Trump imputado: una prueba de fuego para la democracia de EEUU y su ciudadanía dividida

Trump imputado: una prueba de fuego para la democracia de EEUU y su ciudadanía dividida

El caso Stormy Daniels no sólo afecta al expresidente. De su evolución y sus derivadas depende el futuro en paz de un país en el que lo impensable se ha convertido en el pan de cada día. 

Donald Trump, el 18 de octubre de 2016 en un mitin en Colorado Springs, durante la campaña electoral.Jonathan Ernst / REUTERS

Tras cuatro años de legislatura de Donald Trump, o lo que es lo mismo, de división (preexistente y ahondada), de trincheras y de retórica caótica y mentirosa, 80 millones de ciudadanos de Estados Unidos, de distinta tendencia ideológica, se unieron en 2020 para entregar a Joe Biden su confianza precisamente para que cosiera un país apenas unido con hilvanes. Había sucedido lo impensable, el acenso de un populista que se adueñó (porque le dejaron) del Partido Republicano y que pescó en el río del desencanto. Con su adiós se fueron sumando más imposibles, de las maniobras para anular una elección legítima hasta el llamamiento que acabó en el asalto al Capitolio. 

Ese mismo personaje, ese Trump, es el que lleva tres años siempre presente en la vida pública de la nación porque su objetivo declarado es el de volver a la Casa Blanca en los comicios del año que viene. Ha seguido intoxicando, polarizando, tensando la cuerda. Que ahora sea imputado, como decidió un gran jurado en Manhattan anoche, no es sólo un contratiempo personal, sino una bomba para la política estadounidense de consecuencias aún por calibrar. Es el primer exmandatario en pasar por un procesamiento así. Hay una cosa clara: EEUU se juega su paz, su estabilidad democrática y el correcto funcionamiento de sus instituciones por algo tan prosaico como dinero y sexo, dólares acallando la aventura con Stormy Daniels. Aunque parece que con Trump ya estemos curados de espanto, anestesiados, lo que viene puede ser el desgarro de un país. 

EEUU aborda con este caso un camino desconocido. Los presidentes siempre han estado protegidos por la inmunidad en el ejercicio de su cargo y a los expresidentes nunca ha habido necesidad de meterles mano. Hasta ahora. Hay abogados cercanos a Trump que insisten en que, si no fuera quien este, este caso se habría muerto mucho antes y no habría llegado a este punto, pero son más de 30 los cargos que el gran jurado ha entendido imputables por fraude comercial y hay que entender que la Justicia tiene razones para ello. El debate está servido: ¿ayudará el proceso a una mayor transparencia y respeto del estado de derecho? ¿Servirá, en cambio, para echar a la calle a sus seguidores y provocar otra crisis?

"Habrá temores -escribe en la CNN su analista de la Casa Blanca Stephen Collinson- de que aplaste uno de los últimos precedentes restantes para la moderación política y deje a los futuros presidentes vulnerables a un enjuiciamiento de una manera más parecida a los estados frágiles en quiebra que a la democracia más vital del mundo. Sin embargo, al mismo tiempo, si Trump realmente ha cometido delitos, no perseguirlo enviaría el mensaje de que los poderosos pueden salirse con la suya con un comportamiento que los estadounidenses comunes no pueden".

El que fue hombre más poderoso del mundo no está por encima de la ley, y no sólo por este proceso, sino por lo que pueda venir, porque tiene otras deudas pendientes con los jueces: la Fiscalía quiere esclarecer si el entonces presidente instigó a sus seguidores para que estos irrumpieran en el Capitolio de Washington; en Georgia se investigan sus intentos de anular los resultados de las últimas elecciones presidenciales; tiene una denuncia de la escritora E. Jean Carroll por difamación y violación; y en Nueva York es acusado, junto a sus hijos, de manipular de manera fraudulenta el valor de los activos de la empresa familiar durante años. 

El hombre que superó dos impeachments -otra cosa nunca vista- se pude ver rodeado también por procesos nuevos, indica The New York Times, que recuerda una precisión de peso: el caso de Daniels lo ha levantado un fiscal, no el Departamento de Estado, por lo que ahora se pueda dar paso a que otros fiscales estatales decidan investigar, ya sin el peso de ser los primeros, sin esperar a que el Departamento federal dé el paso o el aval, "lo acusen sin impedimento impuesto por el Justicia contra la acusación de presidentes en ejercicio". 

Se puede abrir la veda, con lo que ello conlleva. Si se tensa la cuerda, se puede romper la cadena del sistema, ya débil. La cadena de reproches y represalias pueden acabar desgastando al país, que tiene que volver a ir en 2024 a unas elecciones para las que Trump, ahora mismo, es el candidato republicano favorito (entre un 41 y un 56% de los votos lograría, mientras que su principal competidor, el gobernador de Florida Ron DeSantis, se quedaría con entre el 25 y el 27% de los apoyos).

Guerra de trincheras

Es peligroso. Los analistas internacionales coinciden en que, incluso con el coronavirus y la guerra de Ucrania, coser el país era y es el primer reto de Biden y, por correlación, la política mundial en 2021, porque mucho sigue dependiendo de la estabilidad y la sensatez de quien ocupe el Despacho Oval. 

Por ejemplo, los especialistas de la consultora estadounidense Eurasia Group hablan de un desafío-marco: Biden debe gobernar un país donde aproximadamente la mitad de la población lo considera un presidente ilegítimo o, poco poco, sospechoso: hasta 74 millones de votantes apostaron por Trump el 3-N. "Mis 74 millones de votantes", como los llama el magnate, a los que llamó a tomar las calles para defenderle por el caso Daniels. Hay precedentes de violencia (Capitolio, sin ir más lejos) que ponen al país en alerta. 

