Trump, víctima de la Segunda Enmienda
Opinión

Opinión

Trump, víctima de la Segunda Enmienda

La gran democracia americana surgida de una magna aventura colonial estuvo siempre impregnada de violencia.

Trump abandona el escenario alzando el puño.REUTERS

La sangre ha corrido de nuevo por los escenarios políticos de los Estados Unidos. Un veinteañero con mala puntería ha disparado ocho veces su AR-15 contra Trump y apenas ha rozado su oreja derecha. Nada nuevo para quienes ya vivimos (en blanco y negro) el asesinato del presidente Kennedy y, tiempo después, el atentado contra Reagan.

La infancia de varias generaciones de españoles, la mía entre ellas, estuvo además plagada de evocaciones al Far West, al lejano oeste, donde los indios y cowboys mantenían denodada contienda, los unos con el arco y las flechas, los otros con aquellos revolucionarios revólveres Colt, mucho más eficientes y demoledores. Algunos tuvimos la suerte de leer en la preadolescencia las novelas del alemán Karl May, con Winnetou y Old Shatterhand como los héroes mitificados de aquella pugna infinita.

En realidad, la gran democracia americana surgida de una magna aventura colonial estuvo siempre impregnada de violencia. Hubo una cruenta colonización que sometió a la población indígena, seguida por un proceso de construcción política que explosionó para la historia de humanidad en la gran constitución de 1787 que fue el fundamento de una gran nación, que sin embargo no pudo evitar una cruenta guerra civil excitada sobre todo por la cuestión racial, y cuyo texto hizo camino al andar mediante numerosas enmiendas.

El devenir de los norteamericanos ha convivido siempre con ciertas dosis de violencia, dado que el planteamiento inicial fue que tan importante era consagrar las libertades como preservarlas con firmeza en un ambiente belicoso e hostil. Una de estas enmiendas, la segunda, propuesta el 12 de diciembre de 1791, protegió el derecho del pueblo estadounidense a poseer y portar armas. Cualquier politólogo entendería que aquella inquietud un tanto exótica en el derecho comparado respondía a una necesidad coyuntural, que no se prolongaría a lo largo del tiempo… Sin embargo, tal derecho se ha mantenido intacto, a pesar del alto costo en seguridad, en civilidad y en vidas que tanta permisividad ha tenido. La cantidad de norteamericanos que son víctimas de las armas de fuego cada año en los Estados Unidos es sobrecogedora. En 2017, el año con más muertes por arma de fuego desde 1968, hubo 39.773, de las cuales 23.854 fueron suicidios y 14.542 homicidios. Si se comparan los datos americanos con los de otras 22 naciones de altos ingresos, el índice de asesinatos relacionados con armas de fuego en EE.UU. es 25 veces más alto que la media.

El devenir de los norteamericanos ha convivido siempre con ciertas dosis de violencia

Aunque la segunda enmienda tiene aún muchos partidarios en los Estados Unidos, la racionalidad política debería haber limitado hace tiempo el alcance de la misma, para impedir al menos una parte de la gran violencia crónica que impregna el tejido USA. Los republicanos, promotores y defensores de la Sociedad Nacional del Rifle, han impedido que prosperara la mayoría de las propuestas que tenían por objeto restringir el acceso a las armas de fuego. Así las cosas, nadie puede sorprenderse de que un lunático provisto de un fusil de asalto haya intentado asesinar a Trump en medio de una campaña tormentosa y difícil. Al fin de cuentas, Trump trata de emular a aquel cowboy de leyenda que resolvía los contenciosos a tiros y castigaba las infracciones con la horca. Este sujeto desequilibrado que intenta repetir mandato al frente de la nación más poderosa de la tierra es el mismo que lanzó a las muchedumbres al interior del Congreso de los Estados Unidos para que expulsaran a los representantes del pueblo e implantaran una inconcebible anarquía. Extrañamente, Trump no ha pagado todavía por los muertos y heridos que produjo aquella intentona golpista, gracias también a la benevolencia de una Constitución antigua cuyos padres nunca podían haber previsto desmanes como aquel.

Analistas apresurados ya han dicho con razón que este atentado, que victimiza al candidato republicano, puede ser su pasaporte seguro a la Casa Blanca. Sería una locura que los demócratas no reaccionaran de inmediato, mandaran a casa al provecto Biden que confunde a Zelensky con Putin y eligieran mañana mismo a un candidato bien preparado para oponerse al discurso de este sujeto inquietante que puede llegar a tener de nuevo el poder suficiente para generar un gran caos global.