¿Una ley contra el desperdicio de alimentos en España?

¿Una ley contra el desperdicio de alimentos en España?

Si bien aplaudo esta iniciativa del Ministerio de Agricultura -muy necesaria- no voy a negar que me embarga un cierto escepticismo.

Food Waste Prevention Concept. Fruits and Vegetables falling into the Green Garbage BinAnSyvanych via Getty Images

Como ya he denunciado en diversas ocasiones, vivimos en un mundo kafkiano: mientras millones de personas pasan hambre, somos capaces de despilfarrar un tercio de la comida que producimos. Soy de los que cree que se trata de un sinsentido. De hecho, la ONU ha incorporado la reducción del despilfarro de alimentos como uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Hace unas semanas, Luis Planas, ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación del Gobierno de España, manifestó su intención de llevar al Consejo de Ministros un proyecto de ley sobre desperdicio alimentario “durante el primer trimestre de 2021”. 

Si bien aplaudo esta iniciativa del Ministerio de Agricultura -muy necesaria- no voy a negar que me embarga un cierto escepticismo. Recuerdo cómo en el año 2018, y después de meses de deliberaciones, el Senado español aprobó por unanimidad un informe repleto de recomendaciones para reducir el desperdicio de alimentos. En aquel momento se presentó ante los medios como un gran hito pero -más de dos años después- dicho informe ha quedado en papel mojado y no se ha traducido en ninguna medida concreta. La falta de compromiso ha sido absoluta. Sin embargo -y quizá víctima de un arrebato de #PauloCoelhismo- confío que en esta ocasión todo será distinto y las palabras de Luis Planas no se las llevará el viento. Así pues, me permito compartir a continuación unas reflexiones sobre cómo se puede plantear un proyecto legislativo de esta envergadura:

  1. No empecemos de cero, no reinventemos la rueda. El primer paso ha de ser una lectura crítica del informe aprobado por el Senado en 2018: seguro que se pueden rescatar recomendaciones y propuestas. Revisemos también las leyes contra el desperdicio de otros países como Francia e Italia y analicemos con sus impulsores los resultados conseguidos (aprendamos de sus aciertos y de sus errores). Y por supuesto, leamos a fondo la Ley de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentarios que aprobó el Parlament de Catalunya en marzo de este año: fue fruto del consenso de todas las fuerzas políticas y está repleta de buenas medidas. 
  2. Debate plural. Hemos de lograr que todas las fuerzas políticas participen en las discusiones y además hemos de asegurar que incorporamos al debate a todas las entidades y organizaciones vinculadas con la alimentación: el sector agrícola, las ONGs, las empresas de alimentación, los supermercados, la hostelería, etc. Hemos de ser capaces de recoger todas los puntos de vista y todas las sensibilidades. Busquemos, si es posible, el consenso, pero sobre todo, aseguremos un debate rico. No se trata de conseguir titulares fáciles ni de ponerse medallas. Como decía más arriba: aprendamos de los errores porque errare humanum est.
  3. Transparencia y datos. Para poder reducir el despilfarro de alimentos debemos tener buenos datos (“lo que no se mide, no se puede mejorar”). Para ello es importante que contemos con información detallada de la cantidad de alimentos que se desperdician no solo en los hogares sino también en supermercados, colegios, restaurantes e incluso en el sector primario (¿cuántos tomates se quedan en la huerta sin recoger porque son tomates feos?). Sin esos datos será muy complicado hacer un buen diagnóstico del problema y será imposible saber si estamos reduciendo el desperdicio o no.
  4. La culpa no es (solo) de los hogares. Es habitual leer que las familias somos responsables de más del 50% del desperdicio de alimentos. Es falso. Pero es una “mentira repetida” que traslada toda la responsabilidad a una parte de la cadena (los hogares) mientras deja libre de “carga” a otros actores que son co-responsables. Hemos de admitir que, además de las familias, los supermercados tiran mucha comida, los restaurantes tiran mucha comida, los colegios tiran mucha comida, etc. Por desgracia todos despilfarramos alimentos.

En definitiva, espero y deseo que el redactado de esta ley contra el desperdicio de alimentos sea plural, exija compromisos a todas las partes y nos haga recordar algo muy importante: la comida no se tira.