De momento, los asistentes de Trump, antes incluso de conocer el detalle de la imputación, ya han hablado de juicio "político" y de "caza de brujas". No dejan margen ni para la defensa propia, que la venden más como una salvación frente al enemigo. Se multiplican las voces que sostienen que lo que pasa en Manhattan es resultado de la persecución de Biden, que quiere enterrar a su predecesor. "La Justicia es Justicia y llega a quien es necesario que llegue. Se ha visto en otros expresidentes, de los franceses Chirac y Sarkozy al israelí Olmert", recuerda también la CNN. 

Es probable que el enjuiciamiento del presidente número 45 de EEUU y sus intentos de generar una tormenta de fuego partidista para protegerse -algo que se le da muy bien- envenene el ambiente ya tóxico del país, amenace con sacudir otra elección presidencial y planté el desafío más crítico hasta el momento para su sistema de justicia. Ir a por un ex que quiere volver ser presidente. Puede ser una nueva pesadilla nacional. Depende de cómo escape el protagonista de esta historia. Y eso depende de él, de los jueces, de su partido, de la oposición y del sistema. 

Por ahora, estamos viendo ya algunos comportamientos predecibles: Trump dice que van a por injustamente él y hay cierre de filas entre los republicanos -incluso sus opositores- para respaldar esa teoría y hablar de trato desigual, por lo que prometen una investigación en el Congreso y lamentan el "daño irreparable" que se está haciendo a la democracia patria. Hasta DeSantis se ha alineado con esa corriente, pese a que en los días previos valoró en una entrevista que él nunca podría tener un escándalo como este porque él nunca ha ido con actrices porno. Trump le replicó sugiriendo que no sólo se le podría vincular con mujeres, sino también con hombres y menores. Irá a por él si no le apoya. 

  Un hombre coloca carteles contra Donald Trump cerca de la oficina del fiscal de Manhattan, el pasado 22 de marzo.Michael M. Santiago / Getty Images

También es predecible, e inteligente, la postura de la Administración Biden. "Sin comentarios". Es la mejor manera de dejar a los contrarios lidiando con su porquería y, a la vez, no atizar más el fuego. El presidente demócrata está llevando estos días una agenda que contrasta notablemente con lo que hacen los republicanos: salud, armas, empleo. Nada de escándalos. 

La calle es una gran incógnita. El 6 de enero de 2021, cuando se asaltó el Capitolio, la demostración de los trumpistas fue formidable. ¿Qué puede pasar ahora? Las protestas han sido mínimas desde que Trump, tras un combate de lucha libre, anunció hace dos semanas que lo iban a detener. El magnate es amado por muchos aún, pero también rechazado por muchos, un impulso que fue lo que a la postre le dio a Biden la victoria, también por demérito del oponente. La media de encuestas recogidas por el portal Five Thirty Eight reflejan que más de la mitad de los ciudadanos tienen una opinión negativa del magnate, aunque su potencial caladero de votos sigue siendo amplio y alcanza a cuatro de cada diez personas.

Estamos ante una prueba de fuego de su liderazgo. Temprana, eso sí, un test que en su partido hubieran preferido no tener que pasar, o no aún. Trump puede concurrir a las elecciones, es legal hasta si lo condenan. La Constitución estipula que pueden presentarse a la Presidencia todos aquellos ciudadanos mayores de 35 años que hayan vivido en EEUU al menos 14 años y el propio Trump subrayó en un reciente mitin que "sin duda" seguiría en las primarias, independientemente de la deriva que tomase la causa judicial abierta contra él por Stormy Daniels.

El problema radica en si en este tiempo convulso mantiene a toda costa el respaldo de su formación y de sus electores, porque le va bien el traje de mártir, de víctima perseguida por los fiscales, o le pasa factura, al fin. No parece factible que se vea, pero su foto con esposas puede sumar y restar votos. Pocos políticos pueden generar tal ambivalencia.

El corresponsal en la Casa Blanca de Politico, Jonathan Lemire, escribe: "Los asesores [de Biden] creen que Trump ya ha perdido de forma permanente una gran muestra de los votantes independientes e indecisos necesarios para ganar una elección general. Es posible que Trump no se canse de ser el centro de atención. Pero una buena parte de los votantes se han cansado de que él esté en estos asuntos". "Probablemente, mejoraré mis números", insistía Trump horas antes de su procesamiento. 

Un 57% de los estadounidenses anticipaba que la imputación ahora conocida debería invalidar una potencial candidatura a la presidencia de Trump, según un estudio de la Universidad de Quinnipiac citado por Europa Press. Sin embargo, también en este ámbito había división, ya que mientras el 88% de los demócratas veían a Trump prácticamente inhabilitado, sólo un 23% de los simpatizantes republicanos querían que quedase fuera de la carrera tras la imputación.

Los asesores republicanos dicen, en el mismo medio, que ven la tormenta como una "oportunidad" y que están "listos"; recuerdan que a Trump le encanta atraer a los medios, esos a los que en los 80 llamaba personalmente para dejar caer rumores sobre sus conquistas sexuales, que ahora lo traen por la calle de la amargura. La recaudación de fondos para ayudar a su defensa va viento en popa -no hay datos generales, pero sí ha trascendido que sumó más de dos millones de dólares en cinco días tras avisar de su arresto- y esperan el "circo" sin miedos, porque se mueven cómodamente en él. "Va a ser OJ Simpson con esteroides", señala una fuente a este medio, recordando el mediático caso del exdeportista que fue procesado por la muerte de su exmujer y un amigo. 

Hay todo un planeta, más que un país, esperando al martes.