Ni León ni Salamanca: estas ocho provincias componían "Castilla la Vieja"
Una configuración territorial muy distinta a la actual.

España ha experimentado una transformación profunda a lo largo de los años, tanto en lo social como en lo político y territorial. Uno de los cambios más significativos y notables ha sido la evolución de su mapa autonómico que, tras la Constitución de 1978, dio lugar al modelo de comunidades autónomas tal y como lo conocemos actualmente. No obstante, esta división territorial poco se parece a la que había hace tan solo unas décadas.
Castilla la Vieja es una de las regiones históricas más importantes de la España contemporánea y una de las que más cambios ha vivido. Ahora cuesta creer que alguna vez esta región no estuvo formada ni por León ni Salamanca, dos fundamentales de su actual organización territorial. Lo cierto es que Castilla la Vieja surgió en el año 1833 y estaba compuesta por ocho provincias: Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia, Ávila, Valladolid y Palencia.
Durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874) un grupo de republicanos federalistas impulsó la idea de crear una Federación Castellana. Una idea que pretendía unificar León, Zamora y Salamanca a la zona conocida como Castilla la Vieja y que llegó a incluirse en un Proyecto de Constitución Federal, pero que lamentablemente el derrumbamiento de la I República, en 1874, impidió que saliera adelante.
¿Y cuándo se unificó?
Tras varios intentos fallidos por unificar estas dos regiones, como la Constitución Federal de Toro o el Real Decreto de Mancomunidades del rey Alfonso XIII, no fue hasta los últimos años de la dictadura cuando realmente se llevaron a cabo una serie de iniciativas que versaban por unos proyectos interprovinciales comunes. Entre ellos se incluían la interconexión de las redes de carreteras, ciertos aspectos sanitarios y la idea de reconfigurar una Mancomunidad Castellano-Leonesa.
Finalmente, con la llegada de la democracia se abrió camino a la configuración del Estado autonómico en España. Pese a las complejidades fruto de su extensión, dos de las antiguas provincias de Castilla la Vieja, Santander y Logroño, decidieron impulsar sus propios procesos autonómicos, convirtiéndose en las actuales Cantabria y La Rioja. Fue entonces cuando se tanteó incorporar la Región Leonesa a Castilla la Vieja.
Pero esto no sería tarea fácil, ya que en 1981 la Diputación de Segovia inició el proceso para constituirse en una comunidad autónoma propia ante el temor de unirse a una nueva comunidad y perder parte de su fuerte identidad histórica. No obstante, este proyecto no salió adelante debido a que la capital segoviana se opuso y, finalmente, las Cortes Generales impusieron la incorporación de Segovia a Castilla y León.
Fue en 1983 cuando, ya con el socialista Felipe González al mando, el Congreso de los Diputados aprobó el Estatuto de Autonomía de Castilla y León. De esta forma, se consagró por fin el nacimiento de esta comunidad autónoma heredera de dos regiones históricas: Castilla la Vieja y la Región Leonesa. Eso sí, cabe destacar que no se nombró ninguna población como capital ni tampoco cuenta con un himno oficial como lo hacen otras comunidades.