Daños al patrimonio y problemas de convivencia: la otra cara del Camino de Santiago

Daños al patrimonio y problemas de convivencia: la otra cara del Camino de Santiago

Los vecinos reclaman más control y el Ayuntamiento ha anunciado que reforzará la vigilancia alrededor de la catedral. 

Grupos de peregrinos en la plaza del ObradoiroGetty Images

Un hombre escalando la Puerta Santa de la Catedral, pintadas con tiza en los edificios del casco histórico de la ciudad, picnics en el Obradoiro, turistas acampados en las plazas, gritos de los grandes grupos de jóvenes católicos que llegan en verano a la capital de Galicia... Estos son algunos de los lamentables comportamientos que se han visto en las últimas semanas en Santiago de Compostela y que los vecinos insisten en denunciar.

Desde hace unos años los residentes en la ciudad e incluso algunos visitantes han advertido que la capital gallega puede verse sobrepasada por el turismo masivo y el descontrol que reina entre las miles de personas que, especialmente en los meses de verano, hacen el Camino de Santiago.

“Creo que esta situación no es tan nueva pero está dejando huella”, explica Miguel Cajigal, historiador del arte y colaborador de la Cátedra del Camino de Santiago y de las Peregrinaciones de la Universidad de Santiago de Compostela , conocido en redes como El Barroquista. “No es tan nueva porque yo recuerdo hace años, cuando todavía se podía tocar el Pórtico de la Gloria, ir con un profesor a que nos explicara el pórtico y en ese rato vimos barbaridades: gente dejando allí la basura, gente escribiendo su nombre con un rotulador... No es que sea algo nuevo, esto ha pasado siempre porque siempre ha habido turistas que no saben comportarse. ¿Qué pasa ahora? Pues que hay más sensibilidad hacia el patrimonio, también legal, y que cada vez va llegando más gente, con lo cual el porcentaje de visitantes poco cívicos también aumentará”, señala el profesor.

“La cosa cada vez va a peor”. Estoy viendo con mucha preocupación a los vecinos que dicen ‘nos vamos"
Roberto Almuiña, miembro de la Asociación de Veciños da Cidade Histórica FONSECA

Para Roberto Almuiña, miembro de la Asociación de Veciños da Cidade Histórica FONSECA, la situación tampoco es nueva pero “la cosa cada vez va a peor”. “Estoy viendo con mucha preocupación a los vecinos que dicen ‘nos vamos’. Gente que nació aquí o que se vino al centro, compró, rehabilitó su casa y se peleó con la administración y se está pensando en irse”, denuncia este vecino de la zona vieja de la ciudad.

“Lo de los atentados al patrimonio no es de ahora, pero cuando se desoyen a las consultoras que saben de turismo pasan estas cosas. Hay un informe de 2018 que ya hablaba del riesgo de colapsar de Santiago y no se hizo caso”, lamenta Almuiña.

Daños al patrimonio

El descontrol que denuncian los vecinos afecta tanto a su día a día como al casco histórico de la ciudad, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, poniendo en riesgo especialmente a la Catedral y las plazas que la rodean. Cajigal reconoce que en los últimos años ha visto “de todo” en el corazón de la ciudad.

“La gente llega al Obradoiro y se piden una pizza, se piden Just Eat, lo comen en la plaza con vistas a la catedral y muchas veces dejan las cajas tiradas en el suelo. El año pasado, el profesor Manolo Gago denunció en redes que un peregrino había dejado su chaleco reflectante agarrado en la verja de la catedral y entonces la gente empezó a dejar sus chalecos, también dejaban restos de bocadillos, se quemaban papeles, se quemaba incienso como si fuera una especie de ritual... esto podría haber sido una catástrofe. El año pasado uno de estos grupos de jóvenes católicos se puso a hacer una gymkana en el casco histórico, y te digo gymkana que era como el Grand Prix de Ramón García”, denuncia el experto.

“Esto también genera una situación de hartazgo en la gente del camino, que se queja de que estas situaciones generan mala fama para los peregrinos. Quieren llegar al Obradoiro, con ilusión, porque es un momento importante cuando terminas el camino, pero si llegas y te encuentras una despedida de soltero gigante...”, lamenta.

Para Cajigal, el peligro es que esta situación ya complicada “se desmadre por completo antes de que se pueda revertir”. ”La catedral ha tenido tres pintadas en cinco años, créeme que son muchas, y como es la catedral está muy vigilada y se detecta rápido, pero en otros edificios no”, advierte.

”La catedral ha tenido tres pintadas en cinco años, créeme que son muchas, y como es la catedral está muy vigilada y se detecta rápido, pero en otros edificios no”
Miguel Cajigal

El profesor también aborda las imágenes del peregrino escalando la puerta santa de la catedral que se viralizaron hace unas semanas. “No es ninguna broma”, se lamenta Cajigal. “Además del daño a patrimonio, es peligroso para él. En los noventa una chica se subió a la fachada de San Martín Pinario y se le cayó una estatua enorme encima, y la chica quedó mal, claro. Hay que atajar las cosas cuando todavía puede ser reversible”, insiste. “Por ejemplo, ya se están viendo daños de toda la gente que se apoya en el Pazo de Raxoi, en el ayuntamiento, donde también está prohibido apoyarse. Yo entiendo que llegues y te sientes en el suelo, claro que sí, pero entre eso y pedirte una pizza hay un límite”, reflexiona.

Las quejas de los vecinos

Para Roberto Almuiña, las quejas de los vecinos y el impacto del turismo en sus vidas no están siendo consideradas por las autoridades y denuncian que cada día la situación se descontrola un poco más. “Ahora mismo hay carreras de ciclistas con final en el Obradoiro, otros turistas que llegan en bus, toman el café en el bar de turno y recogen la credencial. En la Rúa das Carretas de hecho ya se está empezando a poner que no se pase con mochilas, que no pasen bicicletas y que haya silencio, pero no se cumple”, se lamenta este vecino.

“Pasan entre 2000 y 3000 personas por una calle estrecha llena de tiendas de souvenirs, esperan allí a por la credencial, se sientan en las puertas de las casas y los vecinos casi tienen que pedir permiso para entrar y salir. Hace unos años una vecina de San Pedro denunció que pidió permiso para salir a una turista que estaba sentada en su portal y le respondió ‘usted cállese señora que aquí viven del turismo’. Esto no puede ser y es entendible por qué hay un rechazo incipiente al turismo masivo”, denuncia este vecino sobre las situaciones a las que se enfrentan cada día.

Precisamente los vecinos de la zona de San Pedro son algunos de los más afectados por el descontrol en la llegada de grupos de visitantes a la ciudad y el año pasado incluso publicaron un decálogo de buenas prácticas para intentar que turismo y vecinos puedan convivir con tranquilidad. “El vecindario está muy quemado. Los meses que vienen los grupos grandes a modo de conquista haciendo mucho ruido y entrando en el supermercado pensando que hay que atenderles primero porque son turistas... pues bueno. Y hay mucha gente mayor. Recuerdo que en 2019 se dejó de celebrar la fiesta de la primavera, una fiesta del barrio, porque solo venían turistas borrachos como si fuera la puerta de una discoteca. Y esas fiestas no eran para ponerse ciegos, eran para que los comerciantes y los vecinos pasaran un buen rato”, explica Cajigal, que vive en la zona.

“Pasan entre 2000 y 3000 personas por una calle estrecha llena de tiendas de souvenirs, esperan allí por la credencial, se sientan en las puertas de las casas y los vecinos casi tienen que pedir permiso para entrar y salir"
Roberto Almuiña

Además, Roberto Almuiña denuncia que sólo se tenga en cuenta que el casco histórico de la ciudad sea Patrimonio de la Humanidad en relación al camino. “No estoy de acuerdo en que ser ciudad Patrimonio solo sirva para promover el turismo. Tenemos que tener alguna ventaja fiscal los vecinos que vivimos en la zona histórica, porque es mucho más caro que vivir en la zona nueva y carecíamos de servicios hasta hace unos años como la fibra óptica, tampoco podemos tener cualquier caldera...”, se lamenta. “Un vecino no puede adaptar un portal para poner un ascensor para la gente mayor pero una tienda de recuerdos sí puede tener la fachada llena de souvenirs”, denuncia Almuiña sobre la vista gorda con los comerciantes u hosteleros de la zona.

Cambios en el perfil del peregrino

Que la situación se haya convertido en un incordio para los vecinos y un peligro para el patrimonio cultural de Santiago no se explica únicamente con un mayor número de visitantes, sino también con un cambio en las formas de hacer el camino. “Lo que denuncia el vecindario es este nuevo camino que es una especie de festejo, que a veces casi parece San Fermín, con grupos enormes que llegan cantando y con banderas... El casco histórico no puede ser un campo de fútbol. No digo que los vecinos de un campo de fútbol tengan que soportar esto, pero desde luego el Obradoiro no puede ser un campo de fútbol”, explica Cajigal.

“Yo empecé a investigar el camino en 2004/2005 y se ve un cambio de peregrino a turista. Al margen de que antes hubiera menos gente, se veía una relación con la naturaleza, respetaban más la idea de la espiritualidad y en los últimos años hemos visto un auge del camino de 100 km, de hacer los últimos 100 km, incluso la última etapa, y el perfil de gente que hace esto trata el camino como un festejo, no como algo espiritual o de naturaleza, de reflexión... Ahora incluso hay gente que hace el camino con Samsonite y que le acercan las maletas en coche. Básicamente lo que hacen es hacer un rato de senderismo. Ese perfil es el que hace que el camino tradicional sea más difícil de ver en julio o agosto”, explica el profesor sobre este cambio.

"En los últimos años hemos visto un auge del camino de 100 km, de hacer los últimos 100 km, incluso la última etapa, y el perfil de gente que hace esto trata el camino como un festejo, no como algo espiritual o de naturaleza, de reflexión...
Miguel Cajigal

Es algo con lo que concuerda Almuiña, que pide diferenciar entre los diferentes perfiles de peregrinos o turistas que llegan a la capital gallega. “Hay unos señores que vienen a pie, que son peregrinos, hay otros que vienen en bici y vienen claramente haciendo competiciones por el centro de la ciudad, y eso no puede ser. Luego están los de los autocares. Hay un estudio de la facultad de económicas de la USC que concluyó que los turistas en Santiago solo van a tres plazas: Obradoiro, Quintana y Praterías (que además es muy pequeña), y a tres calles... Y de ahí no salen”, explica este vecino que pide que se tomen medidas al respecto. “Esto hay que gestionarlo porque son calles muy estrechas, no se puede pasar por ellas ya. No puede ser las colas que hay ahora mismo en la catedral, tendrán que gestionarse las entradas reservando por hora o algo, pero la cola no puede dar la vuelta a la catedral e impedir el paso a los vecinos”, denuncia.

“Según el estudio del profesor Torres Feijó, el 80% de los turistas no compran ni una botella de agua en Santiago. ¿Este es el turismo que nos compensa?”, reflexiona Almuiña, que denuncia que la ciudad se está convirtiendo en un “comedor al aire libre”.

“Hay unos señores que vienen a pie, que son peregrinos. Hay otros que vienen en bici y vienen claramente haciendo competiciones por el centro de la ciudad, y eso no puede ser.
Roberto Almuiña

¿Qué pueden hacer las administraciones?

Ante esta situación, ¿qué reclaman a las administraciones públicas? Lo primero, Cajigal recuerda que a nivel institucional “se está haciendo una promoción del camino como un turismo slow, de espiritualidad, que luego en los últimos kilómetros los que lo hagan no se lo van a encontrar”, por lo que para él es “hasta cierto punto publicidad engañosa”. “Es difícil hacer llegar las normas. Pero igual hay que poner carteles con las normas en la calle y reforzar la vigilancia, poner claramente ‘no se puede comer aquí’, como pasa en algunas ciudades de Italia. Clarificar la normativa, que esté expuesta en público”, cuenta el investigador, que recuerda que siempre ha estado prohibido comer en el Obradoiro.

Que la gente cumpla las normas porque “la plaza es imposible, un descontrol de gente”, y los efectivos de la policía municipal que pueden destinarse a esta tarea son pocos, por lo que Cajigal pide la colaboración de otras fuerzas de seguridad. “Habría que tener más personal vigilando el casco histórico porque el que está, está a demasiadas cosas, somos una ciudad pequeña y la policía local da para lo que da”, recuerda.

“Hay que buscar un término medio entre que Santiago y el Obradoiro sean un espacio de acogimiento y lo que está pasando a ahora. Es sentido común, pero a veces el sentido común parece que tienen que obligártelo"
Miguel Cajigal

Por su parte Almuiña cree que “el ayuntamiento tiene que gestionar los flujos de visitantes”. “Santiago tiene una presión turística muy superior a la de ciudades como Palma por ejemplo. Se hacen estudios y grupos de investigación, pero no se hacen en serio. Aquí lo que hay que ver es cuál es el beneficio económico del turismo y a quién va. ¿Y quiénes son los que pagan los costes? Por ahora son los vecinos y los beneficiarios son cuatro, los que tienen quince tiendas de recuerdos”, se lamenta este vecino que vuelve a preguntarse si esto de verdad compensa la ciudad.

“Hay que buscar un término medio entre que Santiago y el Obradoiro sean un espacio de acogimiento y lo que está pasando a ahora. Es sentido común, pero a veces el sentido común parece que tienen que obligártelo”, reflexiona Cajigal. De momento, la nueva alcaldesa de Santiago, Goretti Sanmartín, ha reaccionado asegurando que reforzará la vigilancia policial en los alrededores de la catedral y el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, propone hacer una campaña de concienciación. Por ahora no hay una acción conjunta entre las administraciones en marcha en una de las semanas con mayor afluencia de turistas y peregrinos en la ciudad.