Venezuela: la última compuerta de la libertad

Venezuela: la última compuerta de la libertad

EFE

La consulta venezolana ha generado reacciones confusas en España. No se sabía bien cómo interpretarla. Algunos dijeron que era ilegal. No lo es: la actual Constitución faculta a la Asamblea Nacional de Venezuela para convocarlas. El valor político de la consulta (en la que votaron más de siete millones de ciudadanos a pesar del escaso tiempo de preparación y los medios más bien precarios) es evidente: Venezuela le dice a Nicolás Maduro que no cuenta con su apoyo. Es una forma de protesta electoral, una gran manifestación democrática.

Conviene hacer algo de memoria: el año pasado, Nicolás Maduro recurrió a los más sucios trucos para impedir el referéndum revocatorio que reclamaba la oposición con absoluta legitimidad. Se cumplían todos los requisitos, pero el régimen maniobró para impedirlo recurriendo a la politización de los órganos del Estado. ¿Por qué? Obviamente porque Maduro iba a perder. También suspendió las elecciones a gobernadores que debían haber tenido lugar. Por estos motivos, además de por la existencia de presos políticos, por la violencia contra la oposición y por el incumplimiento sistemático de la legalidad se puede decir que Venezuela dejó hace tiempo de ser una democracia.

Pero todavía no es una dictadura total. Da la impresión de que Maduro conduce a su país a través de un túnel cada vez más oscuro y va cerrando compuertas a medida que avanza. Los ámbitos de libertad se ven cada vez más restringidos. El momento clave, la última compuerta, puede ser la famosa Constituyente, por la que pretende culminar su autogolpe a través de unas elecciones teledirigidas, fraudulentas, con las cartas marcadas. No quiso revocatorio, no quiso elecciones regionales pero sí quiere Constituyente: ¿por qué? Porque hará lo que sea para ganar.

Por suerte para Venezuela, la oposición y la sociedad civil están demostrando una vitalidad y un coraje extraordinarios.

Por suerte para Venezuela, la oposición y la sociedad civil están demostrando una vitalidad y un coraje extraordinarios. Tras la consulta, anunciaron una jornada de huelga general y un Gobierno de unidad. Esto es imposible de entender para quien cree (o finge creer) que lo que hay en Venezuela es simple tensión política en un marco democrático. No es así: los líderes opositores no se hacen ilusiones de ningún tipo y simplemente tratan de aprovechar los resquicios de libertad que todavía les quedan para poner de manifiesto que Maduro, a día de hoy, ocupa el poder de manera ilegítima. La oposición no pide siquiera que se instaure una nueva legalidad: pide que se respete la vigente Constitución de 1999, la Constitución chavista. Es Maduro quien la vulnera.

Si esta deriva dictatorial no llega a consumarse, será mérito de los valientes venezolanos que reclaman libertad. Pero desde el exterior, y en particular desde Europa, también tenemos algo que decir. Cada vez que pensamos en países que pasaron de la democracia al autoritarismo terminamos valorando (y en muchas ocasiones condenando) el papel que desempeñaron otros gobiernos o instituciones internacionales. Europa tiene que insistir, debe evitar la indiferencia y la equidistancia. El ministro de Exteriores español, Alfonso Dastis, ha hablado ya de la posiblidad de imponer sanciones a Maduro y sus cómplices, y la Alta Representante de la UE, Federica Mogherini, se ha mostrado firme e inequívoca. La respuesta airada del propio Maduro demuestra que la presión puede ayudar a los demócratas venezolanos. Tiene que quedar claro que Europa no va a mirar para otra parte. No somos neutrales porque no nos parece que sea lo mismo la democracia que la dictadura. Estamos con los venezolanos.

Beatriz Becerra, vicepresidenta de la Subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo