El fotógrafo de Mauthausen también quiso mostrar la Guerra Civil

El fotógrafo de Mauthausen también quiso mostrar la Guerra Civil

El libro 'Los primeros disparos de Francesc Boix' recoge el día a día de los soldados en el frente republicano.

Francesc Boix tenía sólo 17 años cuando decidió que quería unirse al bando republicano en la Guerra Civil. Entonces era un desconocido aficionado a la fotografía, todavía quedaban unos años para que fuese bautizado como el fotógrafo de Mauthausen, apelativo que se ganó tras registrar con su cámara las barbaries cometidas por los oficiales nazis en este campo de concentración al que fue deportado junto a otros 7.000 españoles a principios de 1941 y del que salió tras su liberación el 5 de mayo de 1945.

Fue esa afición a la fotografía, que le transmitió su padre, el sastre catalán Bartolomé Boix, la que le abrió las puertas del frente. Demasiado joven para ser soldado, Francesc Boix se sumó a la contienda como reportero y ejerció como fotoperiodista entre 1937 y 1938.

"Llevaba el reportaje en la sangre. Sus excompañeros de Mauthausen decían que le gustaba tanto la fotografía que si no hubiese podido entrar en el bando republicano para hacer fotos, se hubiese unido a los golpistas. Evidentemente era una broma pero dice mucho de su naturaleza", cuenta el fotógrafo Ricard Marco, presidente de la asociación cultural Fotoconnexió, a El HuffPost.

Sus excompañeros de Mauthausen decían que le gustaba tanto la fotografía que si no hubiese podido entrar en el bando republicano para hacer fotos, se hubiese unido a los golpistas. Evidentemente era una broma Ricard Marco

Pero el fotoperiodismo de Boix no fue un fotoperiodismo al uso, como el de Robert Capa, siempre en primera línea, o el de Agustí Centelles. Boix no se movió por los distintos lugares de Aragón y Cataluña. Se mantuvo todo el tiempo en los frentes del Ebro y del Segre, convivió con los soldados como uno más y se centró en reflejar su día a día. Ese trabajo se muestra en Los primeros disparos de Francesc Boix, un libro que recoge una selección de 130 fotos del barcelonés descubiertas en 2013.

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"Las fotografías las compró hace años un ferroviario que vivía en Perpiñán (Francia) en un vaciado de piso. Era un coleccionista y las tuvo bastante tiempo. En 2010 contactó con un anticuario de Barcelona y las puso a subasta por 25.000 euros. Quedó desierta y en 2013 localicé ese lote en internet por 7.500 euros", explica Marco. Ese lote, hoy en el Archivo Nacional de Cataluña, se componía de 1.368 negativos distribuidos en dos cajas de metálicas y una de madera. "Más o menos una mitad eran imágenes de la Guerra Civil y la otra, vistas de Barcelona, Montjuic, Sitges", añade.

"La cuestión es que no se sabía de quién eran las fotografías", aunque eso no hizo que Fotoconnexió y la Comissió de la Dignitat de Catalunya dudasen en comprarlas. Para ello fue necesaria la aportación de 47 personas —esta es la cifra que recoge el libro, aunque Marco asegura que al final fueron algunas más— así como de las revistas Sàpiens y Ara Llibres. "Ambas asociaciones trabajamos en ver quién era el autor y en un par de meses ya sabíamos que eran de Boix", cuenta el presidente de Fotoconnexió, quien reconoce que ese hallazgo supuso una gran alegría. "Si antes de empezar nos hubiesen preguntado de quién queríamos que fuesen, todos hubiésemos dicho que de Francesc Boix".

Las fotos sirvieron para "cerrar el círculo" y completar la biografía del barcelonés. En la obra de Benito Bermejo, Francesc Boix, el fotógrafo de Mauthausen, se cuenta que había estado en el frente republicano en el 38, que había publicado en la revista Juliol y que había hecho de reportero, pero apenas había imágenes suyas. Eso cambió en 2013 cuando de los 1.368 negativos comprados, 705 se le asignaron a Boix.

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"Se publicaron fotos en varios periódicos y algunas personas localizaron a sus familiares. En concreto, una familia de Salt en Barcelona identificó a su abuela", explica Marco. Los descendientes del oficial Ventura Pau y Montserrat Sureda tenían una copia idéntica a la publicada en un periódico, pero en su caso, no solo estaba perfectamente fechada sino que se precisaba que el autor era el fotógrafo nacido en Poble Sec el 31 de agosto de 1920 y que murió en París en julio de 1951 víctima de una tuberculosis que contrajo en Mauthausen. "También había anotaciones que los grafólogos identificaron como la letra de Boix al compararla con otros escritos", añade.

Estas imágenes, que en libro se distribuyen en ocho capítulos, completan la biografía de Boix a la vez que suponen "una importante aportación para comprender mejor todo lo relacionado con la guerra de los Tres Años, tan incivil, tan cruel, desgraciadamente, tan nuestra", explica el catedrático de Historia Josep María Solé y Sabaté en su texto Francesc Boix, testigo de cargo. "Lo que destaca es el deseo de mostrar a la humanidad la parte positiva, lo que podía aumentar la moral, la justicia, la razón de la actitud bélica de los soldados y todo su entorno dentro del ámbito de la guerra", añade.

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Es lo que Ramón Barnadas Rodríguez, de Fotoconnexió, llama "la realidad más cotidiana de sus soldados". Boix no fotografió la primera línea, no registró sangre en sus imágenes, "lo más impactante que nos muestra es el efecto de las bombas, pero cuando el riesgo ya ha desaparecido". La mayoría de sus fotos enseñan el día a día de los soldados, cuando no luchan. "Los ratos de ocio, los de tedio, los baños, las comidas, la colada, la lectura de las caras de los familiares y amigos, los desfiles o la instrucción son algunos de los diversos aspectos presentes. Destacan también las escenas de la convivencia con la población civil, a la que, por ejemplo, los soldados ayudaban con los trabajos de campo mientras estuvieron destinos en la provincia de Teruel", apunta Barnadas.

Lo más importante de estas imágenes es la visión de la retaguardia, del día a día de los soldados"Ricard Marco

"También se ve que hay un seguimiento de los comisarios políticos, aunque para mí y para todos los que hemos trabajado en esta investigación lo más importante de estas imágenes es la visión de la retaguardia, del día a día de los soldados", continúa Ricard Marco, para el que llama la atención la vestimenta civil de muchos solados y que destaca la importancia de la serie dedicada al entierro del capitán republicano Nicanor Felipe. Estas fotos, junto a las de la batalla de Vilanoba de la Barca y la celebración del primero de mayo, son de las pocas que se sabe exactamente cuándo se hicieron.

Cabe preguntarse quién es el autor de las otras 700 imágenes compradas en 2013: las vistas de Barcelona, Montjuic, Sitges... "El estudio grafológico determinó que era alguien muy cercano a Boix y quien lo introdujo en la fotografía era su padre, gran aficionado", apunta Marco.

Esto ha hecho que se le atribuyan a Bartolomé Boix, un hecho con el que en Fotoconnexió no están del todo de acuerdo. "Donde nosotros discrepamos con Josep Cruanyes i Tor [coordinador de la la Comissió de la Dignitat de Catalunya] es en el contenido de las fotografías. Hay muchas fotos de Sitges, chicas jóvenes en bañador e incluso desnudas, y no hay ningún niño. El contenido no nos cuadra con Bartolomé", apunta.

Sea o no el autor, lo cierto es que el hallazgo afianzó una idea que ya quedó clara tras la participación de Boix en los juicios de Núremberg. Vivió sólo 30 años y apenas hizo fotos, pero dejó un legado fundamental para conocer la historia de Europa y ahora también de España.

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