La bandera de Irán: una melena ondeando al viento

La bandera de Irán: una melena ondeando al viento

El velo es obligatorio en Irán desde la 'Revolución' Islámica liderada en 1979 por el ayatolá Ruholá Jomeini, que declaró que sin él las mujeres iban "desnudas" (a sus ojos, es posible que con velo también).

.LOUISA GOULIAMAKI via AFP via Getty Images

El pasado 16 de septiembre la kurda Mahsa Amini fue asesinada en Teherán por la Policía de la Moral por no llevar el hiyab bien puesto. El velo es obligatorio en Irán desde la «Revolución» Islámica liderada en 1979 por el ayatolá Ruholá Jomeini, que declaró que sin él las mujeres iban «desnudas» (a sus ojos, es posible que con velo también).

Mahsa Amini era de Saqez en el Kurdistán iraní, lo que explica que al principio protestara sobre todos la población kurda. Sin embargo, poco después la ira contra el régimen ha provocado manifestaciones generalizadas. El rastro de destrucción, represión y muerte es estremecedor. A mediados de octubre se contabilizaban ciento cincuenta personas fallecidas, no sólo en disturbios sino ejecutadas, como Hadis Najafi. Como tantas otras, todo un símbolo de la protesta: sin velo —con orgullosas y vindicativas cabelleras que ondean como banderas al viento del mundo—, bailando con el pelo suelto, quemando pañuelos, ojo al detalle: cortándose el pelo; libres. Periodistas detenidas, Nilufar Hamedi es una de las, al menos, diecisiete encarceladas. Occidentales prominentes cortándose un pequeño mechón de pelo, nada de radicalidades, ¿qué menos se puede pedir?

El Corán habla poco y vagamente del hiyab literalmente «cortina» o «separación», muy lejos de la precisión obsesiva de los libros dirigidos a las «practicantes musulmanas». La idea básica (compartida con Occidente) es que las mujeres provocan el deseo sexual de los hombres, que, pobrecitos, no se pueden controlar y se responsabiliza a las mujeres en vez de educar y legislar para los hombres. Catolicismo y Judaísmo coinciden con el Islam en obligar a las mujeres a taparse la cabeza.

Primera Carta a los Corintios

3Sin embargo, quiero que sepan esto: Cristo es la cabeza del hombre; la cabeza de la mujer es el hombre y la cabeza de Cristo es Dios. 4En consecuencia, el hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta deshonra a su cabeza; 5y la mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta deshonra a su cabeza, exactamente como si estuviera rapada. 6Si una mujer no se cubre con el velo, que se corte el cabello. Pero si es deshonroso para una mujer cortarse el cabello o raparse, que se ponga el velo.

Recordemos las espeluznantes pelucas judías, las mantillas cristianas. El cabello es visto como un peligro (especialmente si es rojo; por ejemplo, al director de tesis de Carme Alborch sólo le preocupaba si se cortaría el pelo el día de la defensa de la tesis).

Entonces se impone la cortina. Se me ocurre que ellos podrían ponerse unas gafas muy, muy, muy oscuras, o dejarse un flequillo largo y espeso, o fabricarse una cortinilla para los ojos como las que hay en las puertas de las cocinas para que no entren moscas.

Quizás las ha habido, pero no he oído a ninguna musulmana de las que reivindican el Islam y su derecho a llevar velo decir algo a favor del derecho de quitárselo a raíz de las luchas de las iraníes por la libertad. Sigo la doctrina de la iraní Chahdortt Djavann. Así empieza su libro Bas las voiles! (2003): «Durante diez años llevé el velo. Era el velo o la muerte. Y sé de qué hablo». Mantiene que el hiyab nunca ha sido inocente o inocuo, que siempre ha significado el sometimiento de las mujeres a los hombres y la negación de los derechos legales a las mujeres en los países islámicos.

Aquí también pasó miedo la escritora Najat El Hachmi. En Siempre han hablado por nosotras (2019) explica con detalle porque la religión no puede ser el marco de la libertad de nadie y reniega de que sólo las mujeres deban llevar la identidad inscrita en el cuerpo o en la indumentaria. Que se intente colar que llevar velo sea una decisión totalmente libre. Remite a su experiencia de mujer en una familia musulmana.

