como las de electricidad o agua. 

En este momento, hay dos países de peso que abogan por esperar. Son Estados Unidos y Alemania. Este lunes, el presidente norteamericano, Joe Biden, respondió con un rotundo "no" a las preguntas de la prensa sobre si va a enviar su modelo F-16. El viceconsejero de Seguridad Nacional de EEUU, Jon Finer, había señalado el pasado 27 de enero Washington no excluye el suministro a Ucrania de "ningún sistema concreto de armamento". ¿Es una desautorización? No lo parece. Varias fuentes oficiales citadas por Politico indican que es que aún no ha habido un debate serio, de "alto nivel", al respecto, tras el sprint de la semana pasada con los tanques. "No creo que nos opongamos", afirma incluso una voz del Pentágono. La discusión está verde. 

Claro ha sido también el canciller de Alemania, Olaf Scholz, quien ya fue muy reacio al envío de los Leopard. En una entrevista y en una visita oficial a Chile, se ha expresado sobre el debate de los aviones y ha calificado su envío como "irracional", directamente. "No urge en absoluto (...). Sólo puedo desaconsejar entrar en una competencia constante para superarse mutuamente cuando de trata de un sistema de armas", sostiene. Más: habla de "riesgo de escalada" y recuerda que hoy "no hay guerra entre la OTAN y Rusia" y así debe seguir siendo. 

Su nuevo ministro de Defensa, Boris Pistorius, avala esta postura. Dice que el envío de aviones está "descartado". Defiende que son sistemas "mucho más complejos" que los tanques y que tienen "un rango y una potencia de fuego completamente diferentes" que "aventurarían" a los aliados a "una magnitud del conflicto" que él "desaconsejaría". 

En Países Bajos también ha habido confusión. Desde su Ministerio de Exteriores se dijo que se estudiaba la petición "con mente abierta", pero el primer ministro, Mark Rutte, ha tenido que salir al paso y bajar las esperanzas. Primero, porque dice que no tienen solicitudes al respecto. Después, porque sería "un paso muy grande" en la guerra. 

Francia es, por el momento, la gran potencia que más cerca está públicamente del sí. Su presidente, Emmanuel Macron, deja abierta la puerta, dice que "no se excluye nada", aunque siempre que se cumplan una serie de condiciones, nada fáciles: que se le den garantías de que el conflicto no escalará con la llegada de los aviones, que sólo se usarán para defender a los ucranianos y no para atacar a los invasores, que no toquen con sus acciones suelo ruso y que no se vean debilitadas las capacidades galas. 

Quienes más animados están a enviar sus aviones con Polonia y los países bálticos, los más cercanos a Ucrania, los que más pueden sufrir una extensión territorial de la guerra. Yermak, el jefe de gabinete ucraniano, dijo el lunes que tiene "señales positivas" por parte de Varsovia de movimientos al respecto y de un impulso al debate en el seno de la OTAN. Hasta seis fuentes de la Alianza Atlántica han confirmado a Politico y la BBC que este debate existe en la organización, sin que haya conclusiones por el momento. 

El portavoz de la Fuerza Aérea ucraniana, Yuriy Inhat, ha avanzado, pese a las reticencias, que ya están empezando a adaptar algunos de sus aeródromos por si llegan refuerzos del exterior, mientras que la empresa armamentística Lockheed Martin ha desvelado al Financial Times que va a aumentar su producción de F-16, por anticipar reservas. 

Lo hecho hasta ahora

En las primeras semanas del conflicto, iniciado el 24 de febrero del pasado año, el Departamento de Defensa de EEUU señaló que “el envío de aviones de combate [a Ucrania] proporciona un aumento de las capacidades reducido a un riesgo elevado”. “Probablemente no cambie significativamente la efectividad de la fuerza aérea ucraniana relativa a las capacidades de Rusia”, afirmó entonces John Kirby, su portavoz. El riesgo, decía, era “aumentar las posibilidades de una escalada militar con la OTAN”.

Es por eso que también Washington y los demás aliados se negaban a aceptar la petición que Ucrania hacía a diario de que se bloqueen sus cielos y Rusia no pueda bombardear Kiev, Mariupol, Odesa... Una zona de exclusión aérea para evitar que vuelen a través de ella las aeronaves rusas, para la que es necesario el uso de medios militares, como sistemas de vigilancia, defensas antiaéreas y aviones que neutralicen a las aeronaves que ingresen indebidamente en el área restringida. Dicen EEUU y la OTAN que si lo hacen forzosamente tendrán que derribar aviones de Moscú y eso es un acto directo de guerra y les supone zambullirse en la contienda. Lo pensaban entonces y lo piensan, aún, muchos miembros de la Alianza. 

Hasta el momento, en ausencia de estas dos medidas -cazas y exclusión-, Ucrania ha ido tirando de material antiguo. Los países del entorno postsoviético le han suministrado repuestos y componentes de mantenimiento similares a los que gastan sus propias Fuerzas Armadas, aunque también reclamado aviones de combate como tal. Ahora, además de por el optimismo generado por la llegada de los tanques, aprieta porque sabe que Europa y EEUU están en plena transición, buscando aviones de quinta generación, por lo que entiende que podrían desprenderse de sus aviones actuales con más facilidad. Estamos como con los tanques: no sólo necesitaría el visto bueno de los países que los possen, sino de los estados donde se fabricaron los aviones; en el caso de los F-16, de EEUU.

Los desafíos que entraña

Los analistas del Royal United Services Institute (RUSI) de Londres o del German Institute for International and Security Affairs (SWP) han publicado artículos estos días sobre los aviones de combate y coinciden en que Occidente tiene que valorar con cuidado su envío por varios motivos. El primero, es que no serían una herramienta ni determinante ni inmediata. Como los tanques, necesitan su tiempo y trabajan con otros elementos sobre el terreno. Hay que entrenar, formar, sostener, dar apoyo logístico y mecánico y tener un destacamento en tierra para que todo funcione. Hay quien dice que eso está listo en seis meses y quien le da un año. A la ofensiva de primavera que se espera que lance Rusia -y que Kiev sostiene que se está adelantando- no se llegaría. 

La logística que necesitan estos aviones es "compleja" y para poder formar al personal ucraniano y ponerla en marcha adecuadamente es posible que haya que llevar a personal occidental sobre el terreno, aunque sean contratistas civiles. Eso puede suponer una "intensificación enorme" de la situación, porque Rusia puede entender que hay occidentales pisando el barro ucraniano y, por tanto, participando en la contienda de manera "directa". Cualquier objetivo sería para el Kremlin legítimo, por lo que se puede "poner en riesgo" a los enviados, con cualquier ataque ruso. Se puede llegar a una "gran presión de la escalada militar", si se incluyen los llamamientos a crear una zona de exclusión aérea, que podría llevar al despliegue "directo" de tropas de la OTAN. 

También ven los expertos el problema de las necesidades básicas para que los aviones funcionen bien: deben portar misiles potentes, que ayuden a Ucrania, pero también necesitarán de una importante labor de información para localizar los objetivos. ¿Dará Occidente esa Inteligencia? ¿Tendrá que hacerlo sobre el terreno, dada la operatividad de los aviones? "Eso también acercaría a los aliados a la guerra", concluyen. 

A ello se suma la posibilidad, obvia, de que los occidentales pierdan algunas de sus naves en la contienda. La imagen de Rusia derribando aviones de la OTAN es algo que ningún país aliado quiere presenciar por el momento aunque, reconocen los británicos, también era una línea roja el envío de material potencialmente ofensivo como el sistema HIMARS y en Ucrania está. 

Igual que se puede perder una nave, se puede acabar cayendo en un incidente que Moscú entienda como una provocación. Desde un vuelo demasiado rápido que cruce una línea fronteriza (2.414 kilómetros por hora es su velocidad máxima operativa) porque no se frene a tiempo a un disparo, aunque sea defensivo, que acaba cayendo en suelo ruso por pura proximidad. 

El Kremlin, a través de su portavoz Dmitri Peskov, ha dicho este martes que detectan un "enfoque extremadamente ofensivo" el los aliados de Ucrania, especialmente en Polonia, Estonia, Letonia y Lituania, a raíz del debate de los cazas. Denuncia que "evidentemente están dispuestos hacer todo para provocar un incremento de la confrontación y por lo visto no han pensado en las consecuencias". La implicación "crece, lo tomamos en cuenta", avisó, pero sin más amenazas. 

En la OTAN reconocen que existe el “riesgo” de “incidentes” que agraven la situación. Una chispa, como puede un mal cálculo o un fuego intenso, puede prender la llama. Y entonces tocaría actuar “con todas las fuerzas posibles”, como suele decir el presidente de EEUU. “Tenemos la responsabilidad de asegurar que este conflicto no tiene una escalada más allá de Ucrania”, es una de las frases más repetidas por el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg. Y ese temor impregna todas las decisiones por venir. Este viernes, en la cumbre UE-Ucrania en Kiev, el tema del armamento será nuevamente crucial.