Muchas iraníes piensan que el pañuelo no libera; al contrario, somete

Es francamente deprimente que se abogue acríticamente por un «feminismo islámico», incluso parte de la izquierda cae en ello. Difícil pensar que una religión que postula que el testimonio de dos mujeres equivale al de un hombre puede ser feminista. Difícil creer que puede serlo una religión que tiene ese hadiz:

Miré en el Paraíso y vi que la mayoría de sus habitantes eran gente pobre. Y miré en el Infierno, y vi que la mayoría de sus habitantes eran mujeres. (Sahih al-Bujari, 3241 Libro 59, Hadiz 52)

Muchas iraníes piensan que el pañuelo no libera; al contrario, somete. Decir que las mujeres de culturas musulmanas no pueden vivir ni luchar al margen del velo y de la religión es apuñalar e insultar a las voces disidentes o a las exmusulmanas; siguiendo este hilo, no hay movimientos laicos en los países musulmanes: ninguna pensadora, periodista, escritora, etc.

Si se aplicara la regla de la inversión, debería considerarse que para hablar de los derechos de las mujeres de aquí las únicas voces representativas en cuestiones de feminismo son las de las creyentes que luchan contra la misoginia en el seno del cristianismo (alabadas sean, su tarea es ingente). O el pensamiento del Opus Dei, o que la opinión de los cardenales debe ser tenida en cuenta si no quiere incurrirse en católicofobia.

Sorprende que un estallido de libertad tan esencial, tan generalizado que incluso los jugadores de la selección iraní de fútbol salieron al campo con chándal para tapar el escudo de su país y reivindicaran a Mahsa Amini en un partido internacional despierte tan pocas reacciones y medidas en las «democracias» occidentales.

Estaría bien que, al igual que artistas, políticas, etc. han tenido el gesto de cortarse una pequeña hebra de pelo, los periodistas, los políticos, etc. se pusieran un velo cuando entrevisten o se reúnan con mandatarios musulmanes

Participa de la misma hipocresía occidental que contribuyó a hacer fracasar las primaveras árabes. Que se tratara de luchas contra gobiernos corruptos y asesinos les importó un bledo; mientras puedan depredar materias primas no moverán ni un dedo por los derechos humanos más básicos.

Un paradigma del comportamiento «democrático» occidental es Lord Cromer (1841-1917), cónsul general de Gran Bretaña en Egipto. Lord Cromer se presentaba como un gran defensor de la liberación de las musulmanas. Sus ideas sobre la tarea «civilizatoria» pasaban exclusivamente porque dejaran de usar el velo, pero nada de mejorar su situación construyendo escuelas, una demanda de aquella época, o proporcionar fondos para una escuela de medicina para mujeres —por otra parte, era un firme opositor al movimiento feminista y al sufragio femenino en su país—. Él y gente como él contribuyeron, pues, a que las mujeres se aferraran al velo como rechazo a la colonización y la occidentalización.

Como siempre serán mujeres como las iraníes y las kurdas —las afganas—, las que nos salvarán. Mientras tanto estaría bien que, al igual que artistas, políticas, etc. han tenido el gesto de cortarse una pequeña hebra de pelo, los periodistas, los políticos, etc. se pusieran un velo cuando entrevisten o se reúnan con mandatarios musulmanes. Además de reducirlo al absurdo, conocerían el paño.

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Nací en Barcelona en 1952 y soy doctora en filología románica por la UB. Soy profesora de secundaria jubilada y escritora. Me dedico desde hace ya mucho tiempo a la investigación de los sesgos sexistas y androcéntricos de la literatura y de la lengua, y también a su repercusión en la enseñanza, claro está. Respecto a la literatura, además de leer, hago crítica literaria, doy conferencias, ponencias, escribo artículos y reseñas sobre diferentes aspectos de la literatura, principalmente sobre las escrituras femeninas. En cuanto a la lengua, me dedico a investigar sesgos ideológicos en diferentes ámbitos: diccionarios; noticias de prensa (especialmente las de maltratos y violencia); denominaciones de oficios, cargos y profesiones. También he elaborado varias guías y manuales de recomendaciones para evitar los usos sexistas y androcéntricos. Asimismo, he analizado algún otro sesgo ideológico, por ejemplo, el racismo. Todas estas actividades me dan pie a impartir conferencias, ponencias, charlas, cursos y a realizar asesoramientos. Formé parte del grupo Nombra desde su fundación, en 1994. También trabajo por una enseñanza coeducativa. Lo que me ha llevado a implicarme en distintos y variados grupos y seminarios de coeducación, a colaborar con ICEs de distintas universidades y a escribir distintos tipos de libros y documentos. A veces escribo dietarios o sobre viajes y aún de otros temas.